El cambio climático ya es una realidad. Las olas de calor son cada vez más frecuentes, las Danas inundan regiones típicamente secas, y los episodios de frío extremo traen centímetros de nieve a lugares que rara vez los habían visto. Y la ciencia es cada vez más contundente al respecto: todas estas “locuras” climáticas están relacionadas con el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero asociado a las actividades humanas.
El último informe publicado del IPCC, el Panel de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que recoge la evidencia científica sobre la emergencia climática, publicado en agosto de 2021, no dejaba lugar dudas: “Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los
cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios”
Prácticamente nadie escapará de su influencia, afirma el IPCC, pero España tiene todos los números para que su impacto sea de los más intensos del globo. El último Informe sobre el estado del clima de España (2021), elaborado por AEMET, confirma la vulnerabilidad de la Península Ibérica y de las Islas. Según el documento, el año 2021 “pone de manifiesto el aumento de las temperaturas registrado en España desde la segunda mitad del siglo XIX”, un aumento que se ha intensificado en las últimas décadas, y que “es especialmente palpable en verano, con una mayor intensidad y frecuencia en las olas de calor”. Y los pronósticos de futuro no son nada halagüeños. Se proyectan así un incremento de las temperaturas máximas de entre 2°C y 6,4 °C, mientras que las temperaturas mínimas también aumentarán, disminuyendo el número de días más fríos. Pero, cuando lleguen, estos serán más extremos, al igual que las olas de calor. Además, las precipitaciones disminuirán y la intensidad de los vientos se incrementará.
Pero el cambio climático no se va a notar sólo en los termómetros y en las precipitaciones: va a tener también un importante impacto sobre las condiciones laborales. El incremento de las olas de calor es uno de los ejemplos más conocidos de estos riesgos emergentes que trae consigo el cambio climático, tal y como analizaba el informe sobre
“Los episodios de altas temperaturas con un riesgo laboral”, publicado por la Fundación 1º de Mayo. Un calor que no solo es cada vez más frecuente, por lo que sus efectos se acumulan, sino que cada vez afecta a un mayor número de ocupaciones.
En el caso de Baleares, hay práctica unanimidad en considerar que el cambio climático y la crisis energética suponen una amenaza para el sector del turismo y se tienen que tomar medidas al respecto.
Desde CCOO, pedimos mayor coordinación entre la administración estatal y autonómica con respecto al sector turismo y establecer de forma urgente y decidida, medidas orientadas a la descarbonización para su adaptación al cambio climático.
Pero no es el único. Los crecientes eventos climáticos extremos están dificultando el trabajo en ocupaciones que se desarrollan mayoritariamente al aire libre, como es el caso de los repartidores. La situación en las aulas también es cada vez más complicada, porque la mayoría de los centros escolares de Baleares no están adaptados a las nuevas condiciones climáticas (equipos obsoletos o inexistentes en las aulas)
También se prevé que el cambio climático engrose la lista de enfermedades profesionales y de las ocupaciones expuestas a ciertos riesgos. Así, por ejemplo, el calor no sólo puede suponer un riesgo letal para los trabajadores, con el golpe de calor como el ejemplo más conocido, sino que también provoca patologías a medio y largo plazo, con fallos en órganos como los riñones. Su impacto tiene además un sesgo de clase, y afecta a las personas trabajadoras más vulnerables, ahondando además en las desigualdades y perpetuándolas.
Un impacto también económico
El cambio climático además no sólo tendrá un impacto sobre las condiciones laborales, sino también sobre la certidumbre laboral de muchas personas que trabajan en sectores afectados por el cambio climático y la transición energética. Uno de los más evidentes es el sector energético, que está ya en medio de una transición hacia fuentes
renovables que ha llevado al cierre de minas y centrales de carbón.
Pero no serán las únicas industrias que se verán afectadas. La agricultura será otro sector que más sufrirá el impacto del incremento de las temperaturas, el sector turístico podría perder competitividad por el incremento de las temperaturas, al hacer el clima menos atractivo para los turistas. En total, el PIB podría caer hasta un 10% en España, y un porcentaje mayor en el caso de Baleares, dependiendo del incremento de las temperaturas que se registre.
En todo el mundo, la Organización Mundial del Trabajo calcula que se podrían perder hasta 80 millones de empleos en 2030 a causa del retroceso de la productividad debida sólo al estrés térmico relacionado con el aumento de temperaturas. Pero no todo será negativo y también habrá nuevos empleos relacionados con la transición, hasta 100 millones, según la OIT, pero sólo la planificación y la anticipación harán que el balance final sea positivo.
Los planes que se han de abordar son los que con cada acción se han de acompañar de una ficha financiera, que detalle quién tiene que hacer cada cosa, cuánto tiempo le va a dedicar, cuánto cuesta, quién financia o el empleo a corto y largo plazo que genere.
Lo más importante es que a estas alturas deberíamos tener perfectamente planificado nuestro futuro, de acuerdo a las tecnologías que tenemos ahora (eólica, solar y transporte sostenible) adaptando nuestras ciudades a un transporte sostenible y también con capacidad de adaptación a las tecnologías que están por llegar. Y eso es lo que
creemos que no se está haciendo hasta el momento con la determinación que debiera.
En otro orden de cosas y conmemorando el 28 de abril, día internacional de la salud laboral, se tienen que hacer los cambios necesarios para mejorar la prevención frente a los agentes cancerígenos. Actuar en el ámbito laboral frente a la epidemia de salud mental o para afrontar los retos asociados a las transiciones digital y demográfica, poniendo el énfasis en el cambio climático, sin olvidar la necesidad de incorporar la perspectiva de género en la prevención de riesgos laborales.
Además, este 28 de Abril queremos homenajear y reconocer especialmente a las personas trabajadoras que han muerto o sufren una enfermedad a causa del amianto y sus familias, y especialmente a las mujeres, que en muchos casos también enfermaron y murieron por lavar la ropa de sus familiares expuestos a este cancerígeno en sus puestos de trabajo.
Por último seguimos reivindicando el cumplimiento efectivo en las empresas de la legislación de prevención de riesgos laborales y la puesta en marcha por parte de los poderes públicos de políticas públicas de salud laboral, empezando por la aprobación de los planes de acción de la recientemente firmada Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2022-2027.
Juan Andrés Bernabeu
Secretaría de Salut Laboral de CCOO MENORCA