El 51è Festival de Música d’Estiu de Joventuts Musicals de Ciutadella sigue regalando momentos únicos de música excelsa. El pasado 14 de Agosto, y continuando con la gran paleta de artistas que han formado parte de la longeva cita estival, tuvieron la oportunidad de disfrutar del talento y compromiso con el arte de dos jóvenes iconos del panorama musical internacional.
Lucie Horsch (flauta de pico) y Justin Taylor (clave), iniciaron el cautivador recorrido del programa con una Sonata de G. P. Telemann, la cual, sonó fresca en el fantástico marco del Claustro del Seminario. Lucie demostró gran musicalidad y limpieza en su interpretación y a la misma altura, Justin. La joven flautista holandesa presentó el concierto tras esta primera pieza con unas palabras en menorquín que, sin duda, conectaron con el público de manera instantánea.
La siguiente obra que se pudo degustar fue la segunda Sonata del compositor Dario Castello, la cual se tiene que etiquetar de virtuosa, tanto en la parte técnica como en la dinámica; los dos intérpretes mostraron una gran conjunción en el directo creando un mágico ambiente.
Tras los merecidos aplausos, la Sonata en la menor de Nicola Fiorenza fue el canal para poder embalsarse con otra magnífica interpretación, en la cual Justin deleitó con una técnica al clavecín que casi consiguió dotar al instrumento de matices y creó el sustento armónico perfecto para que Lucie articulara con gusto el discurso melódico.
La cuarta pieza del repertorio: Syrinx para flauta sola, de Claude Debussy, demostró que Lucie también controla con maestría la parte técnica que se desarrolla en tempi lentos y que explota los límites del instrumento. El quinto bocado fue un Rameau, Le Rappel des Oiseaux, una demostración de pulcritud y dominio del instrumento por parte de Justin, el clavecin se convirtió en una extensión de su idea musical.
La sexta joya volvió a involucrar a los dos jóvenes talentos, los cuales mantuvieron el interés del público con el Quatrième Concert Royal del soberbio F. Couperin. Los cambios de registro del clave y el desarrollo temático del gran compositor del Barroco francés quedaron, sin duda, bien reflejados en la consistente puesta en escena llena de detalladas articulaciones y precisos cambios dinámicos.
El séptimo regalo, una pieza de música de salón del compositor J-B de Boismortier, volvió a llevar a los intérpretes y a los instrumentos a sus límites, los endemoniados adornos y arabescos parecían fluir como si no requirieran de ningún esfuerzo para su realización. El silencio fue casi religioso, el numeroso público asistente participó así de la magia que se estaba creando, ni los abanicos se oían, se respiraba respeto y admiración a partes iguales.
Tras otra extensa salva de aplausos, la cuidada y muy interesante selección del repertorio (mi más sincera enhorabuena), una pieza para flauta sola de Isang Yun, The actor with the monkey; dicha composición nos hechizó a través de la exploración tímbrica y técnica que, teñida de diálogo febril, demostró un virtuosismo sin ampulosidad.
Acercándose paulatinamente hacia el final del concierto, Justin hizo honor como clavecinista al gran J .S. Bach, regalándonos un “Andante”; de un concierto de Vivaldi transcrito por el genio alemán, el cual sonó con una intensidad y una nostalgia evocadora de grandes recuerdos vividos que siempre roban una sonrisa. Con gran coherencia, la siguiente Sonata que interpretaron Justin y Lucie, fue del genio de Eisenach, el desarrollo del intrincado contrapunto y los precisos cambios de articulación de los movimientos más veloces, contrastaron con la dulzura y el cuidado legato que destacaron en los movimientos lentos.
Siempre con una sonrisa en la cara y con una gran humildad, los músicos recibieron los bravos y gran salva de aplausos que el respetable brindó con gran efusividad. Continuando con la gran elección antes comentada del repertorio, el bis elegido para cerrar la actuación fue un Ricercare de Diego Ortiz el cual, lleno de fuerza y vigor, puso el colofón a un concierto de altísimo nivel.