Tras duras negociaciones, con carácter provisional y entrada en vigor plena no antes de finales de 2026, los Estados miembros y la Eurocámara han acordado un reglamento que convierte a la Unión Europea en la primera región del mundo en regular la inteligencia artificial. De cumplirse estas previsiones, sacar a delante esta normativa costará más de cinco años, puesto que fue en abril de 2021, cuando la Comisión propuso el primer marco regulador de la UE para la IA con el objetivo de garantizar las mejores condiciones de desarrollo y uso de esta tecnología.
Si el legislador suele ir por detrás de la sociedad, ese “por detrás” se evidencia más que nunca cuando la normativa se refiere al ámbito tecnológico. Baste señalar que el acuerdo alcanzado esta misma semana, dos años y medio después de aquella primera propuesta, coincide con el primer aniversario de Chat GPT, una de las últimas herramientas fruto de la IA, que suma en la actualidad más de cien millones de usuarios en todo el mundo y que, desde su lanzamiento, ha suscitado expectación y temor a partes iguales.
No en vano, la UE, tras reconocer los numerosos beneficios que puede aportar la IA, como una mejor asistencia sanitaria, un transporte más seguro y limpio o una generación energética más eficiente, prioriza que los sistemas derivados de ella sean «seguros, transparentes, trazables, no discriminatorios y respetuosos con el medio ambiente», asentándose la futura normativa europea en el principio de normas diferentes para niveles diferentes de riesgo.
Y, ¡oh, sorpresa! (o no), y, aquí entra la esperanzadora paradoja, «los sistemas de IA deben ser supervisados por personas, en lugar de por la automatización, para evitar resultados perjudiciales», asevera un Parlamento Europeo en el que las voces más garantistas se han impuesto los países reticentes a una normativa estricta en pro de la innovación, una innovación que tiene sus límites como demuestra, siguiendo con Chat GPT, la que parece fue su respuesta al mensaje de felicitación de la agencia Reuters por su primer aniversario.
«¡Gracias por los deseos de cumpleaños! Sin embargo, es importante señalar que, como programa informático, no tengo sentimientos ni conciencia, así que no experimento emociones como los humanos», respondió Chat GPT. Ni sentimientos ni conciencia ni emociones. ¿En estas carencias está la clave? ¿La IA desplegará todo su potencial respetando los derechos humanos en tanto haya personas que insuflen a sus desarrollos sentimientos, conciencia y emociones? El tiempo, seguramente breve, lo dirá.
Para la IA una lágrima sea la de un parto,de un chiste con chispa, de suerte por acertar el Gordo o la de un tanatorio…sólo es agua y sal. Pues a lo soso como con el “Esperanto” en sociedad sin una cultura propia.
… una cosa es segura al menos… la inteligencia artificial NUNCA será servil con el papanatismo de tener algún tipo de creencia religiosa…