El cambio de año, un momento de transición que despierta nuestras esperanzas y aspiraciones, está rodeado de una serie de supersticiones arraigadas en diversas culturas.
El ritual de las uvas, donde cada campanada marca el momento de saborear una uva y formular un deseo, representa la simbiosis entre nuestras aspiraciones y el tiempo que se desliza inexorablemente. La elección de la ropa interior, ya sea roja para atraer el amor o amarilla para la prosperidad financiera, se convierte en un acto simbólico que anhela la llegada de nuevas oportunidades. Algo que no salta tanto a la vista pero que, al parecer, cunde como tradición también en Menorca.
La utilización de lentejas como mensajeras de la abundancia es un gesto que trasciende el ámbito culinario para convertirse en un símbolo de fertilidad y crecimiento. Puede que no esté arraigada en la isla pero, como alternativa, ya hay mucha gente que la tiene en consideración. La quema de papeles con escritos negativos libera el pasado y da la bienvenida a un futuro lleno de posibilidades. Lo vemos en la noche de San Juan y, al parecer, es práctica habitual de los que tienen chimenea.
Estrenar una prenda durante las festividades se convierte en un augurio de renovación y frescura para el próximo año, mientras que la iluminación completa del hogar busca invocar la luz y la prosperidad. El simbolismo de dar vuelta a una maleta para quienes desean viajar refleja el deseo de aventuras y nuevos horizontes.
La escritura de deseos y proyectos se convierte en un acto de autoreflexión y manifestación, mientras que la limpieza profunda del hogar se traduce en un gesto simbólico de dejar atrás lo viejo para dar paso a lo nuevo.
El dinero encuentra su lugar en las supersticiones, ya sea colocando una moneda en el zapato para atraer la fortuna o arrojando sal hacia atrás para purificar las energías. Barrer las malas vibras y quemar muñecos (bujots) representan rituales arraigados en diferentes culturas para alejar la mala suerte y que, en algunos lugares del planeta, coinciden en el momento justo en el que despedimos un año para recibir el siguiente.
A medida que nos sumergimos en estas tradiciones, también reflexionamos sobre cómo la llegada del nuevo año se celebra de manera única. Algunos optan por la valentía de lanzarse al mar en Menorca (con lo frío que debe estar), mientras otros buscan experiencias extremas, como lanzarse desde Monte Toro en parapente en estas fechas. Tal vez sea la manifestación del antiguo lema romano “carpe diem”, que nos impulsa a aprovechar el momento. No es una opción apta para todo el mundo. Por ello, la elección de quedarse en casa, relajados, observando cómo el mundo exterior se sumerge en ciertos excesos, también es una opción extendida. La oferta televisiva, los programas musicales de calidad y los especiales televisivos son testigos del auge de esta práctica, mostrando que la diversidad de cómo recibimos el nuevo año es tan amplia como nuestras propias elecciones. En este cambio de año, recordamos que las tradiciones, ya sean supersticiones arraigadas o elecciones personales, nos conectan en un momento compartido de reflexión y esperanza. A lo largo de toda la isla habrá plazas con relojes dando las campanadas (o con la retransmisión del reloj de la puerta del Sol de Madrid como referente). Lo importante es que el tránsito sea propicio y que los augurios de un mejor año se cumplan.
… como bien se menciona, todo son supersticiones sin fundamento, pero nos hacen sentir bien… es LO MISMO que la nochebuena, otras supersticiones sin fundamento, que a algunos también les supone calma y bienestar, pero yo prefiero las de fin de año, son más reales, más intensas y más comunes entre los humanos que las otras, las supersticiones religiosas… placebo por placebo, mejor las que dan buen rollo y son mayoritarias entre los seres humanos… feliz año nuevo…