Hace un par de semanas me inspiré en una entrevista a Mario Conde para hablar del Sistema que, según él, mueve los hilos del mundo. La verdad es que es un personaje que, a pesar de relucir en sus declaraciones un ligero toque de pedantería y soberbia, merece ser escuchado por sus vivencias desde el auge hasta lo más alto en la España de los años 80 hasta la posterior caída al inframundo que implicó su paso por la cárcel.
La entrevista a la que me refiero aparece en el canal de Youtube Media Power y aporta conceptos interesantes sobre la confiscación por parte del Estado que supone la inflación y su relación con el salario o sobre Bitcoin como alternativa al sistema decadente de las monedas fiat. Estas ideas dan para reflexiones en sendas columnas de opinión, pero hoy, sin embargo, quiero sacar a colación un pequeño pasaje no esencial de la entrevista que hace referencia al esfuerzo y al talento.
Como sabrán, soy un firme defensor del esfuerzo y rechazo de plano argumentos que intentan llevar a la juventud al abandono de los estudios y a abrazar la cultura del pelotazo para hacerse millonario sin esfuerzo, como pregona una gran cantidad de apóstoles en la era digital.
Dice Mario Conde que no se considera más inteligente que los demás sino más trabajador. Afirma que en el ocultismo hay una analogía muy interesante que dice que la inteligencia es como un cincel. Tallar una piedra y sacar una escultura con un cincel, sin más, no sirve para nada. Necesita de un martillo para imprimir la fuerza necesaria.
Pero la fuerza sin más no dará los resultados deseados. Como decía el slogan de Pirelli en aquel anuncio de hace 25 años, representado por el campeón olímpico de la época, Carl Lewis, en la pista de atletismo con zapatos de tacón: “la potencia sin control no sirve de nada”.
Volviendo a la analogía que hace Conde; si solo con el martillo intentas darle forma a la piedra, no solo no sacarás ninguna escultura sino que además la romperás en fragmentos inservibles.
La combinación ideal la marca la fuerza del martillo junto a la meticulosidad del cincel que representa la inteligencia. El control sobre la fuerza.
La inteligencia es innata aunque se puede desarrollar pero el esfuerzo depende de cada uno. Da mucha pena ver cómo algunos desaprovechan su talento por su inacción o capacidad de sacrificio. O simplemente por no tener metas en la vida.
Conde quería ser Abogado del Estado y, por necesidades económicas, no podía permitirse estar sin ingresos los cuatro años de duración, a razón de 6 o 7 horas diarias de estudio, que según le dijeron, dedica un opositor medio antes de sacar su plaza.
Él decidió estudiar 14 horas al día para conseguir la plaza en dos años. Eso conllevaba levantarse a las cuatro de la mañana y estudiar hasta las once de la noche, sin fines de semana. Esa era la fuerza del martillo que necesitaba para obtener un resultado perfecto. La inteligencia del cincel venía de serie. Y así sacó matrícula de honor en todas las áreas que conlleva ese examen.
Esa convicción extrema la tuvo en dos momentos de su vida: el comentado para sacar la oposición de Abogado del Estado y la otra vez cuando entró en prisión y decidió “salir bien” de ese agujero. Volvió a la rutina de levantarse a las cuatro de la mañana y volvieron las duchas con agua fría.
La sabiduría popular recogida en nuestro refranero también está cargada de alusiones al esfuerzo: “No llega más lejos el que puede sino el que quiere”, “no hay atajos para el éxito” o “el trabajo duro siempre paga”.
Les conté una vez el caso de @nano.jr10, el chaval que mantenía a su humilde familia con dos trabajos porque con uno no le bastaba por la precariedad salarial a la que se enfrenta un joven sin estudios como él. Se levanta temprano para ir a un almacén y hacer reparto de Amazon y por la tarde empalmaba con su trabajo en la tienda VIPs. Se acuesta a las dos de la mañana y se levanta a las nueve. Así “to los días”, como él dice. Duerme sus siete horitas y “bien a gusto”.
En el entorno actual con personajes negativos como Samantha Hudson pregonando en televisión y universidades que “hay que abrazar el fracaso” o que “el esfuerzo no sirve para nada”, hay que hacer valer la fuerza del martillo y la delicadeza del cincel para conseguir nuestros sueños.
El esfuerzo dignifica y es lo que marca la diferencia. Seamos martillos y busquemos clavos para fijar los pasos que nos lleven a nuestro objetivo en la vida. El camino es largo, muy largo y sacrificado pero cada paso que se da es uno menos que nos queda para conseguir nuestros sueños.
La buena noticia es que no por ser largo es eterno. Se puede conseguir en menos tiempo que el resto. Depende de la intensidad del martillo. Ya saben, levantarse muy temprano, duchas frías y dedicar más horas que otros.