Con este titular, no me refiero a ningún partido político, no se confundan que últimamente está todo de aquella manera y a la espera de una Segunda Venida de Cristo.
Me refiero a que el inframundo de los delitos contra del arte ya cuenta con una nueva generación. Sangre fresca en el oficio y que sube con pujanza y con un estilo arrollador.
¿Diferencias con los antiguos? No tantas, pero las hay ¿Víctimas? Esto no ha cambiado , sigue siendo el nuevo rico que además últimamente es tonto del haba ¿Objetivos?. Aquí si que ha cambiado el asunto.
Los hay geniales como el anticuario hindú Monson Mavunkal, que vendía la vara de Moisés y el Corán de Sadam Hussein en Nueva Delhi. Pero este no merece ser considerado, porque lo han metido en el talego y no por estafador, sino por violador de menores reincidente y continuado, y dudo que incluso salga vivo de prisión.
Vamos por pasos ¿Qué diferencias hay con los delincuentes de la vieja escuela?
La primera es que ya no suelen meterse normalmente en líos con el Crimen Organizado directamente. Digo directamente, porque indirectamente y sin saberlo, si lo hacen. El primer eslabón de la cadena del Crimen Organizado son los marchantes corruptos. Es como un “primer filtro”. Si les engañas a ellos como ha hecho Iñigo Philbrick, lo que suele pasar es que simplemente te borren del mapa comercial. Y ha tenido suerte.
Otra es que ahora venden lo que no tienen, ni aunque sea falso, pero especulan rápidamente gracias a las app’s aplicando el principio de “coge el dinero y corre” o el de “Yo no sé. La tablet se ha colgado”.
También nos encontramos con los estafadores perseverantes, como el anticuario barcelonés J.B.P., especializado tráfico ilícito en arte egipcio expoliado que sigue teniendo stand en Feriarte a pesar de la calidad del comité de selección de la feria.
Está también el que trabaja en un museo, roba y vende por Ebay que más conservadores pero incontestables, ya que las piezas robadas al menos son buenas aunque no estén catalogadas ni fotografiadas, lo que además tiene su atractivo comercial.
Esta nueva versión está proliferando mucho, en las modalidades de ladrón y estafador, como es el caso del pufo de las NFT’s. Esta variante ha durado porque las transacciones son privadas y se pagan mediante criptomonedas. Muy à la page, pero los delitos virtuales son iguales que los de arte convencional con diferente nombre: hinchar precios, copias, falsificaciones, falsas subastas, etc. Más tecnológicos, eso si.
Las Víctimas como decía son del mismo tipo. El nuevo rico, pero también hay que añadir que hoy es más tonto que el de antes y como además vive encerrado en su estudio de diseño de App’s , no se entera de nada. Sólo gasta compulsivamente como un niño caprichoso, que es lo que es.
El moro con posibles sigue siendo una víctima propiciatoria y el patán ruso también, pero los nuevos estafadores han aprendido que con uno y otro, hoy ya no se juegan sólo las piernas, sino que toda su familia y el perro pueden ser borrados de la faz de la tierra.
Los Objetivos si han cambiado sustancialmente. Estafar a diestro y siniestro sin moverse de casa. Al nuevo estafador se le reconoce por el culo que tiene por pasar horas delante del ordenador. Es ecuménico. ¿Por qué no pegar un palo desde Córdoba a un memo en Quebec con un click? . Pero también un hortera irrecuperable. Hoy lo que prima es hacerse rico lo antes posible y ser famoso, como las Chonis y los Canis de los reallities . Lo que antes era un descrédito o el suicidio profesional hoy, es indispensable para triunfar o tal vez buscarse otra salida profesional . Ya sea por las redes sociales o las series de televisión, estas nuevas generaciones rentabilizan sus pufos cobrando interesantes royalties y derechos (series y libros).
Como se ve la Brecha Generacional también se hace evidente en esto de los delitos del contra el Arte y el Patrimonio.
Jorge Llopis, pecadosdelarte.com