La masificación turística sigue arrojando cifras récord de visitantes en las Islas Baleares, un destino que, temporada tras temporada, se enfrenta a nuevos retos debido a la alta afluencia de turistas. Las previsiones para este verano ya anticipan que se volverá a batir la cifra de visitantes, lo cual conlleva varios problemas:
Calidad de la experiencia turística: La imagen de paraíso natural y de relax que se vende a los turistas, especialmente en islas como Menorca, se ve comprometida. En momentos punta, encontrar un sitio en la playa o hacer una reserva en un restaurante puede ser una tarea ardua, afectando la satisfacción del visitante.
Consumo de recursos naturales: La actividad turística consume grandes cantidades de agua y territorio, además de generar contaminación. Los ingresos obtenidos de esta actividad rara vez se reinvierten adecuadamente en la restitución de los recursos naturales afectados.
Hace ocho meses, el Govern balear anunció la realización de un estudio de carga máxima para monitorizar la masificación turística mediante dispositivos tecnológicos en ciertas zonas. Sin embargo, aún no han trascendido los datos ni se ha concretado cuándo y dónde se llevará a cabo el estudio.
Para evaluar la sostenibilidad del turismo en Baleares y limitar su impacto, es esencial considerar varios factores, alineados con los estudios de impacto ambiental y la medición de la huella ecológica humana.
Consumo de recursos materiales y energéticos: Es fundamental medir la cantidad de materiales y energía necesarios para producir los servicios turísticos. Esto incluye todo, desde la construcción y mantenimiento de infraestructuras hasta el suministro de servicios básicos como agua y electricidad.
Generación y absorción de residuos: Los sistemas ecológicos locales deben absorber los residuos generados por la actividad turística. Esto abarca desde desechos sólidos hasta emisiones de gases y aguas residuales, evaluando la capacidad de las islas para gestionar y minimizar estos residuos.
Uso de infraestructuras y equipamientos: La ocupación de terrenos por infraestructuras turísticas reduce las hectáreas disponibles para ecosistemas productivos. El estudio debe considerar el impacto del desarrollo urbano en los espacios naturales y su capacidad para mantener la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
La huella ecológica es una medida que permite evaluar la sostenibilidad del estilo de vida humano y la biocapacidad del planeta. Para calcularla se utilizan varios factores:
Biocapacidad del territorio: La capacidad del entorno local para generar recursos renovables y absorber residuos. Esto incluye la productividad de ecosistemas naturales y agrícolas.
Actividad humana: Los recursos consumidos y desechados por los turistas y residentes. Este factor incluye el análisis del consumo de alimentos, agua, energía y otros recursos.
La fórmula más sencilla para calcular la huella ecológica es dividir el consumo por la productividad.
Conociendo estos datos, se puede comparar los recursos consumidos con los generados por el entorno local en un año. Si el resultado indica un déficit ecológico, significa que existe una falta de espacios biológicos para satisfacer las necesidades actuales y absorber los residuos generados.