Hoy la sanidad pública está fabricando a destajo el gran depredador del colectivo médico que ataca el eje del quehacer asistencial, como es la relación médico paciente cuyas consecuencias deshumanizadoras son trágicas para el paciente y para el médico, atrapados en un contexto, en el que las administraciones sanitarias, en su modo de gestionar son directamente responsables de ese cáncer maligno que metastatiza todo. Burnout o “estar quemado” es un vocablo de la jerga de la abogacía, que después pasó al mundo del deporte y posteriormente se extrapola, en 1974, al ámbito de la psicología para describir el desgaste y posterior huida del personal voluntario que ayudaba a los pacientes toxicómanos. Es pues un estrés que está relacionado con el contexto laboral y que resulta del desequilibrio entre las demandas que el ejercicio profesional exige y las capacidades de afrontamiento del trabajador.
El burnout, síndrome del profesional quemado o desgaste profesional es una respuesta emocional inadecuada a micro estresores ocupacionales crónicos, cuyos rasgos más importantes son : agotamiento físico y psicológico, actitud fría y despersonalizada en relación a los compañeros y a los usuarios e intensos sentimientos de fracaso personal. Se manifiesta en forma de síntomas psicosomáticos: fatiga, algias, alteraciones del sueño, somatizaciones digestivas y sexuales etc…,así como síntomas ansioso-depresivos, alto absentismo e insatisfacción laboral con deseos de abandonar el trabajo ,baja autoestima, bajo rendimiento y dificultades en las relaciones interpersonales, abuso de alcohol, disfunción familiar, baja calidad de vida , baja productividad y mala calidad en la prestación de los servicios, siendo finalmente las victimas los ciudadanos y los usuarios.
Es pues un problema de salud pública, en el que se da el fenómeno del “iceberg”, es decir la proporción oculta de profesionales afectados es mucho mayor que la que sale a la luz y es conocida. El propio profesional tiene muchas veces dificultades para reconocerlo, ya que muchas veces lo niega o no sabe que lo padece, ya que aparece insidiosamente, evoluciona de forma paulatina y aumenta progresivamente su severidad; muchos de ellos son diagnosticados y se les da la baja con diagnósticos de depresión, ansiedad o estrés.
Esta enfermedad laboral que afecta del 30% al 50% de las profesiones de servicio es un “cáncer” del sistema del bienestar público y democrático, ya que ataca a tres pilares básicos: sanidad, educación y justicia, considerándose como grupo de alto riesgo a los profesionales que trabajan en estos ámbitos. El médico, se siente atrapado en el usted no puede ganar, no puede empatar pero tampoco puede abandonar el juego. Afecta a nivel individual y grupal, hablándose entonces de “staff quemado”, es decir servicios médicos, juzgados, colegios, centros de salud etc. quemados. Por otra parte, las diferentes administraciones se muestran indiferentes y muchas veces son cómplices perversas de esta situación, que interesadamente no quieren reconocer y abordar.
Hay varios modelos teóricos: ecológicos, psicológicos o caracteriales y sociales u organizacionales que explican las causas del burnout. Muchos autores conceden mucho peso etiológico a las variables del contexto laboral que van a determinar las experiencias negativas del sujeto y la asintonía o desajuste entre los interesesde la empresa o administración, generalmente publica y las necesidades de los trabajadores. Evidentemente los elementos personales, sobre todo los esquemas cognitivos y las estrategias de afrontamiento, también son muy importantes.
¿Cómo responder, prevenir y abordar la fatiga de la compasión, de la justicia y de la instrucción-enseñanza? Teniendo en cuenta su naturaleza multifactorial, es preciso actuar a todos los niveles, aunque los factores organizacionales deban de ser responsabilidad de las administraciones y un objetivo y exigencia prioritariade las organizaciones sindicales y profesionales.
¿Por dónde empezar? por lo más obvio: saquemos a la luz las cifras del burnout, hagamos un mapa del burnout que permita detectar y cuantificar a los excelentes profesionales “quemados”, cuyo número aumenta, a pasos agigantados en los programas terapéuticos del médico enfermo de los colegios de médicos.
Prioricemos la ayuda y la atención a los que ya lo padecen y establezcamos programas preventivos de información y sensibilización. Es necesario poner en marcha el llamado “salario emocional” que permita la imprescindible conciliación de la vida familiar y laboral. Pero no hay que olvidar y si exigir que las administraciones asuman su responsabilidad y pongan en marcha programas de identificación y de evaluación, para posteriormente, poder elaborar estrategias de intervención integral.
Mientras van implantando “ la ética organizacional “ y una auténtica política de recursos humanos los sindicatos y las diferentes asociaciones debemos negociar ,exigir y conseguir de forma progresiva, pero sin pausa y utilizando todos los métodos de presión ,tanto activos como pasivos, cambios organizacionales como: generalización del salario emocional(¿ porque el plan concilia solo se aplica a los funcionarios de la administración central?), delimitación de cargas máximas, equilibrar productividad y calidad ,racionalización de los recursos y de los medios, negociar objetivos realistas, implementar programas de optimización donde se prime la suficiencia y no la maximización, poner en marcha sistemas de retroinformación administración-profesional, planes de prejubilación, incentivos justos y proporcionados con la carga de responsabilidad que conlleva la actividad profesional, formación continuada y acreditada, programas de movilidad interna, aplicar la ley de prevención de riesgos laborales con especial énfasis en los riesgos psicosociales y como aspecto clave el desarrollo de sistemas de promoción individual, es decir la llamada carrera profesional, que nuestro sindicato considera como la mejor herramienta en la gestión de los recursos humanos para conseguir la motivación y la excelencia de sus profesionales.
No existe ninguna estrategia simple y universal del burnout, pero es evidente que ante los estresores organizacionales las estrategias individuales de afrontamiento son ineficaces o paliativas, siendo clave el papel de los sindicatos y de las organizaciones profesionales.
Se puede hacer bien de medico al 50%? ¿Cuántas bajas por depresión, ansiedad y estrés de larga duración son en realidad burnout sumergido?¿cuántos médicos que son denunciados, agredidos ,que se acogen al PAIMM (programa del colegio de médicos para ayudar a médicos enfermos), padecen burnout?¿cuántas negligencias y fallos médicos ,cuantos abandonos profesionales, cuanto maltrato a pacientes, usuarios, son debidos a profesionales con burnout?¿Que relación existe entre el fenómeno creciente del mobbing y el burnout?
¿Cuánto potencia el burnout el impacto traumático de las agresiones al personal sanitario? ¿cuánta deshumanización conlleva el burnout? ¿en qué manera estigmatiza al profesional y etiqueta negativamente a las instituciones? ¿cómo deteriora el clima laboral y aumenta los conflictos interpersonales en este ámbito? ¿porque se sienten tan culpables y se revictimizan los profesionales que están de baja por depresiones u otros trastornos psíquicos o psicosomáticos, pero que en realidad padecen, muchas veces un burnout? ¿por qué desarrollan sentimientos ambivalentes y fóbicos a su trabajo, a pesar de ser grandes profesionales?
Sabemos que no existe el gen del burnout, sabemos que debemos evitar socarrarnos del todo, y deberíamos saber que somos personal de alto riesgo pero no hemos de permitir que la administración haga el papel de don Tancredo, ya que el burnout es un distrés laboral crónico en el que los factores organizacionales tienen un gran peso. Debemos protegernos de la antropofagia de las instituciones que como el dios Cronos devoran a sus hijos.
Nosotros desde la confederación estatal de sindicatos médicos vamos a priorizar la salud laboral, que va a ser un objetivo irrenunciable.
Mientras tanto hemos iniciado charlas, jornadas y cursos de información, divulgación y sensibilización de esta enfermedad laboral, (ya hay sentencias de invalidez absoluta por burnout), tan frecuente, tan sumergida y por lo tanto tan poco diagnosticada y de tan graves consecuencias, ante la cual las diferentes administraciones deben de asumir sus responsabilidades y reaccionar ya.
Como? muy fácil, podían empezar aplicando, con voluntad no solo política sino presupuestaria, una ley que lleva muchos años de vigencia y que es la gran asignatura pendiente del estado español: la ley de prevención de riesgos laborales, cuyo cumplimiento debe de ser controlado y tutelado por la Inspección del Trabajo.
La CESM se compromete con los 165.000 médicos a luchar por su salud laboral desde un modelo confrontativo contra la administración, que es la que debe de preservar y cuidar al colectivo médico, que lideran la asistencia sanitaria.
Nos quema ver quemados a grandes profesionales. Tolerancia cero y como dicen en Huesca TRALLA sin REBLAR.
Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.