Debido a, o a causa de, las elevadas temperaturas a que la insensata canícula nos somete —sin ninguna consideración por parte de la Madre Naturaleza (a la que quiso, ingenuamente, doblegar don Simón Bolivar, el Libertador sudamericano, ejemplo de clarividencia y gilipollez insana)—, la mente se nos nubla (como quien no quiere la cosa) y nos ofrece disquisiciones a media distancia entre lo “borde” i un “diálogo con el cuñado de turno”.
Y heme aquí, entre calores molestos, dándole a la bola estúpida de los razonamientos sin razón y a las imbecilidades más nobles.
El enigma de la Historia sigue siendo la pura realidad: la vida y la muerte; o si lo prefieren, la Vida y la Muerte. Uno, en cuanto su uso de razón le permite empezar a cuestionarse aspectos de órdago, le da al magín y comienza a plantearse el principio y el fin de lo humano. En los años prejuveniles, lo primero que aparece es el concepto de la Muerte, y eso suele surgir durante la visión del primer ataúd que se le pone a uno por delante; generalmente un féretro cargado de familiaridad: una tía abuela, una prima segunda de una tía, un abuelo que vivió muchos años en México… y, últimamente, por aquello de la esperanza de vida, hasta una bisabuela. A un chavalín, jamás se le ocurre pensar en el origen de la Vida; con lo contento que está de participar en este festín colectivo —mimado constantemente por sus progenitores y otros ancestros, ¿cómo le va a pasar por la mollera cuestionarse de dónde carambas procede? En la mitad de un ágape nupcial, a nadie con dos palmos de cerebro se le acude pensar en cómo se conocieron los novios: en momentos como estos, la gente está concentrada en el lechal y la langosta y ¡vamos a dejarnos de tonterías!
Un servidor, si se me permite la personalización, se preguntó por primera vez en su vida, entonces muy corta, qué caracoles pasaba cuando vi bajar por las escaleras de mi casa a mi tía abuela embutida en una caja de madera; muy normal no era esta situación. Pregunté a mis progenitores y recibí como respuesta un escueto “se ha muerto”. Y yo, que ya despuntaba maneras, me dije: “algo malo le ha pasado a mi tía abuela: ella no suele bajar las escaleras encerrada en una caja”. Repregunté y no conseguí superar las expectativas: “se ha muerto”. Y yo que me redije: “pero bueno, qué coño (no dije coño, dije carambas) quiere decir que se ha muerto, ¿que no va a volver a regalarme caramelitos de fresa?”. Y me dijeron que no, que la iban a soterrar y que ni caramelitos de fresa ni espasmos respiratorios: que la tía abuela había dejado de existir. “Pero bueno, ¿esto qué es?”. Y me explicaron que igual que nacemos, morimos. Y tan frescos.
Desde entonces, no he dejado de pensar en la Muerte. Hasta muy entrada mi calvicie, nunca me planteé nada relacionado con la Vida. Entre medio, pensé lo curioso que era que a los muertos les representase el negro y a los recién vivos se les asignase el blanco. “¡Mira tú qué curioso!”. En la misma calificación de colores, a los niños les ponían camisetas azules y a las niñas, rosa ¡Hay que ver!
Hubo un día, sí, que mi cerebro reaccionó a mis planteamientos existenciales y comencé a ver —que no a entender— que había un principio y un fin. Aunque no llegaba a pillar en qué consistía este principio ni aquel fin. ¡Quiere decir esto que las cosas comienzan y acaban? ¿Y por qué?
Durante mi período vital —en el que, afortunadamente o no, aún estoy inmerso— no he tenido tiempo libre como para dedicarme a tamañas estupideces; un trabajo, un sueldo, hijos y nietos y problemáticas banales: this is my life. Ahora, cuando estoy en una etapa casi trágica de mi periplo por este mundo, es cuando me empiezo a mosquear con toda esta historia de la Vida y la Muerte. Y es ahora, justamente, cuando, removiéndome entre transpiraciones y sábanas, me viene al caletre una reflexión: ¿recuerdo algo de mi vida antes de mi vida? No. ¿Recuerdan los muertos algo de antes de su muerte? No lo sabemos, pero será que no. Luego, probablemente, no haya Nada antes de la Vida y, por pura reciprocidad, no haya Nada después de la Muerte. Es lo que hay. ¿Como los minerales? ¿Como los vegetales? ¿Como los hipopótamos? Pues, seguramente sí.
Y una vez resueltos estos interrogantes tan trascendentes, se me aparece otra cuestión no menos baladí: ¿entonces, Quien putas ha creado un mecanismo tan perfecto como el cuerpo humano? ¿O el feldespato? ¿O la mirada hambrienta de un leopardo? ¿Nadie? ¿Este Nadie se llama Dios? ¿A Nadie se le ha ocurrido montar un artilugio tan exacto y preciso como los huesecillos del oído, que permiten escuchar el canto de los ruiseñores o las canciones de Laticia Sabater con total claridad auditiva? La verdad es que no entiendo nada. Yo veo que a los muertos, en general se les respeta; se dice que se les debe un respeto; pero, y a los todavía no nacidos, ¿se les debe un respeto? ¿incluso antes de su previsión?
A mí, todo esto me parece, por una parte, una farsa de manda huevos y, por otra, algo inexplicable. La verdad es que ya me estoy hartando de tanta tontería. Antes de ayer se me murió una planta, una hexilasis veratemia y, momentos antes de expirar, intenté sonsacarle algo acerca de su vida anterior: no hubo manera. Lo mismo hice con una hermana de mi abuela y tampoco obtuve resultado alguno; siempre llego tarde. Aquí lo jodido es que no puedo preguntar a un niño que nacerá en abril del año 2025. No encuentro a ninguno.
Total, que me voy a quedar con las ganas de saber alguna cosa plausible sobre el misterio de la Vida y la Muerte. Con sólo una de las dos vertientes me daría por más que satisfecho.
Esperaré a mi fallecimiento y ya les cuento. Prometido.
Y si no les cuento nada, es que todo es un camelo y no hay nada que aclarar. Vida y Muerte: la Nada.
… tú mismo te respondes, nada hay antes de la existencia… luego tenemos una ventana vital de unas décadas, donde hacemos lo que podemos y disfrutamos lo que nos dejan, y luego volvemos a la nada más absoluta, pero que nos quiten lo bailado… y de eso trata eso tan manido del sentido de la existencia = VIVIR… como si no fuera nada… vaya regalo… carpe díem, aprovechémoslo… En cuanto a la estupidez de imaginarse constructores de oídos y tal, no seamos tan niños… son millones de años de evolución, y los órganos están vivos y se replican hacia el infinito, mejorando a cada nueva hornada… y lo hacen sólos, desde las primeras células primigenias… el creacionismo religioso es tan fantasioso como el terraplanismo o como creer que real madrid es el mejor club del mundo… pero siempre habrá ilusos… y en el otro lado, gente algo más inteligente…