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“El aviso de Puigdemont”

Un artículo de Domingo Sanz

Puigdemont, durante una entrevista.
Puigdemont, durante una entrevista.

Resulta deprimente la cantidad de teclados que otras veces fueron plumas y que pierden la compostura sustituyendo el “análisis concreto de la situación concreta” en cualquiera de sus versiones, incluidas las no leninistas, por textos que son, sobre todo, las pruebas evidentes de que no saben digerir derrotas que son ajenas pero que, no obstante, sufren como propias, aunque ellos no formen parte de unas instituciones que, burlándose de un legislador que ha legislado, siguen persiguiendo a alguien que, conviene recordarlo, solo ha venido para reclamar a Sánchez la parte incumplida de un contrato.

Y asumiendo toda clase de riesgos, incluidos los políticos, porque Puigdemont, no está organizando la destrucción de las urnas en Catalunya. Su trayectoria lo demuestra, y también que seguirá compitiendo de igual a igual para poder gobernar.

¿Y cuál es el comportamiento de cualquier persona que tiene deudas con otra?

Pues que se calla como un muerto, o sea, Pedro Sánchez. Y no es que no sepa hablar o escribir, que bien lo hizo para movilizar a favor de su Illa salvador unos votos que quizás fueron decisivos, pues hay miles de catalanes que simpatizan con cualquiera a quien persiga un juez como Peinado.

¿Y qué debe hacer un acreedor?

Pues conseguir que se entere todo el mundo, por si alguien tiene alguna idea que sirva para convencer al deudor de que tiene que pagarle.

A mí, todo lo ocurrido me parece normal.

Obsesiones aparte, que hablando de política casi todo es cambiante, en este cuento tan real de Puigdemont y Sánchez a nadie le puede caber ninguna duda sobre quién es el fuerte y quien sigue siendo el perseguido.

Si a lo anterior le sumas que los peligros para la democracia vienen siempre de los poderes, tanto reales como ocultos o difusos, regresaré al principio para terminar diciendo que no comprendo cómo puede haber tantos que, cuando piensan en unos independentistas catalanes y republicanos que incluso siguen siendo pacifistas, son incapaces de convertir en buenos sentimientos las vísceras que confunden sus ideas pero, en cambio, nunca recuerdan que sigue existiendo una Zarzuela con tanta tradición golpista y a cuyo titular nadie le puede sentar ante ningún juez porque está por encima de cualquier ley.

El día que los de Puigdemont en Madrid se enteren de tal agravio comparativo, un montón de dormidos se despertarán y a unos cuantos miles de los peores les dolerá.

Voy a buscar a alguien para que se lo cuente al catalán.


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