Emociones y sentimientos. De eso estamos hechos y así somos. Cuántas veces decimos y que mal aceptamos el no tener palabras para comunicar lo que sentimos y cuantas veces lo vivimos como un rechazo o como una incomprensión. Las palabras no son imprescindibles para expresar las emociones, pero en cambio los sentimientos difícilmente se pueden comunicar si no se traducen en palabras. Pero hay mucha ignorancia en el laberinto sentimental de lo que se deriva el tótum revolútum del léxico emocional que utilizamos.
Muchas personas desconocen que sufren de alexitimia que es una incapacidad para darse cuenta, expresar y comunicar sus sentimientos. Cuantos malentendidos sociales y de pareja son debidas a la ignorada alexitimia. Muchas veces la crítica “es que nunca ha sido cariños@”. Las emociones tienen lugar en el teatro del cuerpo y los sentimientos en el teatro de la mente, como dice el neurocientífico Antonio Damasio. Las emociones primarias, como la ira, la tristeza, la alegría, el asco, el miedo y la sorpresa son fácilmente reconocibles en los seres humanos y en muchos animales. Ya ven no olviden que descendemos de un mono asesino. Aunque resulta más complicado, también son identificables las llamadas emociones sociales, como los celos, la envidia, la gratitud, el orgullo o la admiración. Pero los sentimientos se caracterizan por ser invisibles, personales e intransferibles.
Somos únicos y nuestra singularidad e identidad vienen dadas por lo que sentimos. Los celos son afectos constitutivos del ser humano. No hay ser viviente que no los haya experimentado. Conviene reflexionar sobre ello porque es una de las emociones que más connotación negativa tiene. Cuando el ser humano nace forma una relación de total dependencia con su madre. Como no puede procurarse solo alimento ni seguridad forma una unidad con su madre. Luego, a medida que se crece, el otro es distinto a uno, pero hay una construcción de uno mismo a través de la mirada de ese otro y, además, la necesidad de alimento y de afecto continúa y el deseo es que quien la provee, generalmente la madre, lo haga en forma permanente. Entonces, aparece un hermano que también quiere lo mismo, o un papá, y esa ilusión de que el otro esté siempre con uno y nos pertenezca se hace añicos. “Hay celos motores, que tanto en una pareja como en otros vínculos pueden contribuir a mejorarlos -advierte la psicóloga M. Pugliano-.. Por eso son controladores, vigilantes, asfixiantes, inseguros, depresivos y siempre dependientes.
El pacto secreto que construyen es: «Te doy todo, pero dame todo, si no, serás mala y deberás ser castigada.» De allí a la violencia hay un solo paso y, si bien es más frecuente de parte del varón, eso no indica que los celos enfermizos sean más habituales en ellos.” Así, la dialéctica celotípica transforma la vida en una tragedia, de los celos patológicos no se sale sin ayuda profesional “Todos somos celosos porque todos nacemos con dos miedos: a la pérdida y al ataque. No todos vivimos con la angustia del miedo a la pérdida, pero el celoso sí mantiene ese temor. La capacidad de admitir la existencia de otro (como distinto de uno mismo) derriba la ilusión de ejercer un control absoluto sobre esa persona, terreno fértil donde crecen los celos más “enfermizos y enfermantes”.
Muchas veces los celos se acompañan de intensos sentimientos de inseguridad, auto compasión, hostilidad y depresión dañando la calidad de vida de los integrantes de la pareja llegando a ser muy destructivos. Hay que buscar la ayuda.
Recuerden y más ahora y en estos tiempos recios , en derrota transitoria pero nunca en doma.
… nunca he entendido los celos…