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La lana se convierte en tendencia en Menorca

Este pasado sábado, unas cincuenta personas participaron en la primera actividad de la temporada organizada por el Parque Natural de s'Albufera de Es Grau

Esquilando, que es gerundio
Esquilando, que es gerundio
Foto: Parque natural Albufera d'es Grau

Hace miles de años que se esquilan ovejas, pero ahora ha dejado de ser solo una tarea periódica y engorrosa para mantener sano al ganado. Hoy forma parte de un giro en la historia del tratamiento de las ovejas y, en particular, de la lana. Desde hace ya algún tiempo hay toda una serie de acciones que van encaminadas en valorizar lo que se convirtió en un residuo, en un problema. En Menorca (y Mallorca) se están consolidando programas que estudian, recuperan y aprovechan la lana. En nuestra isla se hacen jornadas dedicadas a presentar los resultados de estos avances y convierte a la lana en algo en lo que podemos poner nuestra atención con otros ojos.

El esquilado de ovejas y el fomento del consumo local no solo impulsan la economía rural en Menorca, sino que también contribuyen a la preservación de la biodiversidad en la isla. Este pasado sábado, unas cincuenta personas participaron en la primera actividad de la temporada organizada por el Parque Natural de s’Albufera de Es Grau, gestionado por la Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Natural. El evento permitió a los asistentes descubrir de primera mano la importancia del oficio de esquilar, una práctica tradicional que sigue siendo clave para el bienestar animal y el equilibrio ambiental de la región.

Carlos Vélez, el encargado de esquilar las ovejas, explicó que en Menorca se lleva a cabo el esquilado dos veces al año, principalmente con fines higiénicos. Con la llegada de las lluvias, la lana húmeda y sucia puede convertirse en el lugar ideal para la puesta de huevos de moscas, cuyos gusanos pueden causar heridas e infecciones en los corderos. Al cortar la lana, se evita este problema y se protege la salud de los animales.

Vélez emplea una técnica de esquilado neozelandesa que prioriza el confort de los corderos, evitando movimientos bruscos. La lana se retira en una sola pieza y sin necesidad de inmovilizar al animal, en un proceso que, según él, se asemeja a una danza entre el esquilador y el cordero.

La actividad tuvo lugar en la finca ecológica de sa Bassa, ubicada dentro del parque natural, donde Víctor Olives, un agricultor local, cría corderos de raza menorquina. Esta raza está especialmente adaptada a las condiciones de sequía típicas del verano menorquín, lo que refuerza el compromiso del parque con la conservación y el uso de razas autóctonas.

Además de la importancia de la lana, se destacó el valor del consumo de productos locales, como la carne de cordero. Fomentar el consumo de alimentos producidos en la isla no solo reduce la contaminación y mejora la salud de los habitantes, sino que también apoya la continuidad de la agricultura y la ganadería, fundamentales para el sustento de la comunidad rural. Esta actividad agrícola también tiene un impacto positivo en el paisaje de la isla, creando un mosaico que favorece la biodiversidad y mantiene el equilibrio ecológico.

El esquilado de ovejas, lejos de ser una práctica del pasado, se ha convertido en una herramienta clave para la sostenibilidad de Menorca, tanto en términos económicos como ambientales.


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