“El Camino”, es una de las mejores novelas de Miguel Delibes. Su protagonista, Daniel “el mochuelo” , se va del pueblo a estudiar bachillerato a la ciudad. La noche anterior, hace capítulo de lo que ha sido su vida en el pueblo con sus amigos, Roque “el moñigo” y German “el Tiñoso”. Delibes consigue algo que yo no consigo, básicamente porque el pueblo , “et in arcadia”, que el retrató no existe ya. “El mochuelo” “el moñigo” y “el tiñoso” recuerdan en el hogar del pensionista de un pueblo sin niños lo que fue su infancia y lo que es su vida, hoy.
Yo también estoy en el camino. Igual que la portada de una de las ediciones del libro voy con una bicicleta. En la ruta hay algunos pueblos. Si los atisbo de lejos, ya es una suerte. Los municipios son pequeños, agrícolas o ganaderos, nada de industria, nada de polígonos. Hay otros que ni se ven, me surgen de repente por carreteras terciarias.
Llego a un pueblo de los escondidos, a dormir en una casa. El navegador me manda a una hora y cuarenta y cinco minutos de distancia de donde estoy plantado vestido de ciclista. Es imposible, pero es que a estos pueblos no llega ni el satélite. Efectivamente, llamo por teléfono y en cinco minutos me vienen a buscar. Tiene piscina me dicen, vamos a verla y ha llovido tanto que se ha desbordado. Si lo comparo con las piscinas de Menorca es más o menos un patio trasero de gallinero, con reconversión parcial en una “poza de cemento”. Pero es una piscina en términos estrictos. En Menorca, esta piscina como mucho sería hinchable. Las licencias urbanísticas correspondientes no la calificarían como obra menor, y de tan pequeña, creo que no sería ni obra mayor ni menor, o sea una ilegalidad.
Ellos están felices y orgullosos, y me parece bien que así lo estén. Hambriento, no hay servicio de comida ni de bebida. El único bar abierto del pueblo en la plaza de la iglesia no hace “bocatas” hasta las siete y media de la tarde. La oficina de correos es una placa en una esquina y un buzón debajo. No hay cura para rezar el rosario, siete mujeres del pueblo se reúnen en la iglesia para orar. Sigo sin poder comer, me dicen que el bar del “hogar del pensionista”, es en donde más posibilidades tengo, pero llego allí y los lunes cierra por descanso y eso que es contiguo con el geriátrico. ¡¡ El bar del jubilado cierra por descanso¡¡¡.La vejez no descansa nunca.
Vuelvo de la iglesia y me encuentro con un contenedor de basura con una pintada que dice “vivan los quintos del 2024”. Unos chavales están tuneando un coche, en plena calle.
Aquí no hay mar mediterráneo, lo que hay son algarrobos, encinas y alcornoques en muchos kilómetros a la redonda es otra forma de mar que rodea.
En otro pueblo por la ruta , la farmacéutica es de las de “vuelva usted mañana” o el lunes y se la avisa por el timbre ya que tiene su vivienda encima de la farmacia, justo pegada al consultorio de la Seguridad Social donde han colgado una pancarta que reivindica la permanencia del médico rural. En Menorca nosotros tenemos problemas médicos. Aquí, los médicos son puestos en picota por la prensa, a la ligera y sin saber, y la sanidad se está sacando adelante a costa de la vocación de los médicos. En unos lados los vecinos no quieren que se vaya el médico y en otros los médicos prefieren no venir, o marcharse fuera.
Entre un pueblo y otro hay tres provincias de distancia, pero en esencia es lo mismo, no hay niños en ningún lado, y la misma forma de vivir la misma insularidad. Yo no tengo muy claro que a la gente que viva aquí le interese mucho las discusiones sobre los acuerdos de Illa y ERC y las definiciones fiscales. Probablemente me encuentre en el único lugar del universo donde aún se celebran los quintos militares. Lo que si tengo claro es que esta geografía me produce sensación de aislamiento psicológico. Claro que pueden coger la carretera hacia la Nacional pero tardan más que el Ferry a Alcudia.
No tengo ni idea lo que tributarán, pero de lo visto, dinero público, servicios, no parece que reciban. También da la impresión de que más de lo que hacen para vivir no pueden. Aislamiento fiscal. Hacienda somos todos menos estos. ¿Cómo van a pagar impuestos? ¿Para qué? Y entramos en la inversa. Si no pagan, no tienen y si pagan, tampoco. Por no tener, no se ve ni un solo emigrantes o mena. Supongo que ni siquiera habrá trabajo para ellos. En Guijuelo sí que se ven, pero en los mataderos.
Nunca me he sentido aislado en Menorca rodeado de agua. Y sin embargo ahora aquí con la “velo” si me siento. Ellos sí que están aislados de todo, por mucho que una carretera de tercera los comunique con los pueblos más civilizados, que también a su vez necesitaran comunicación con un tercer nivel de pueblos mejor comunicados, con una carretera que ni en pesadillas veremos en Menorca, salvo el “Cami de Cavalls.”
¿ Autobuses?¿ Hospitales? Trenes ni mencionarlos. La discusión aquí no es si los pensionistas o los jubilados pagan transporte publico sino si pagando les ponen una parada de autobús, y con cuanta frecuencia. En otro pueblo pasaba uno al día, a las 14,00 horas y también pasaba el cortejo fúnebre con el cura y los vecinos camino del ayuntamiento por delante de mí albergue. Había dos locales de velatorio en la plaza del pueblo. Que nadie me diga que Menorca es una isla psicológica, esa especie de síndrome, porque le dejo la bicicleta y que vaya a ver mundo en el camino.
Soledad, bajo dos borrascas, mientras subo por la carretera nacional hacia el norte. Mal señalizada, con la calzada cuarteada, se ve que los presupuestos no dieron para poner el número de Km. Se agotó en el nombre del pueblo o de la ciudad. Salamanca todo seguido, pero ¿cuántos Km de seguido.? Eso no lo pone.
Nombres de pueblos que debieron serlo pero que ahora no son nada, señales de cruce que debieron señalizar algo pero que ahora son rotondas de azul autopista. Aumenta la sensación de judío errante por las juderías de Hervas y Bejar. De repente la carretera desaparece, y la nacional 630 se fusiona con una autovía, con enormes carteles de prohibido entrar con bicicleta, y paso de una carretera infame a un camino rural paralelo a la autopista para volver a salir a la antigua nacional 630, que sigue igual de infame paralela de la gran autovía azul. Con los kilómetros que llevo ya me conozco como se rompe el asfalto, y hasta me siento aliviado de que se rompa de esta forma, es una seguridad de que no me perderé.
La soledad de Galicia es diferente. Los pueblos están menos dispersos, pero también está despoblada, ha sido tierra de emigrantes siempre, no como la otra. Veo los ríos con agua los robles, los castaños del otoño, los eucaliptos y los arces, y me cruzo con un autobús escolar. Pero la nacional 525, que desaparece bajo la OU-525, es la misma, con señalizaciones diferentes y de color también distinto. En un punto pasamos del Km “N 525, 200”, al siguiente “OU 525, 201”.Es la misma carretera pero te paras a mirar el mapa y cuando llega a una ciudad se convierte en autovía de carriles, también sin avisar, y te ves incrustado con la bicicleta en el caos de coches y camiones del tráfico fluido. Si hay suerte te señalan el centro, lejos como un oasis deseado, y si no la hay te señalan el occidente y búscate después la vida en el desierto.
Creo, y lo comparto con ustedes para que piensen sobre ello, que no dejamos de tener un país basado en yesería pintada de dorado. Parece sólido y brillante, pero no es sino ilusión y nos impide ser conscientes de la realidad en que debería moverse la política , los impuestos y los presupuesto. Esta es la realidad del camino y la realidad del país.
Ahora manejamos el concepto solidaridad. Ya ha habido muchos años de solidaridad para que estas tierras y estas gentes estén así, quizá el concepto a manejar no sea el de solidaridad sino el del gasto.
En la Galicia profunda veo una figura andando, es una mujer anciana, vestida con unos pantalones masculinos, unas botas de goma, un paraguas del que cuelga una bolsa de plástico y un gorro impermeable. Le pregunto si el camino lleva a un pueblo concreto, y me dice que el camino lleva a muchos sitios. Le pregunto si el camino es en cuesta arriba o en cuesta abajo, y me dice que hay de todo…le pregunto qué tal la vida en el camino y me contesta en gallego “como se pode, non como se quere.”