Cuando mis clientes de cábala vienen a mi despacho, entramos en un lugar donde no se censura nada ni a nadie y podemos hablar claramente de las cosas que les preocupan.
Muchos de ellos me hablan de sus conflictos en el trabajo, en la pareja y con sus familiares más cercanos.
Comienzan narrando acciones que les suceden en el día a día, las razones por las que se han enfadado, sentido dolidos, o simplemente por las que han empezado a odiar a las personas.
No obstante, a mi preguntar de, ¿A quién odias en tu vida?, es complejo que alguien pueda admitir que es así, simplemente porque ni ellos mismos son capaces de admitírselo a ellos mismos.
Pero en ese lugar donde no se sienten juzgados, terminan admitiendo que, en ocasiones, sí sienten rechazo, porque se han sentido heridos.
Cuando sentimos envidia, avaricia, humillación, dolor, el sentimiento que vivimos es el odio.
Odio por no tener lo que el otro tiene, por no ser como el otro parece ser, por sentirnos no amados como habíamos imaginado que debíamos serlo.
Pero ¿Cuál es la razón por la que nos cuesta tanto admitirlo?
Simplemente porque está mal visto, todos pensamos ser muy buenas personas y admitir que odiamos no está bien.
No obstante, ¿Para quién no está bien?
El odio es un veneno que tú te lo tomas y crees que va a matar a la otra persona y simplemente termina contigo lentamente.
Y es curioso, en el momento que somos capaces de admitir que odiamos a alguien, automáticamente eso se puede transformar.
Si con la ayuda correcta reconocemos la causa, la exteriorizamos y le damos una razón de ser, mágicamente se transforma y nos sana.
Sanar las heridas del alma es maravilloso, nos sentimos reconfortados, al hablar de aquello que nos atormenta, se transforma y es como si nos quitáramos un peso de encima.
Cuando hablas de lo que te preocupa con otra persona, siempre y cuando esa persona sea objetiva contigo, lo que sientes se modifica y sanas tu herida de niño herido.
Todo lo que hacemos en esta vida es por Amor o por desamor y todos nuestros instintos más animales nos llevan al mismo lugar, a ese niño herido que no se sintió suficientemente amado en su infancia.
Esta emoción nos ha creado resentimientos y esas heridas en el alma que muchos no sanan en toda su vida, y eso mismo es lo que les hace vivir con esa ira y esos odios hacia los demás.
Intenta mirarte con ojos de ver, ir a un lugar más profundo de tu alma y atrévete a declararte a ti mismo a quien odias, qué cosas te perturban en tu vida y automáticamente comenzará la sanación.
Porque, querido amigo lector, morirse con esos odios, miedos y resquemores, lo único que puede llegar a conseguir es una vida miserable y un alma intranquila sin paz.
¿Y cómo sabrás que te has sanado?
Muy fácilmente, cuando sientas paz en el corazón y tu mente esté tranquila, esa sanación se habrá producido.
Solo entonces podrás caminar en paz contigo y con los demás.