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“Neologismos con apellido”

Un artículo de José A. García Bustos

"Existen muchos ejemplos sobre la lenta pero inexorable evolución del léxico en un idioma".
"Existen muchos ejemplos sobre la lenta pero inexorable evolución del léxico en un idioma".

La lengua está viva y la evolución en el uso de sus vocablos, tanto por la aparición de neologismos como por la caída en desuso o la recuperación de otros existentes, es la mejor muestra de la idiosincrasia de una sociedad.

Existen muchos ejemplos sobre la lenta pero inexorable evolución del léxico en un idioma. Si antes se empleaba la palabra “tío” para mostrar proximidad con otra persona, ahora los jóvenes han pasado a un grado de parentesco más cercano. Dependiendo su procedencia, a unos se les llama “bro” (de brother, hermano) y a otros (normalmente provenientes de Hispanoamérica) se les llama “papito”. Esta ha sido una de mis principales conclusiones empíricas tras horas de poner la oreja en conversaciones de gimnasio.

Algunos neologismos son neutros, producto del avance tecnológico o el surgimiento de modas y tendencias. Así tenemos palabras como selfi, vegano, emoji, bot, trolear o retuitear.

Pero muchos tienen una carga política e ideológica y se usan con intencionalidad política, normalmente peyorativa.

Cuando el mensaje es dominado por la izquierda, como es habitual, se emplean de manera intensiva los términos facha o ultraderecha, con tintes bélico-políticos, para ridiculizar a quien no opina igual que ellos. Mientras tanto, los términos “ultraizquierda” o “extrema izquierda” no tiene apenas peso.

Se dice que Milei es un “ultraderecha” cuando, como escribí no hace mucho, no casa con su acción política. Simplemente se le pretende descalificar por su política disruptiva. Política que, por cierto, es la aplicación de directrices económicas anarcocapitalistas.

Milei no es de ultraderecha porque no busca un Estado centralizado para imponer sus ideas sino que lo que quiere es, precisamente lo contrario, minimizar el aparato del Estado y otorgar las decisiones económicas al ámbito privado. Tampoco se le conocen políticas xenófobas o contra la inmigración.

Al nuevo responsable de Sanidad del gobierno de Trump, Robert Kennedy Jr, se le acusa de antivacunas (otro término rescatado de un uso residual a otro intensivo) cuando afirma no serlo. Dice que quiere buscar evidencia científica en ellas y obligar a las estrictamente necesarias. Piensa que hay un negocio para las compañías farmacéuticas y, por eso piensa que se ha disparado el número de vacunas obligatorias en los últimos años, incluso para enfermedades no contagiosas. También quiere meterse con los componentes de la vacuna y los alimentos para bajar las tasas de obesidad y enfermedades. Afirma que se pasó 30 años intentando eliminar el mercurio del pescado y nadie le llamó “antipescado”.

Pero si entre los neologismos hay un término que está en boca de todos y que pocos saben qué significan sus siglas es DANA.

Una DANA es la “gota fría” de toda la vida, al menos en el lenguaje de la calle, pero suena más aséptico. Intencionalmente se evita nombrar la palabra “fría” porque no casa con años de campaña de comunicación alertando del “calentamiento global”. Frío y calentamiento son términos antagónicos.

Viendo que esa expresión no daba acogida a las nevadas o riadas provocadas por lluvias torrenciales se pasó del “calentamiento global” al “cambio climático” para acoger fenómenos meteorológicos que nada tienen que ver con el calor.

Pero, aunque lo intenten ocultar, su campaña funcionó y en la consciencia colectiva visualizamos el derretimiento de los polos provocados por el calor, cada vez que se alude al “cambio climático”.

Ahora se habla de DANA con toda normalidad. Pocos saben que sus siglas provienen de: Depresión Aislada en Niveles Altos, algo que no hay quien entienda. Y, sin embargo, desgraciadamente es la palabra de moda.

En meteorología, una “Depresión” provoca que el aire ascienda, se enfríe y forme nubes. Eso no casa con la fusión de los casquetes polares que hará que crezca el nivel del agua de las playas. Esas playas como la que baña la mansión más cara de San Diego (California), comprada por Bill Gates, adalid del calentamiento global, en 2020.

No han tardado los políticos europeos (Von der Leyen) y españoles (ministros y nuestro presidente) en culpar al cambio climático de los trágicos sucesos de Valencia cuando éstos se vienen produciendo durante toda la vida. Pero no se olviden que tras esa afirmación están culpando al hombre.

Pero “estos han sido más devastadores que nunca”, afirman quienes buscan el origen en el cambio climático. Es cierto, pero la devastación ha sido por culpa de la irresponsable y culposa inacción política, tanto de los gobiernos autonómico y central.

Sorprende que, para el terremoto de Marruecos en 2023, el gobierno español diera una rápida respuesta para salvar vidas en el país vecino y enviara la Unidad Militar de Emergencias (UME) en menos de 24 horas pero tardaran más de tres días en autorizar su envío a Valencia.

Sorprende también que España sea líder en destrucción de presas, embalses y azudes para que el agua siga su curso, sin contención alguna. Ni siquiera se ha tenido en cuenta que el urbanismo ha crecido en lugares que son cauces naturales del agua.

Sorprende que no se retiraran las ramas ni residuos de los ríos por una política woke (otro neologismo usado de manera intensiva). Cuánto más cargados estén los ríos y torrentes, más sube el agua y más mortífera es.

Sorprende que nuestro presidente no declarara el estado de alarma o elevara a nivel 3 el nivel de emergencia para poder actuar de motu proprio, tomando las riendas, por encima del también negligente, gobierno valenciano.

Sorprende que el presidente se quedara esperando a que le pidieran ayuda.

Tantas irresponsabilidades hacen sospechar que pudieran pretender que esta gota fría fuera más devastadora que sus antecesoras para culpar al cambio climático y seguir con la política marcada por la Agenda 2030. Si eso fuera así tendría que caer todo el peso de la ley, civil y penal sobre quienes, por acción u omisión, han hecho que las riadas de toda la vida hayan causado tantas muertes y daños materiales.

Si consiguen meternos el gol de que la DANA es un fenómeno de cambio climático motivado por la acción del hombre habrán ganado y, a partir de ahí, nos obligarán a restringir derechos y libertades “por el bien de todos”.

Lo ideal sería poner apellido a los neologismos para entenderlos mejor y evitar intencionalidad política. En este sentido se manifiesta José Antonio Maldonado, presidente de Honor de la Asociación Meteorológica de España, el “hombre del tiempo” de toda la vida en TVE. Afirmó en el programa “Debates en Libertad” que: “El cambio climático existe desde que existe el sistema solar, hace 4.600 millones de años. Eso es una realidad. Pero a mí me quedan dudas, con los modelos matemáticos actuales, de que sea un cambio climático antropogénico, es decir, causado por el hombre”. Precisamente lo que nos quieren meter, de manera soterrada, Von der Leyen, Sánchez y compañía. Exijamos el apellido a los neologismos.


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