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“Una infamia no justifica otra”

Un artículo de Emilio Arteaga

Bombardeos en Israel.
Bombardeos en Israel.

El artículo que publiqué la semana pasada en este diario trataba sobre la, a mi entender, injustificable matanza que el ejército israelí está perpetrando en la franja de Gaza. Un amable lector escribió al respecto un comentario en el que me reconvenía, no sin acritud, no haber hecho mención de la espantosa incursión terrorista de Hamás en territorio hebreo, que provocó unos mil doscientos muertos, muchos asesinados después de torturas, vejaciones o violaciones y algunos cadáveres profanados tras la matanza, así como la toma de más de doscientos rehenes, secuestrados y trasladados en condiciones infames a escondrijos en el territorio gazatí y sometidos, con toda seguridad, a un penoso régimen de cautiverio.

Todo ello es cierto e innegable, pero aconteció hace un año y, en su momento, ya escribí sobre ello y manifesté mi más enérgica condena de los hechos, así como mis sentimientos de horror ante la magnitud despiadada de la agresión. Lo que ocurre es que el infame acto terrorista de Hamás ha desencadenado una respuesta también infame del gobierno israelí, que no puede en modo alguno considerarse un acto de legítima defensa, sino un castigo colectivo a una población con características que agencias de la ONU y observadores independientes vienen definiendo como posible genocidio o limpieza étnica.

Una infamia no justifica, no puede justificar, otra, sobre todo cuando es cometida por un estado supuestamente democrático. De una organización terrorista como Hamás puede esperarse cualquier acto criminal repugnante, pero de un gobierno que forma parte de la comunidad internacional integrada en las Naciones Unidas se espera que actúe de acuerdo a las normas, convenciones, tratados y leyes a cuyo respeto se ha comprometido desde el momento en que firmó su adhesión.

La campaña militar israelí en Gaza ha causado ya unos cuarenta y cinco mil muertos e innumerables heridos, casi todos civiles, la inmensa mayoría niños, mujeres y ancianos, así como la destrucción prácticamente total de las infraestructuras del territorio y el desplazamiento itinerante de la población de más de dos millones de habitantes, condenados a deambular y sobrevivir en condiciones infrahumanas, carentes de todo tipo de bienes y servicios. Los hospitales, las escuelas, los sistemas de saneamiento, de producción de energía y todos los equipamientos básicos están destruidos y faltan alimentos, medicamentos y agua potable, lo que ha causado infecciones, malnutrición y muertes por falta de asistencia sanitaria y de fármacos.

Observadores independientes como Human Rights Watch o Amnistía Internacional vienen denunciando la comisión sistemática de crímenes de guerra por parte del ejército hebreo: la utilización del hambre como arma de guerra, la falta de agua potable, la carencia de asistencia sanitaria y medicación y el desplazamiento forzoso continuo como métodos de quebrar la resistencia de toda la población y conseguir una limpieza étnica de al menos una parte de territorio, para ser luego reconstruido y recolonizado por población israelí.

Todo ello, unido a la creciente escalada de agresiones de colonos a palestinos en Cisjordania y los planes de construcción de nuevos asentamientos que hagan aun más inviable la solución de los dos estados, da lugar a pensar que la verdadera intención del actual gobierno supremacista hebreo es la creación del gran Israel, tal como fue concebido por los sionistas históricos, para lo que le resulta imprescindible librarse de los cerca de siete millones de palestinos que habitan Gaza y Cisjordania.

La matanza y las operaciones de limpieza étnica que está cometiendo el gobierno de Israel son injustificables y no se puede aducir el execrable acto terrorista de Hamás como exculpación. Asesinar a casi cincuenta mil civiles, por ahora, y condenar a más de dos millones a la miseria, la desolación y la muerte lenta por carencia de todo no es legítima defensa.

Me reafirmo en la conclusión de mi artículo anterior: el sionismo supremacista que gobierna Israel en la actualidad está dilapidando aceleradamente toda la legitimidad acumulada por el pueblo judío en siglos de discriminación, persecución y exterminio.


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