El solsticio es una forma neutra de desear a todo el mundo, unos días de felicidad, esperanza, paz y amor.
Cuando la tradición nos dice que hace 2024 años en Belén nació un niño en un establo, crea , cuando menos , un símbolo. En estas fechas en que entramos celebramos la esperanza que supone toda nueva vida, la alegría del nacimiento, los buenos sentimientos que un nuevo ser humano nos trae, y lo hace al margen de cualquier religión. Si bien la religión católica ha interiorizado el hecho desde un enfoque teológico, para fundamentar el nacimiento de Dios, hecho hombre, o del Hijo de Dios hecho hombre, no es este el que ha trascendido a todo el mundo. El Islam, el Judaísmo, el mundo oriental, no asume esta época como la del nacimiento de Dios, pero si la acepta como la de los sentimientos de paz, amor y deseos de vida.
Es paradójico que precisamente en la tierra natal de aquel niño, aunque resulte tradicional desde la matanza de los inocentes de Herodes, la violencia está presente en materia o en espíritu. Lo que hemos vivido este año es una tragedia, que ahora se extiende a Siria. Vaya pues mi pensamiento en este solsticio, que significa el comienzo del creciente de la luz hasta el solsticio de verano en que volverá a disminuir, para todos aquellos que están con las armas en la mano, o que pueden recibir un disparo o una bomba, en su cuerpo, en su casa o en su alma, sean inocentes o culpables, por vivir en un lugar atormentado. A mis hermanos, judíos, palestinos, libaneses, sirios, turcos, rusos, ucranianos, que la paz sea con vosotros , con todos, y que el odio desaparezca de vuestros corazones.
Y ¿qué puedo decir de lo que se ha vivido en Valencia, y en los pueblos, con la torrentera y el barro?. Vuestro árbol de Navidad o vuestro Belén puede ser un árbol ahogado o una cueva de barro. No puedo desearos más que consuelo, y unión entre todos para reuniros a pesar de todo. Comprendo que la esperanza es muy difícil que esté en vuestros corazones, y posiblemente no tengáis, en realidad muchos de vosotros nada, pero tenéis que seguir, y que esta época del año no sea la época de la tristeza en la medida de lo posible, sino la del consuelo y del alivio mutuo colectivo de las penas y las dificultades de la vida, en comunidad en los pueblos. Todos juntos, ojala así lo interpretéis.
Mi recuerdo para mis hermanos valencianos, en la desolación, por ellos o por sus amigos y sus familias, para que encuentren un pronto alivio a sus males.
No merece la pena llegar a la última noche del año para hacer balance de lo que nos ha pasado. Bastante es el recuerdo y el deseo de los hermanos que están participando activa o pasivamente en las 58 guerras territoriales que tenemos en esta tercera guerra mundial que vivimos. Que al menos que esta noche sea la noche del descanso del peso de las armas y el principio de su adiós.
En lo que a este país se refiere, es todo muy aburrido. Creo que hemos vivido un año con imágenes frustrantes, desoladoras, en la política, y en la sociedad. La emigración ilegal es uno de los escándalos mayores que existen en nuestra tierra y en el mundo occidental. La carencia de vivienda es una vergüenza. El paro, la precariedad en el puesto de trabajo… Hemos visto el crecimiento de la demagogia y del populismo, y como ganan elecciones personas que defienden unos valores, que serían inconcebibles en el siglo XX, y que no sabemos a dónde llevara en el siglo XXI.
Hemos visto la ambición de poder cómo sea, a costa de quien sea, el de los engaños y las mentiras, el de la lucha por medios interpuestos, el del deseo de causar mal al oponente, y por primera vez el descenso de la tensión de los políticos profesionales a los pequeños pueblos comenzando a hacer un ambiente irrespirable y tenso. No escuchamos ideas sino insultos, la posverdad, las frases ridículas, que son más ocurrencias insultantes que ideas inteligentes, y que generan aplausos en lugares que no son para aplaudir ni jalear.
¿Es esta la imagen interesada que nos quieren transmitir los medios de comunicación?. Puede ser. No lo sé. Es lo que veo. Ojalá me trasmitiesen otras noticias u otra visión de la realidad diferente, pero los hechos son los que son, cambian los enfoques, pero no el hecho. Es diferente la interpretación o los sesgos o matices, pero no el hecho.
Precisamente por esto, por la realidad que no podemos olvidar, es necesario dar más valor al solsticio y a la Navidad para todos, especialmente para los que pasan momentos de dificultad o de riesgo en su vida por cualquier razón.
La Navidad es la fiesta de la reunión, de las cenas, de los amigos, de la familia, pero esto, que está bien, no borra que puede ser además la fiesta de la soledad, del miedo, del riesgo, de la tristeza, del recuerdo de las personas que se han ido.
También es la fiesta de este periódico, que respeta la libertad de expresión y de sus trabajadores comprometidos con su sociedad y con las libertades.
Por ellos, por todos, alzo mi copa en este solsticio, con mis mejores deseos para los próximos días, para los próximos tiempos. Para que la paz sea el regalo que la vida nos trae y nos permita ver, para que la esperanza y los sueños se conviertan en realidad, para que la ausencia de los seres queridos nos lleve a pensar en lo que nos han aportado mientras pudieron, con una buena pinta de cerveza Guinnes y una buena música alegre. Para que la alegría no sea un estereotipado gorro de Papá Noel, ni un matasuegras, ni un cotillón, sino un estado de ánimo del alma. Por todas aquellas personas que sufren una enfermedad psiquiátrica, digo bien: sufren. Por las personas que están en un estado psicológico de depresión, por los abuelos que están en la cena de Navidad solos, por los enfermos en los hospitales, por los enfermos en casa.
La vida es así, y en esta Navidad, una frase: qué bonito reunirnos, que triste marcharnos, que bonito será reunirnos otra vez en algún lugar en algún momento, todos , formando parte de la misma tierra que nos acoge por igual.