Gracias a que el 26 de noviembre los brazos de madera del PP en el Parlament Balear brillaron ciegos en todo su esplendor durante treinta errores seguidos a las órdenes del mismo gesto, se ha salvado de rebote una ley de Memoria que no les gusta, y menos a los que añoran al dictador que sigue muriendo en Mingorrubio.
Hablamos de “memoria” en navidades y recordamos que el 24 de diciembre sucederá lo de siempre, por lo que debemos interrogar a quien llenará las pantallas ese día, el mismo desde 2014 porque antes lo hacía su padre. Y antes, el restaurador de su trono, el que aún no ha muerto del todo.
Memoria es recordar y recuerdo que sé sumar y sumo para descubrir que ha empleado 15.334 palabras en sus diez mensajes navideños y que solo dos veces, en 2016 y en 2020, una de ellas fue “memoria”, aunque nunca referida a la que dignifica la ley superviviente a trompicones en el mismo archipiélago donde veranea en un palacio, el de Saridakis, robado al pueblo usufructuario por los franquistas que aún mandaban, aunque comenzaban a disfrazarse para el futuro inmediato.
¿Se atreverá el mensajero de las nochebuenas de España a romper una lanza por la Memoria valiente, tal como hizo en Italia el día 11 obligado, o no, por un tejemaneje diplomático con Isabel La Católica por medio? Es la memoria de quienes se enfrentaron a los nazis y a los fascistas que ayudaron al golpista del 18 de julio. La de los millones que defendieron una legalidad tan legítima como la de hoy, o más. La de ese “pasado” que a tantos molesta recordarlo
¿O negociará con Sánchez a cara de perro, cual estatua, para convertir cada paso hacia la reparación de crímenes contra la humanidad en esa moneda de cambio que le permite seguir disfrutando de privilegios tan innombrables como el de una impunidad que le coloca al margen de la justicia?