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¿Qué le vas a pedir al Año Nuevo y cómo?

Tener ilusiones es importante, pero más importante es gestionar bien cómo proyectamos esos deseos para hacerlos realidad

¿Y si tus buenos propósitos no se hacen realidad?
¿Y si tus buenos propósitos no se hacen realidad?
Foto: Pixabay

El inicio de un nuevo año es el momento ideal para hacer balance y proyectar metas a futuro. Nos vamos a tomar las uvas delante del televisor, o en la Plaza Constitución de Maó, o en el Born en Ciutadella o donde sea con el ánimo de que el año venidero sea mejor. Sin embargo, más allá de la emoción de establecer propósitos, el verdadero reto radica en cómo los planteamos y, sobre todo, cómo los llevamos a cabo. Según investigaciones recientes, solo una fracción de los propósitos de Año Nuevo se logran, y eso se debe a cómo los gestionamos desde el primer momento.

Las estadísticas apuntan a que nos preocupa nuestra salud

Cada año, millones de personas se proponen metas como mejorar la salud, aprender algo nuevo o alcanzar un hito profesional. En un estudio realizado en Estados Unidos, se encontró que más del 55% de los propósitos de Año Nuevo se centran en la salud, incluyendo hábitos como hacer ejercicio, comer de manera más saludable o perder peso. En segundo lugar, el 34% de los propósitos están relacionados con el ámbito laboral, como ahorrar dinero, organizarse mejor o aprender nuevas habilidades. Los propósitos sociales, como pasar más tiempo con la familia o disfrutar de la vida, solo constituyen un 5% de las metas.

Evitar la sobrecarga mental

Apuntaros esto: el efecto de sobrepensar. Cuando nos proponemos un objetivo, como hacer ejercicio o aprender un nuevo idioma, muchas veces nos enfrascamos en la lucha interna entre lo que “deberíamos” hacer y lo que realmente nos apetece hacer. Esta reflexión constante sobre lo que es “correcto” o “necesario” puede generar resistencia. La clave está en convertir esos hábitos en algo automático. Al principio, puede resultar difícil, pero con el tiempo, una vez que establecemos una rutina saludable, la decisión de seguir con ella deja de ser un proceso mental complicado.

Las recompensas inmediatas

Un factor determinante para alcanzar nuestros propósitos son las recompensas. Las investigaciones demuestran que las recompensas inmediatas, como disfrutar de la actividad misma, son más efectivas para mantener la motivación que las recompensas a largo plazo. Por ejemplo, si tienes que elegir entre dos actividades físicas, como tenis o natación, es recomendable optar por la que más te divierta. Esto aumentará las probabilidades de que sigas practicándola de forma constante.

El problema de los “debería”

El uso de términos como “debería” (por ejemplo, “debería comer más sano”) puede resultar contraproducente, ya que está vinculado con la culpa y la falta de control. Cuando utilizamos esta palabra, estamos reconociendo que no estamos tomando una decisión activa, sino que nos sentimos obligados a hacer algo. En lugar de plantearlo como una obligación, es más efectivo verlo como una elección consciente y voluntaria. Este cambio de enfoque puede marcar una gran diferencia en la motivación.

El sentido de libertad en nuestras decisiones

Otro factor relevante para el éxito de nuestros propósitos es el sentido de libertad en nuestro tiempo libre. Cuando llegamos a casa tras un día de trabajo, es el momento en que nos sentimos más libres para hacer lo que queramos. Sin embargo, actividades saludables, como hacer ejercicio, a menudo se perciben como una amenaza a esa libertad, ya que nos imponen una obligación. Para superar esta resistencia, es útil alterar el entorno de manera que nos motive a actuar, por ejemplo, dejando nuestra ropa deportiva visible o estableciendo horarios para hacer ejercicio que no interfieran con otras actividades recreativas.

Cumplir los propósitos de Año Nuevo no solo depende de desearlos, sino de cómo los gestionamos desde el principio. Al hacer de los hábitos saludables una parte automática de nuestra vida y centrarnos en las recompensas inmediatas y el disfrute del proceso, aumentamos nuestras posibilidades de éxito. A medida que nos volvemos más conscientes de nuestras elecciones y transformamos nuestras decisiones en hábitos, la meta se vuelve más alcanzable.


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