Milú es un perro chiquitito, de dos años, de color marrón canela, convirtiéndose en rubio por accidente.
Todos los días salimos a pasear y me ayuda a ver la vida desde sus ojos chisposos y desde su cariño de primera mañana. Temas, que quizás podrían ser textos independientes, se convierten en reflexiones compartidas como sus problemas.
No lo quieren las hembras y le ladran. Los machos tampoco le quieren y le siguen ladrando. Los humanos también le riñen por hacer pis en las paredes. No le puedo meter en el supermercado y lo tengo que dejar atado afuera y tampoco le puedo llevar sin atar porque le riñen unos señores de un coche que pone “policía” en la puerta.
Él siempre se queda parado. Como si no entendieran que no quiere hacer daño a nadie, al revés, lo que quiere es querer y dar mimos a todo el mundo. Se acerca una persona mayor y se va a saludarla. Se acerca un niño y va a lamerle. Le da mimos cualquiera y se levanta de las patas traseras para dar saltos de alegría. Sus necesidades se reducen a las salchichas, pienso, agua, juguetes y excursiones por el campo.
Yo, hay temas en que no me puedo meter durante el paseo. Sus relaciones afectivas con las perras son cosa suya. Si le gruñen, se aleja pero no se enfada y vuelta a jugar con ellas. Si los viandantes protestan por las hojas caídas que hay por la acera, él las mea como explicando que todo vuelve a la tierra y, en los árboles, abona las raíces para que crezcan. Si está en la terraza y llora, viene la policía a mi casa para hacer una inspección por si estoy haciendo un maltrato animal y claro no puedo invitar al agente a que prueba el pienso ni beba su agua.
Tenemos algún “momento crisis” que coincide con las visitas a Carolinne su veterinaria de la plaza de Ibiza. Digo lo de la plaza porque es llegar al final de Josep Maria Quadrado para enfilar hacia la plaza, y en la esquina se generan diferentes movimientos dinámicos. El primero es un bloqueo “cuerpo a tierra”, o sea panza pegada a la acera, paso de peatones, dos patas delanteras y dos patas traseras en tensión y afincadas. El segundo es frenos de disco automáticos en las cuatro patas, de forma que aplica fuerza inversa al tirón de la correa con las patas. Si aun así, se ve desbordado por la situación, cabeza en tierra, para reforzar la resistencia. Si esta maniobra no le resulta, entonces gira el cuello unos 45º de forma que el collar se le sale y me quedo con collar y correa en la mano y él libre. A partir de ahí no hay más solución que negociar la visita a la veterinaria. Le saco un poquito de jamón y eso ya es un golpe bajo para él porque va detrás hasta que llegamos a la clínica, pero antes me ha dado él lo suyo así que en la guerra vale todo. Luego allí, Carolinne se encarga de hablar con él y tema resuelto.
Resulta divertido ver nacer el día con él porque también hace de catalizador de pensamientos. Hoy salí y le fue fatal con una perrilla blanca. No paraba de meterle viajes. Una hembra de 3 años que había sido dedicada a la producción de perros para venta. Seis camadas la habían hecho tener, y en cada una le habían abierto la tripa. Esto me lo explica la dueña adoptante de la perrilla, y yo venga a decirle a Milú -Pero si es un bombón de perrita. ¡Venga anímate! Pero nada. Ella, gruñido tras gruñido y dentellada tras dentellada. No fue un amor a primera vista, pero puedo comprender que la perrilla, después de lo que ha vivido, no quiera ver un macho cerca, por muy guapo que sea Milú. Porque eso sí, guapo lo es y mucho. Más que yo, con diferencia.
Mientras volvía, me concentraba en los ojos de Milú, y miraba lo que me venía a la mente, qué me transmitía o qué conectaba. Yo creo que me llegaban historias de amor, por la ternura, y de confianza en el ser humano, en la belleza del ser humano y también de la dureza de la vida. Recordé el libro de poesía de Laura Ribera Mateo. Se me vino todo su mundo poético creado a partir del duelo por la muerte de su madre. Leerlo es ver como la negación, la ira, la negociación, la depresión la aceptación pueden ser convertidas en un libro de poesía bellísimo “Un Adiós te Brindaré”.
El libro es impecable en su poesía, duro, implacable, con ella misma y con todos en sus vivencias de niña de aquellos momentos. Cada poema es diferente. No es tanto la rima o la métrica sino el ritmo y la forma, y consigue, de esta forma, meternos en su vivencia que en realidad es la experiencia de muchas personas y la que hoy elijo para el día de la lucha contra la depresión.
Uno de los poemas de la parte del libro sobre la depresión.
“Ya no sé qué siento.
Ya no sé si esto es real.
Ya no sé si esto es solo un sueño que ha creado la vida para castigarme
La gente, al hablarme, solo sabe decir lo mismo y hacer los mismos gestos
Como simples actores.
Y eso me crea un sentimiento de pánico y angustia que me hace más daño
Ya que ni yo misma me reconozco.
Un vacío ha nacido en mi interior
Y no creo que se vaya.
Me está devorando poco a poco
Hasta convertirme en una muñeca hueca.
Por favor
Reclamo que alguien me cuente el secreto para dejar de sentirme así
Solo quiero olvidar.”
Miro a Milú y estos versos me vienen a la cabeza, porque en su mirada veo que él quiere que yo sienta que él existe no como sueño sino que nuestro paseo es realidad. Que me reconozca. Quiere contarme el secreto del amor, pero no sabe hablar, solo mirar, para que yo, a mi vez, lo cuente a otras personas y no se sientan huecas, y puedan olvidar.
La depresión que nos cuenta Laura en su poemario implica la necesidad de sepultar sentimientos para no sufrir. Esto es algo terrible, para quien lo sufre y para los entornos familiares.
Celebramos el día mundial de la lucha contra la depresión. Laura con su libro y Milú me acompañan, no como persona deprimida, sino para ponerme delante una vez más lo que una depresión es para una persona y lo que es para su entorno afectivo. ¿Cómo es posible que una persona pueda dejar de reconocerse en si misma, perder fuerzas, ver como se les va el ritmo de la vida? ¿Cómo no puede entender ni enfrentar su propio proceso, ni poner fin a sus pensamientos ni a su forma de ver la realidad, que tanto daño les hace? Porque no es racional y, frente a esto, la razón de otros tampoco sirve para nada. Viví depresiones de personas fuera de Menorca, y no hay escuela para aprender, ni forma para encajar un intento de suicidio de alguien que quieres en una tierra de cielos grises, galernas y mareas vivas y verdes intensos.
¿Cómo poner palabras a la depresión por la muerte? ¿Cómo poner palabras a la depresión exógena o endógena, al vacío total personal y a la impotencia mientras todo parece que se derrumba y no hay un día más allá? ¿Cómo aprender a convivir con esto? ¿Cómo no caer en el mismo círculo? ¿Cómo es posible vivir sin la tierra en que te apoyas?
“Caminemos hacia el sol.
A nuestro ritmo.
Sin ninguna prisa
Sin ninguna preocupación.
Solas.
Tú y yo.
Dejando que suene Liszt con “Liebetraumen”
Ya que no hace falta tener una casa entre nosotras.
Pues entre nosotras ya formamos un hogar”.
En este día mundial contra la depresión , Laura nos invita a Milú y a mí y a cualquier persona a caminar hacia el sol, sin ninguna prisa, sin ninguna preocupación, al ritmo de cada uno, pues ya formamos un hogar con todos los seres queridos que luchan o han luchado contra la depresión. Porque el sol llegará.
Milú corre por el portal después del paseo, hacia al ascensor. Le he enseñado a pulsar con su pata el botón del piso, siempre se me sube a dos patas encima para que le acaricie la cabeza y cuando se abre la puerta corre a tumbarse en el sofá a la espera de que yo me siente a su lado, para poner su cabeza en mis rodillas y decirme, estoy aquí.