Llevo casi 30 años viajando constantemente, lo que ha hecho que tenga muchos puntos en mis tarjetas de las líneas aéreas, Iberia, Air Europa…
En esta ocasión, tuve el placer de viajar con Iberia y gracias a esa acumulación de puntos, junto con una oferta de última hora, volé en business, algo que no suelo hacer habitualmente.
¡Todo el mundo debería de probar, una vez en su vida, el placer de hacerlo!, es el mismo que se consigue cuando se entra en Nespresso, o cuando hablas con el servicio técnico de Apple.
Son esas cosas que nos sacan del stress de viajar, hacer una reclamación, o del camarero que te trata mal, cuando vas a pedir una consumición.
Algo tan placentero como tomarse un rico café, debería de estar siempre acompañado de buenas vibraciones y de magia a nuestro alrededor, ya que lo estamos pagando como tal.
Y es curioso que, esta socialización de los lujos haya hecho que, con frecuencia, esos lujos que nos damos nos parezcan menores y que perdamos la capacidad de disfrutar esos pequeños instantes, porque querido amigo lector, no debemos de olvidar, que la felicidad está hecha de esos momentos de placer que consiguen robarnos una sonrisa, o, transportarnos a un momento en calma.
No obstante, he de admitir que, si ese lujo viene en un paquete de regalo, como ocurre con los puntos de las líneas aéreas, el mismo parece mayor.
Cuando recibes un obsequio, sea del calibre que sea, siempre tu rostro esboza una sonrisa.
¡Qué placer más sublime recibir un obsequio!, ¿verdad?
Es volver a la niñez, a esos tiempos en los que la magia brillaba en nuestros corazones y la maldad no tenía cabida en ellos.
En aquel entonces la esperanza era el pan nuestro de cada día, porque no sabíamos que la vida podía ser difícil, ni que llegaría un día en el que nos costaría levantarnos por las mañanas.
En aquella época, soñábamos con viajar, con amores imposibles, con vidas llenas de felicidad.
Y con el paso del tiempo aprendimos que la vida era mucho más sencilla de lo que nos habíamos empeñado en hacer de ella y que tal vez, un día, nos conformaríamos con esos pequeños momentos que, finalmente serían los que nos darían la felicidad.
En aquella época podíamos pasarnos todo el año esperando La Navidad para recibir los famosos Reyes Magos o nuestro cumpleaños, porque solo se recibían regalos en esos momentos, pero teníamos la capacidad de disfrutar todo el año esperando esos momentos.
No existía el tiempo, ni el miedo a su pérdida, ya que solo existía el presente o ese año, a lo sumo.
Y ahora, se nos pasa la vida esperando a ser obsequiados con esos momentos que nos hagan sentirnos bien y a gusto con nosotros mismos.
Es por ello por lo que recibir esos pequeños regalos que nos hacen sentirnos importantes, es imprescindible para estar bien con nosotros mismos y con los demás.
¡Regálate momentos de placer y de sorpresa para volver a sentirte bien contigo mismo y con la vida!