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“Rosebud”

Un artículo de Adolfo Alonso

(Foto: PIXABAY)

Nos gustaría saber los mecanismos mentales por los que algo o alguien nos envía a una determinada palabra o imagen o historia.

 

No lo sé, pero a mí el nuevo presidente de un país de América me evoca el fin, la última palabra, la palabra perdida de una película, “Rosebud”.

 

Para los cinéfilos es la última palabra de la película “Ciudadano Kane”, y tiene su leyenda. El personaje, Kane, metáfora de un magnate poderosísimo de la prensa amarilla, muere solo con una bola de nieve, evocando a Rosebud, el trineo, de cuando era niño. Por tanto simboliza la inocencia y la felicidad de la infancia que se une con la muerte solitaria. 

 

Toda una vida de poder para reducirlo a Rosebud en el momento final.

 

No, no voy por la inocencia de la infancia de nadie, sino que voy por la soledad y la dureza de trato hacia otros seres humanos y el narcisismo personal hacia uno mismo. Por la leyenda de lo que significa Rosebud. Proviene del apelativo “cariñoso”, “capullo de rosa”, que utilizaba un semejante al actual presidente de algunos países, para referirse a los genitales de Marion Davies, su amante. Por esto, cuando hablo de Rosebud, hablo de todo aquello, actos y palabras, que llevó a un personaje a decir como su última palabra la de su trineo de niño.

 

No quiero nombrar ni el presidente ni el país, porque existe un cierto riesgo en hacerlo en estos momentos.

 

Para empezar puedo ser incluido dentro del colectivo de emigrantes latinoamericanos, o sea nuestra gente, para ser considerado peligroso, vago, maleante, en fin algo nada positivo y ser metido en un avión( imaginario en mi caso) y deportado. 

 

O puedo ser considerado  “anti patriota” que va en contra de hacer grande otra vez a un país, miembro de un colectivo peligroso por defender que las personas que no tienen en su casa un estado de riqueza mínimo que les permita crecer y evolucionar, han de ser aceptadas en los territorios en los que consideran que pueden tener una vida mejor, ellos y sus hijos. Como uno es emigrante y viene de una tierra de emigración, y está en Menorca que también es una tierra de emigración, pues siente que le meten en el avión para expulsarlo. 

 

Y líbreme Dios de querer estar bajo ninguna Ley de vagos y maleantes.

 

Para seguir me siento un ignorante cinematográfico, creo que no he visto, o no me he creído las suficientes,  ni lo suficiente, de las películas  bélicas de buenos y malos, que nos han exportado, desde la época de indios y vaqueros, o Asia o África, con cuerpos especiales, y, al contrario, me gusta el trineo Rosebud permanentemente en mi vida. O sea, me cuesta aceptar que se me meta en casa, en el patio de mi colegio, un abusón, no tiene traducción sobre como se llamaban en aquellos tiempos. Era el personaje que te avasallaba con su cuerpo y su fuerza, aunque luego en las notas o con inteligencia no fuera tan abusón.

 

Afortunadamente, no soy arzobispa de ninguna iglesia y no quiero que me obliguen a pedir disculpas por expresarme en libertad. El poder es lo que tiene, que no hay quien tosa, porque o te despiden o se saltan a la torera las decisiones de los jueces y vienen las amnistías o lo que cuadre. La democracia ha dado lugar al poder absolutista de los ganadores, antes se llamaban reyes, ahora presidentes, y la maleabilidad de los programas y principios. Es lo que vivimos. Grecia y la Francia revolucionaria se han quedado muy, muy lejos. Montesquieu y Sócrates, están muertos, pero parece que Maquiavelo ha resucitado.

 

Vengo de una cultura colectiva milenaria, que es Europa, y con proyección en Latinoamérica lo suficientemente antigua como para que considere unos adolescentes bravucones a quienes ahora  vienen reivindicando Groenlandia o Canadá. Van tan ‘sobraos’, que están en  el “esto yo lo arreglo en cinco minutos”, y, en una de estas, los cinco minutos son cinco bombas atómicas. 

 

No están más que en la adolescencia histórica, en la que se han perdido los principio de la niñez del siglo XVIII. Son como una especie de MENAs históricos que pretenden imponer en estos momentos su joven fuerza a toda la humanidad, y que nadie, por cierto, les ha pedido que lo hagan.

 

La vida de un ser humano es otra cosa. Hay seres humanos que viven cien años y cuando llegan al final, el cariño les rodea. Otros vivirán cien años y ni Dios los querrá  en el paraíso, fuera del protocolo. Es una opción vital legitima, vivir al día, poder o dinero. Lo que consiga, esto tengo y puffff. Soy superpoderoso. ¡Qué bueno! 

 

Otra es pensar que hay más seres humanos dentro del universo. Esto lo explicó bien Charles Dickens con su personaje Ebenezer Scrooge en ‘Cuentos de Navidad’. Pues tenemos a muchos Ebenezer gobernando en el mundo, en estos momentos y a otros muchos más, tomando apuntes. Es un problema para ellos, pero mientras se dan cuenta y la historia se desarrolla hasta la moraleja, es un problema para un montón de personas. Y es un problema consentido porque, como Hitler, acceden al poder ganando unas elecciones democráticas. Habría que definir lo que es democracia y lo que es limpieza democrática, Antes democracia y limpieza democrática eran sinónimos, ahora hay demasiados ejemplos que los han convertido en antónimos.

 

Quizá desde el final de la Segunda Guerra Mundial no hemos visto una situación acumulada como la presente, pero por mucho poder que alguien tenga no podrá jamás ser un poder subjetivo, ni propio, ni al servicio de sus propios intereses, ni en contra de los principios de tolerancia, libertad, igualdad y fraternidad. Llegar solo al momento de Rosebud, y tras ser Mr. Scrooge, es triste, pero la soledad es producto del egocentrismo megalómano. Que se hayan votado determinadas personas a lo largo del mundo, aspirantes a una última palabra, Rosebud, mediante un criterio de segregación de otros y de búsqueda de la riqueza personal, es triste, más para el personaje que para la humanidad. Pero estos perfiles acaban de dos formas, o solos “ab inicio”, porque nadie quiere jugar con ellos  y se alejan, o queriendo ser los dueños del patio del colegio, y por lo tanto llegando a la misma soledad.

 

Debemos prepararnos, como ciudadanos europeos y latinoamericanos, para caminar separados, por el momento, de quien pretende que uno solo sea grande, como la Alemania de Hitler, o cualquier otro imperio, el hegemónico, a costa de todos los demás. Buscar otros mercados, omitir los aranceles, buscar la riqueza desde la dignidad y desde la independencia, y reforzar la democracia, analizar a quienes votamos, y la separación de poderes.

 

Si algunos quieren llegar a Rosebud, que lleguen, es su decisión, pero que nos dejen tranquilos a los que no queremos, y si para ello es necesario por seguridad, supervivencia y dignidad, alejarse, pues tendremos que aprender a tomar distancia y a entender que hay culturas que se nos intentan colocar como las nuestras, pero no lo son.  

 

No perdamos nuestra esencia histórica ni democrática.

 


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