Domingo de Ramos. Está claro lo que para el catolicismo significa. La entrada, para morir, en un “Via Crucis”, de Jesucristo en Jerusalén en Pesaj. Los acontecimientos que se recuerdan en la “Semana Santa” precipitan a la humanidad, espiritualmente, hacia lo eterno. Hacia el recuerdo de la muerte y hacia la fe en la trascendencia, que se supone un estado diferente al otro lado de la laguna y del barquero que nos pasa al otro lado, que terminará con la resurrección de la carne y por lo tanto con la resurrección poniendo fin a la muerte, como temporal ha sido el más acá.
Es el mismo proceso, pero invertido. En el nacimiento hay un periodo intemporal de inexistencia que termina con la concepción. En la muerte hay otro periodo intemporal de inexistencia que comienza con la parada del cuerpo y de los pensamientos. No recordamos en general, o conscientemente nada de lo que hemos “vivido” antes de la concepción. Tampoco recordaremos nada de los que “viviremos”, después de la muerte. En el proceso de progreso sabemos, al menos sin duda, que hemos sido concebidos y viviremos esta vida por lo que no importa mucho el territorio anterior de inexistencia.
En el proceso de regreso no sabemos nada, salvo que nuestro cuerpo y nuestra consciencia desaparecen, tras un proceso de envejecimiento en el que progresivamente nos vamos volviendo frágiles como niños. Aquí entramos en lo paranormal o en la reencarnación o en los recuerdos de otras vidas.
Recientemente, leía un libro de un investigador científico que durante años hablo con personas que recordaban acontecimientos vividos antes de su nacimiento, Tom Shroeder editor jefe del Washington post escribió “Almas ancestrales” a partir de haberse topado con el Dr. Ian Stevenson , un científico que investigaba casos de niños pequeños que contaban recuerdos y experiencias de vidas anónimas pasadas. Pero esto es paranormal, no es lo normal. Igual de paranormal que los fenómenos de teórica comunicación con los difuntos. Lo normal es la nada.
El catolicismo es la vivencia espiritual desde la fe, la creencia y el símbolo, de Semana Santa. Muerte y resurrección de Jesucristo. miedo, sufrimiento, última cena, traición, Via Crucis, ejecución, sepulcro, resurrección. Personajes que se nos ubican como convivientes de la tragedia, o seguidores de Joshua. Un personaje histórico dentro de su realidad de rabino judío, talmúdico. Un judío renovador no ortodoxo, a partir de cuyas ideas años después Pablo, se hizo con el poder de las comunidades de seguidores y construyó la arquitectura de la Iglesia Católica. San Agustín la dotó de contenido teológico, venciendo otros contenidos teológicos diferentes.
En esta semana, aparecen personajes como Pedro el renegado, María la madre de Jesucristo, Juan el discípulo predilecto, José de Arimatea que pasaba por allí, María Magdalena la enigmática, Judas Iscariote el traidor…
Pero no es solo un contenido ritualístico desde el catolicismo, o más o menos histórico. A esta sucesión de ítems espirituales, y de personas e historia, se le ha añadido con los siglos, una dimensión social de ostentación personal y religiosa. En España , un país multicultural como es el nuestro, hay tradiciones de Semana Santa diferentes. A las procesiones de las semanas santas andaluzas o castellanas, con la obras de arte de imaginería, se les une la Legión y el Ejército y la Guardia Civil escoltando a las recreaciones imaginarias de lágrimas, caras de dolor de la madre de Jesucristo, ecce homo, encuentros, crucifixiones, imágenes de esculturas de idealizaciones de Jesucristo, a partir del Santo Sudario, muerto, y nombres enormes, como “Jesús de todos los santos y los mártires del gran poder de los máximos poderes rocieros almonteños” por decir algo inventado para incidir en lo barroco. Entre dorados, columnas salomónicas, sagrarios, catafalcos que se sacan a hombres en procesión por calles y puertas estrechísimas, acompañados de los hábitos y capirotes de los cofrades, lágrimas, misticismos, saetas… Hay otros que salen empalaos a la calle, brazos atados con sogas en cruz, otros se dejan simular crucifixión, otros se flagelan la espalda, y nos encontramos con la técnica ascética de la mortificación como pago prometido de agradecimiento, de pasado o de futuro.
Mi tradición es judeo cristiana , pero del norte de la península ibérica. Fuimos romanizados más o menos, demasiado lejos de la metrópolis, demasiado modestos, y cristianizados lo imprescindible; por lo que para mí la Semana Santa me interesa más como historia, y como tradición que como expresión religiosa. Vaya por delante mi respeto a todas las forma de entender la Semana Santa, la católica, la sevillana, la de Valladolid, la de Granada, la de Mallorca, la del pequeño pueblo… Todas, absolutamente todas, sirven para dar salida a creencias, identidad, emociones y cultos. Es algo que viene saliendo a la calle desde cientos de años atrás, y a nadie molesta ni deben ser molestados por todo el contenido religioso y cultural que tienen. Toda esta muestra de religiosidad no es mi forma de entender la Semana Santa, ni la religión, muy íntima, posiblemente por mi tradición más sobria o recia o agnóstica del norte. Nosotros tenemos el sustrato pagano más a flor de tierra. Viene de los bosques, las lluvias, las nieblas y el Atlántico, y en donde la “guestia” y “Santa Compaña” , la procesión de las almas en pena, vaga por los bosques en la noche.
Nosotros no vamos masivamente a las procesiones. Incluso, creo recordar que llegaron a desaparecer. Nosotros vamos a los montes santos, como peña santa, los montes de Covadonga, los picos de Europa y le cantamos a Santa Bárbara cuando mueren mineros aunque después no se pise una iglesia. Hoy estos días son días de atascos en autopistas y de pérdidas de nervios en aeropuertos, pero no siempre fue así, al menos para mí, puesto que subíamos por el río Sella para arriba en dirección a los montes con León.
En mi Semana Santa hay recuerdos de nieve, y curiosidades como la de la figura de María Magdalena, y esto es lo que quiero compartir con el lector, para completar mi colage o mi cuadro impresionista de palabras. No por el interés personal, sino por la invitación a realizar un paseo por sus recuerdos de Semana Santa , sus vivencias y los personajes preferidos de la historia que vivimos.
No había terminado el colegio y nos fuimos un grupo de amigos a los picos de Europa por estas fechas. El objetivo era entrar desde Soto de Sajambre y hacer una travesía hasta Posada de Valdeón, durante un día, y al siguiente salir, desde allí, hasta Caín, y pasar el desfiladero del rio Cares, hasta Poncebos y Arenas de Cabrales. La travesía fue un “Via Crucis”, dura, nieve virgen por encima de 1.800 metros, hasta la cintura, muy agotadora. Entre los más agotados tres, Luis, Juanín y yo. Por fin lo conseguimos y llegamos ya de noche a Posada de Baldeón, en un momento en el que se celebrara una de las ceremonias de Semana Santa que era el encendido del cirio pascual. Allí en la noche los vecinos del pueblo hacían un gran fuego, fuera de la iglesia, y encendían en este fuego sus velas, entrando en la iglesia. Estas velas servían para encender el cirio pascual que estaba dentro de la iglesia, que anuncia la vuelta de la luz, la resurrección y la victoria frente a la muerte.
La iglesia tenía el rio Cares al lado, así que en aquella ceremonia católica se unieron, por la forma de hacerla, los elementos paganos acristianados, de los cuatro elementos agua, aire, tierra y fuego.
Con el paso de los años, Juanín se convirtió en Juan Suarez Botas, se fue a Nueva York y fue uno de los diseñadores mundiales más cotizados. Murió de sida en los años duros de la enfermedad, no sin antes hacer una documental de su tratamiento y de las conversaciones en la casa en la que se trataba con otros enfermos, y además inspirar en parte el personaje fundamental de la película “Filadelfia” de Jonathan Demme, director también de “El silencio de los corderos“. Si recuerdan esta película tiene música de Bruce Springsteen y es sobrecogedora. Especialmente remarcable la música del “Boss” y la interpretación de Tom Hanks cuando con el gotero escucha la pieza de ópera “La mamma e morta” con su abogado al lado mirando la hora para marcharse. Mi Semana Santa es la Semana Santa del recuerdo de mi amigo y compañero de colegio y de facultad, Juan Suarez Botas. La vida se lo llevó, a los 34 años, a ese mundo de regreso al que me refería. No es la muerte de Jesús, pero también tuvo su “Via Crucis”.
María Magdalena es el personaje más enigmático y debió ser la mujer que más quiso a Jesús, además de su madre. Son las dos que se colocan a los pies su cruz mientras expira. Es amor de María madre, está claro, el amor de María Magdalena no lo está. Esta figura dio lugar a la línea de los Merovingios. El linaje que se creía descendiente de Dios, del linaje de Jesús a partir de la historia hermética de que María Magdalena había sido la esposa de Jesús y de que habrían tenido descendencia, hijos. Como nos movemos con textos oficiales, no sabemos en qué forma o de qué modo quería Jesucristo a María Magdalena, pero hay que contextualizar las relaciones en aquellos momentos.
Lo que tenemos es la tradición artística. Las representaciones heterodoxas, en la línea del personaje femenino de la Última Cena, surge a partir de la afirmación de que en la “Ultima Cena”, está presente María Magdalena, al lado de Jesucristo, como pareja. No podemos saber si es cierto o no. Desde luego, en la línea de los evangelios canónicos no existe mujer en la cena. El mosaico de la última cena, siglo VI de Sant Apollinare Nuovo en Rávena, amaga una figura con rasgos femeninos, la segunda a la derecha de Jesucristo. Esto no puede ser entendido como algo de inspiración del artista sino como la reproducción de otras anteriores. ¿Cuál fue la primera? No lo sabemos. ¿Le fue dada la noticia al primer autor de este modelo de mosaico? ¿Se repetían los mosaicos con la existencia de una mujer en la última cena? Tampoco lo sabemos.
En el altar de la catedral de Westfalia, datado alrededor de 1370 y de autor desconocido, se representa también una figura de San Juan/María Magdalena, claramente femenina. En el fresco, en la iglesia de San Andrés, en Cercina, Florencia, se ve claramente a una mujer apoyada en el regazo de Jesús. Stefano di Antonio ( 1407-1438) pintó otra “Última cena” de figura femenina. Entre 1495 y 1498 en la iglesia de Santa Maria delle Grazie y por encargo de Ludovico Sforza “El Moro”, Leonardo Da Vinci pinta el mural “La última cena”, y “San Juan”, aparece en él pintado el primero a la derecha de Jesucristo y es identificado o confundido con María Magdalena, una identificación también con todas las dudas porque no se conoce el físico de María Magdalena. Es el único que lleva el pelo largo y no tiene barba a excepción de Felipe. No es posible entender que Leonardo desconociera la obra de la iglesia de San Andrés ni su iconografía. De Leonardo da Vinci se dice que era un “iluminati” es decir alguien que era depositario de conocimientos esotéricos e iniciáticos. María Magdalena también tuvo su “Via Crucis”, el del olvido, y no hay más muerte que la del olvido.