Hay dos maneras de ver el vaso. Medio lleno o medio vacío. Es verdad que, cuando tenemos un problema, solo somos capaces de verlo medio vacío. Intentar dar la vuelta al cristal y cambiar la perspectiva es tarea complicada. Lo negativo siempre prevalece sobre lo positivo; de esto no cabe la menor duda. Y es lo que está ocurriendo en el ámbito educativo con los profesores de secundaria de bastantes especialidades. No hay docentes de matemáticas, ni de lengua castellana, ni de catalán, ni de tecnología, ni de física, ni de ámbitos…
Y ahora yo me pregunto, ¿esto es un problema? o ¿es un reto? Pues visto lo visto, debería ser el nuevo reto educativo para los próximos años. El problema no es que no haya profesores. Las universidades cada año titulan a matemáticos, filólogos, físicos, químicos. Las universidades año tras año aumentan la expedición de títulos del Máster de Formación del Profesorado.
Esto es como las meigas, haberlos hailos. Otra cosa diferente es que los universitarios quieran dedicarse ya a la docencia. He aquí el origen de la cuestión. “La docencia ya no es lo que era” dicen algunos. “No está bien pagado” dicen otros. Ambas afirmaciones son correctísimas. Pero, ¿y qué hacemos? La educación es el pilar que sustenta y hace progresar a la sociedad, y al mismo tiempo se tambalea. La autoridad del docente solo existe sobre el papel. Es irreal. Los centros educativos protagonizan a diario la falta de autoridad en los docentes protagonizada por unos jóvenes sin límites, producto de muchos factores, pero que repercute negativamente en la imagen de esta noble y bella labor que es la de enseñar.
Da igual si aumentamos el sueldo, da igual si a los interinos les facilitamos los requisitos para engrosar la lista de docentes para cubrir las plazas vacías. Da igual lo que hagamos. Estamos en un punto de no retorno. Y para recuperar la dignificación de la función docente, esta tiene que pasar por una reforma integral en todos los sentidos.
Y no me estoy refiriendo a volver al modelo de escuela de la posguerra española. Me refiero a sentar las bases de un nuevo orden educativo que logre una estabilidad normativa, laboral y pedagógica revalorizando la función docente porque no podemos llevar adelante la revolución educativa del S.XXI sin los maestros y profesores.
Si no avanzamos en este camino, la mejora de los resultados educativos no llegarán como algo consolidado, sino como fruto de la suerte tras haber intentado poner unas tiritas a una herida que es difícil de curar. Porque otra educación es posible.