Ser mayor, ser viejo, es una cuestión de actitud, no de ocultar las arrugas, las patas de gallo o la calvicie mediante colágeno, bótox o injertos de pelo.
Si queremos darle un mayor empaque a la pregunta y, ateniéndonos a la parte fisiológica, comenzamos a envejecer a partir de los 30 años. El envejecimiento genera problemas funcionales que limitan las actividades cotidianas, siendo más frecuentes en mujeres y, en los países desarrollados, crecerán con rapidez.
En la parte social comenzamos a envejecer cuando vamos disminuyendo nuestros contactos sociales; en la parte psicológica comenzamos a envejecer cuando nos dejamos vencer por la rutina, la comodidad, cuando vemos pasar el tiempo, la vida sin tener objetivos, metas personales con las que desarrollarnos, planes de vida…
Por todo ello, la pregunta es especialmente difícil y compleja de contestar. Podemos encontrar a una persona con 80 años llena de sueños, metas y de proyectos, y a personas de 50 sin apenas ilusiones en la vida, viendo pasar el tiempo, dejándose llevar por la desidia y el conformismo del día a día.
Sin embargo, vivimos en la época del edadismo, de la exclusión por edad: a los 55 años eres viejo para encontrar un trabajo y joven para ir de viaje del IMSERSO; a los 75 te sigues considerando joven pero la sociedad te ve como un viejo. Para que una persona pueda ser considerada mayor deben conjugarse varios elementos: la edad biológica, el estado de salud físico y emocional e, incluso, el entorno sociocultural.
Por eso, la edad de jubilación no puede ser la barrera cronológica a partir de la cual una persona empieza a considerarse mayor. Además, la jubilación no tiene en cuenta el aumento de la esperanza de vida que, si bien en 1960 era de 69 años, hoy es de 83,1 años.
Y tampoco se ajusta al envejecimiento actual de la sociedad, ya que los sexagenarios de hoy nada tienen que ver con los de hace décadas y, en ningún caso, responden al calificativo de viejos o ancianos.
Vivimos en una sociedad en la que conviene tener apartado a los mayores de los ámbitos de decisión, aunque quizás esto ya no sea posible porque las personas mayores están comenzando a darse cuenta de su fuerza como colectivo, independientemente de que tengan 70 años o de que tengan 90; se ve en las movilizaciones de las personas jubiladas.
Ser mayor es asumir el paso de la vida; ser mayor es un largo otoño esperando ver caer la última hoja del árbol de tu vida, una oportunidad para cumplir sueños incumplidos y un miedo a la despedida final, tanto la tuya como la de tus seres queridos.
Quizás el gran problema está, como decía Miguel de Unamuno, en esta frase: «Todo el mundo quiere llegar a viejo pero nadie quiere serlo».