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El viaje del Papa Francisco a Mongolia

El viaje del Papa Francisco a Mongolia
Muchos católicos nos hemos preguntado  porque el Papa Francisco a pesar de su salud en declive y la distancia se trasladó  a Mongolia,  un país que se presenta como una nación budista, a pesar de que la mayoría de la gente no está afiliada a los templos budistas ni practica ninguna religión y  la  comunidad católica es pequeña (menos de 1.500 fieles).
Casi un año después de su visita en el Kazajistán, el Papa Francisco estuvo desde el 31 de agosto al 4 de septiembre en un vecino próximo, en respuesta a la invitación del gobierno de Mongolia, que está tratando de presentar su país como un centro internacional entre Europa y Asia.
La explicación comentada por el teólogo  católico francés, Chambon,  podría ser la razón geopolítica. Con la guerra rusa contra Ucrania y la intrincada dinámica del diálogo , la visita del Papa Francisco en Mongolia, situada entre Rusia y China, puede tener tonos estratégicos innegables. A pesar de reconocer las limitadas vías para la influencia del Vaticano, Francisco continúa indestructible en su compromiso con el diálogo.
 Después del derrumbe  de la Unión Soviética, Mongolia recuperó fervientemente su autonomía, resucitando su economía y gobierno. Sin embargo, tres décadas después, el auge minero ha retrocedido, la confianza en los ideales democráticos se ha erosionado y la corrupción ha ganado terreno, y en un entorno donde las influencias vecinas acechan ,podrían resurgir grandes tendencias autoritarias .
En armonía con su enfoque en el Kazajistán, el Papa Francisco quiere ofrecer un discurso impactante a los funcionarios y líderes mongoles. Sus direcciones transcienden el partidismo, profundizando en los cimientos éticos de las virtudes cívicas, fomentando políticas sociales inclusivas, abogando por la separación de poderes y apoyando iniciativas contra la corrupción.
Cuando Mongolia se embarcó en su viaje independiente, no solo buscó el reconocimiento del Vaticano, sino también ayuda para abordar las necesidades sociales. La Santa Sede respondió enviando misioneros de varios rincones del mundo .Una iniciativa notable apoyada por la Iglesia implicaba un programa agrícola que introducía invernaderos innovadores en casas privadas, diversificando así las dietas y aumentando los ingresos. Más allá de la dimensión tecnológica, el esfuerzo incluía reimaginar prácticas culinarias y hábitos alimenticios, contrarrestando los problemas de salud relacionados con la nutrición desequilibrada.
Sin embargo, 30 años más tarde, vestigios de sentimientos antirreligiosos de la era soviética perduran en círculos administrativos. A pesar del compromiso de las organizaciones católicas con los servicios sociales, los misioneros solo reciben visados de corta duración. Los misioneros ,algunos de los cuales han trabajado en Mongolia durante 20 años, han aprendido la lengua y se han enfrentado en sus inviernos, tienen que marchar al extranjero cada tres meses sin saber si se les permitirá volver. Además, el gobierno pide que por cada visado misionero, las estructuras católicas paguen tasas significativas y contraten un número de ciudadanos locales.
Esta actitud ambivalente de la administración hacia los católicos es uno de los asuntos internos clave que el Vaticano iba a discutir con el gobierno. Después de décadas de apoyo fiel en el pueblo mongol, la Iglesia espera un tratamiento más justo.
Desde su ascenso al trono de San Pedro, Francisco ha llamado constantemente la atención sobre el rugido de la Tierra y la voz  de los pobres. Y según él, los dos están profundamente relacionados. Este nexo es una preocupación principal de su pontificado, que se traduce en visitas papales a personas marginadas, documentos apostólicos como “Laudato Si, y la movilización de la Iglesia como el Sínodo “Panamazon.
Mongolia comparte una larga historia con la Iglesia católica. El cristianismo ha estado presente en la Asia Central desde el siglo VII. En el siglo XIII, la Santa Sede estableció relaciones diplomáticas formales con el imperio transcontinental de los mongoles. Sin embargo, los juicios como la Peste Negra y la propagación del comunismo cambiaron sus trayectorias. Tanto la Iglesia católica como la nación mongola emergieron resistentes, demostrando que las catástrofes ecológicas y políticas no necesitan ser un punto final definitivo.
Hoy, Mongolia no es un país pobre. Ningún país es pobre por naturaleza. Mongolia tiene enormes recursos minerales que han sido sobreexplotados por conglomerados rusos, chinos y australianos. Después de décadas de abuso, el país se enfrenta a una crisis medioambiental que puede afectar ecosistemas enteros de Europa y Asia.
Cómo recuerdan los mongoles, su tierra ancestral es el segundo pulmón del planeta. Mientras que la selva amazónica es crucial para absorber las emisiones de dióxido de carbono del mundo, Asia Central filtra el agua que riega el resto de Asia. Mongolia ocupa específicamente seis zonas ecológicas diferentes, que se encuentran al nexo de Europa y los flujos de vida asiáticos. En el cruce de los ecosistemas euroasiáticos, el Papa Francisco, que perdió una parte de su pulmón cuando era joven, espera encontrar aliados contra la degradación medioambiental y el calentamiento global.
Hay buenas razones porque el Papa Francisco visitara Mongolia. A causa de su situación geográfica y su historia única, Mongolia puede ejercer un papel más central en los retos geopolíticos y medioambientales de nuestra época. El segundo pulmón de nuestro planeta tiene que ser saludable y fuerte para vivificar las conversaciones internacionales sobre el calentamiento global, la soberanía nacional y la economía globalizada..
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Jordi Ribera

Periodista de Menorca al Dia