El Colegio Oficial de Psicología de Baleares (Copib) se toma muy en serio los problemas de la enseñanza en la actualidad. Y lo hacen con un ciclo de conferencias agrupadas bajo el título de “problemáticas actuales en la escuela”. Una de las ponentes destacadas es la psicóloga Betina Ganim, especialista en psicoanálisis. Ganim ha dado parte de su tiempo a los lectores de mallorcadiario.com para exponer sus ideas sobre uno de los problemas que más preocupan a padres y alumnos: la autoridad. ¿Por qué los niños parecen llevarnos al límite? ¿Aceptan un no? ¿Somos los padres capaces de decir no? ¿Qué grado de frustración sufren los niños por la inmediatez del “lo quiero todo y lo quiero ya? ¿Qué hay detrás de la agresividad en las escuelas? Betina Ganim nos da algunas pistas de la difícil tarea de ser padres.
¿Es cierto eso de que los niños de hoy no entienden el concepto de la autoridad y de que en la escuela se comportan poco menos que como salvajes, por decirlo de una manera harto repetida?
Es importante lo que ha dicho de “los niños de hoy en día”. Los niños no han cambiado, lo que ha cambiado es el ámbito social en el que los niños se desarrollan. Actualmente vivimos una época en la que la autoridad no tiene el mismo peso en las instituciones y en la familia que tenía antes. Se ha producido una caída de los ideales de autoridad. Hay que aclararlo porque muchas veces nos quedamos con la idea de que los tiempos pasados eran mejores. Tenemos que ir más allá de esa lectura para poder intervenir. No actúan de la misma manera la psicología, la psicopedagogía y el psicoanálisis. Yo soy psicoanalista y trabajo desde ese discurso. En común lo que todos tenemos en relación a la autoridad es que aparecen nuevos síntomas.
¿De qué nuevos síntomas hablamos?
Hablamos de síntomas, no de trastornos. Buscamos la cuestión diagnóstica. Por ejemplo, cuando hablamos de niños violentos debemos ver que lo que sintomatizan en las escuelas son problemas que se dan en la familia. De eso se quejan los educadores, ven que tienen que abordar cuestiones de autoridad que supuestamente deberían estar resueltas en el ámbito familiar. Las instituciones han cambiado porque la sociedad no es la misma. Los ideales sostenían a la familia, a la escuela, a la Iglesia, al Ejército… Ahora los profesores tienen que conseguir que los niños sigan las normas de la escuela.
¿Qué papel juega ahí el psicoanálisis?
En Argentina es muy diferente. Si me permite la comparación, en Argentina ir al psicoanalista es casi como ir al gimnasio, es algo normal. Aquí aún me encuentro con el no. Me llegan niños con problemas que sufren a su manera y lo manifiestan en la escuela. Los niños no hablan, actúan. Los profesores no tienen por qué saberlo, no tienen los recursos para abordar ciertos problemas. Nosotros abordamos esas problemáticas que se dan en la escuela, pero que exceden el ámbito educativo. Lo vemos en el caso del trastorno de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) que lleva a la medicalización de la infancia, lo que es horrible.
Ahora cualquier niño que es un poco nervioso o activo es automáticamente un caso de TDAH, e incluso ves a padres que se convencen de que es así antes incluso de ir a un especialista. Parece una moda. ¿Se nos ha ido el TDAH de las manos?
Totalmente, es un diagnóstico que se da de forma masiva por querer meter lo que le pasa a ese niño en una categoría diagnóstica para resolverlo por la vía fácil. Para un mismo diagnóstico puede haber diferentes tratamientos y la psicología, la psicopedagogía y el psicoanálisis tienen herramientas para ello. Tanto a niños como a adolescentes les cambian cosas en su cuerpo, cuestiones pulsionales, que no saben cómo controlar. Aparecen peleas… El niño no discute, actúa. Ante eso nos encontramos con adultos que no saben cómo responder a esas actitudes agresivas. Hay niños más activos que otros, pero no todos aquellos que no entran en el catálogo de comportamientos establecidos son hiperactivos. Hay una tendencia masiva a diagnosticar TDAH, cosa que tranquiliza a maestros y padres.
A mí como padre no me tranquilizaría…
Pues los hay. Hay padres que se tranquilizan porque se dicen “ya sé lo que le pasa a mi hijo”. Eso parte de su impotencia. Quiero que quede claro que no se trata de culpabilizar a los padres, por favor. Las cosas cambian… Antes la familia se sentaba en la mesa a comer y hablaban, o en el peor de los casos frente a la televisión. Ahora se hace más fácil darle el teléfono móvil o la tablet, decirle que sí a todo para calmarlo. Piensan que si le dice a su hijo que no, es un mal padre. Los padres se sienten confundidos porque los niños siempre actúan al límite, van a ver hasta dónde pueden llegar, a ver cuándo llega la prohibición. La prohibición sirve para decir: “esto no, pero sí lo otro”. Un padre que dice no, no es autoritario. El comportamiento agresivo de los niños en ocasiones se debe a que buscan el límite que no se les ha puesto. Algunos padres piensas: “si les digo que no soy un mal padre; si les digo que sí, se me van de las manos”.
Dice que no se trata de buscar culpas. Pero creo que hay responsabilidades, lo que es diferente.
Exacto.
En la experiencia que he tenido trabajando con niños he visto que a veces los niños carecen de referentes, de roles que les inspiren. Por ejemplo, muchos padres me comentan que sus hijos no leen libros, que no hay manera, pero ellos no dan ejemplo, tampoco leen. Pregunta mil veces repetida: ¿hemos abdicado la educación de nuestros hijos en las escuelas?
Sí, y sin culpar a nadie. Los niños son deseados, son objetos de valor, incluso la ciencia propicia que uno pueda ser padre de cualquier manera más allá de los límites de la familia. Pero luego el mercado laboral lleva a que los padres trabajen más horas y al final los niños se sienten solos. No están abandonados, quedan a cargo de instituciones o de algún familiar. Los padres llegan cansados a casa y ante una demanda de atención le enchufan la tablet… Los dispositivos electrónicos funcionan como un somnífero. Si el niño llora le das el móvil y todo cambia.
Ya no hay niño…
Es como un chuepete electrónico para adormecer al niños. Lo que me comentaba de la lectura… Es uno de los medios que tienen los padres para transmitir ideales a sus hijos. Pueden utilizar las historias para orientar al niño en los valores y facilitarle el socializar. Eso se va perdiendo porque la pantalla atrapa.
Me fascina ver críos aburridos porque un vídeo dura más de un minuto.
No lo aguantan, se aburren.
Y con esa búsqueda de la inmediatez, ¿dónde quedan el valor, el esfuerzo, la constancia…?
Son valores que se caen, pero insisto, no tienen que ver con el niño. Es por el cambio, por la llegada de otros ideales. Uno es el que señala, la inmediatez, el lo quiero todo y lo quiero ya. Se nos dice que hay que gozar, ser felices… El ideal de al felicidad es terrible, se nos dice que tiene que existir.
¿Y eso no es poner la emoción por encima del sentimiento, la recompensa rápida?
Sí, recompensa rápida… Es el discurso en el que estamos inmersos. Los síntomas de los niños se manifiestan en el ámbito educativo y desde el psicoanálisis asumimos que es un síntoma social, pero hay que despegarlo de la sociedad en el momento en el que ese niño que sufre es un sujeto de derecho, un sujeto responsable, sin culpa, pero con responsabilidad.
Tal vez sea una percepción… Me parece que hay niños con un umbral de la tolerancia a la frustración muy bajo. Les dices que no y pillan un berrinche.
Tiene que ver con la inmediatez. Ni esperan ni aguantan el no. Una señora me comentó que su hija cogía berrinches y ella le daba de comer para que se callara hasta que un día probó a abrazarla. Fíjese que cosa más sencilla… Ahora todo se convierte en problemas cuando podemos hacer cosas fáciles y sencillas. Los padres le dan mil vueltas a todo cuando a veces hay que decir no. Un no es un no, ya está. Y compran libros, ven a la Supernanny en la televisión… Ven y demandan información de cómo criar a los niños como si hubiera una forma de hacerlo. Pues no, no la hay. Tenemos que apelar a que los niños sean responsables.
¿En qué medida?
Asumiendo que hay niños que, por diferentes cuestiones, nunca van a tener acceso a altas calificaciones…. No debemos pensar que porque uno trabaja bien y tiene un título va a encontrar un empleo. Hay niños que no van a entrar en ese mundo.
Cada niño es diferente y sin embargo tendemos a estandarizar la educación. Nadie duda de la necesidad de ofrecer la igualdad de oportunidades para todos, pero los resultados pueden ser muy diferentes para cada niño. ¿Por qué pensamos que todos van a lograr lo mismo?
Cierto, el “todos iguales” o el “derechos para todos”…. Eso tiene un doble filo. De acuerdo, nos quedamos con el “para todos”, pero luego hay que ver las habilidades de cada uno y cómo cada uno va a entrar en la sociedad. No es lo mismo un niño que no tenga una patología y solo tenga algún problema de conducta que uno que tenga una psicosis infantil. Hay cosas muy graves, y se trata de incluir a todos y hacer que todos sean iguales. No hay que separar al diferente, sino apuntar a lo que cada niño puede hacer y los profesores no pueden hacerse cargo de todo eso. No es una crítica a los maestros. Como agentes de la salud no hay que abandonar a ningún niño. Como agentes de la educación y de la salud debemos construir un discurso en el que todo el mundo se pueda alojar. Y esa es una responsabilidad de los padres y de las instituciones. Y eso nos lleva de nuevo a la autoridad. La autoridad no es mala, el autoritarismo sí.
¿Son aún reacios los padres a visitar con los niños a un psicólogo? ¿Creen que eso es un estigma?
Yo diría que no. Cuando llegan a la consulta suele ser porque en la escuela se ha detectado un problema. El mayor miedo de los padres es cuando llega el momento de que ellos tienen que venir a la consulta. La primera consulta es con el hijo, vienen juntos, pero luego tenemos que hablar con ellos a solas y piensan que son culpables cuando lo que tenemos que hacer es conocer el ambiente familiar y de dónde sale el niño. Ello les lleva a cuestionarse muchas cosas que antes no se habían preguntado y te dicen: “a la próxima vuelve el niño, yo ya no vengo más”. Es una forma de no querer responsabilizarse. Son los adultos los que tienen prejuicios.