Uno de los principales motivos para celebrar que 1403 menorquines viajaron en el año 1768 a Florida es el de no olvidar una historia que hoy en día tenemos en común con los aproximadamente 30.000 descendientes de aquellos expedicionarios.
El médico escocés Andrew Turnbull obtuvo una concesión para trabajar algunas tierras en bahía de Mosquitos, a 72 millas al sur de la población de San Agustín. Con el objetivo de cultivar aquellas tierras y obtener un lucratrivo negocio buscó a obreros por todo el mediterraneo oriental, sin mucho éxito. Pero en Menorca sí encontró el interés de muchas familias que estaban pasando horas bajas, sobre todo en el mundo rural. Contrató a casi tres veces más personas de las que tenía previsto en un primer momento. En la que podría ser la mayor campaña publicitaria jamás vista antes en Menorca habló de Florida como una tierra de oportunidades.
La realidad fue otra. En el mismo viaje a la costa americana murieron más de cien personas debido a un viaje tortuoso con una navegación complicada. Al llegar vieron que había alojamiento y comida prevista solo para una tercera parte de los trabajadores. Al llegar encontraron manglares y una zona no preparada para ser cultivada, de manera que el trabajo fue muy duro. Además, fueron tratados casi como esclavos. Las enfermedades como la malaria empezaron a diezmar a la población de la que se conocería como Colonia de Nueva Esmirna. Cuando años después los menorquines intentaron romper el contrato de trabajo de su patrón, éste se negó y finalmente, unos pocos centenares escaparon a San Agustín donde les recibieron como hombres libres.
La suerte de los menorquines cambiaría como de la noche a la mañana a partir de entonces, no sin mucho trabajo de por medio. La comunidad menorquina siempre permaneció unida para poder afrontar de la mejor manera posible su destino, tantas veces adverso. Esa unidad permitió que muchos trazos de la cultura queden aún hoy en la gastronomía, en la religión o en expresiones habladas o canciones.