Bajo una apariencia amable, hasta pueril, como de pintura ‘bonita’, se esconde toda una realidad inquietante, una realidad que puede que no sea vista o de la que no nos hemos dado cuenta a simple vista.
En la que es una de las primeras exposiciones individuales mostrando su pintura, antes dibujos, y después de que su última experiencia fuese en Berlín en 2010, el menorquín Cristòfol Pons (Ciutadella, 1981), en otro momento conocido también como Quitolomalo, expone nuevamente su arte reflexivo en Barcelona, esta vez en la galería Miscelánea de la calle Guàrdia, donde podrá verse desde este miércoles 28 de enero hasta el próximo 15 de febrero.
‘Hand holds gold, hand holds sand’ (‘Mano sostiene oro, mano sostiene arena’) es el título de la muestra, con el fondo de una reflexión sobre el poder, sobre aquellos que lo ejercen y aquellos que son sometidos. Una serie de imágenes icónicas y sencillas sobre la idea, sobre todo platónica y socrática, de cómo se somete el uno al otro, pasando también por la idea ‘nietzscheana’ mucho más crítica y feroz, para finalmente llegar a la idea ‘heideggeriana’ y ‘sartriana’ sobre la libertad del hombre y su imposibilidad de huir de ella.
La exposición se divide en dos partes: el poder y el pensamiento. Aunque para nada se trata de ilustrar las ideas de esos filósofos mencionados sino de intentar entenderlos, las obras que representan el poder, que juegan con él, se confrontan con los representantes del pensamiento, los precursores de la educación como herramienta para armar las generaciones y combatir este mal uso del poder.
Haciendo suya la frase de Picasso sobre que el arte es una mentira que nos acerca a la realidad, Cristòfol Pons cree que la realidad es relativa y subjetiva, y que la sinceridad no ha de ser una condición del arte. Es por eso que en el arte del menorquín hay un juego constante con la realidad para acomodarla a su gusto y orden, explicando así, con metáforas y exageraciones, condiciones tan reales como puede ser un paisaje.