Hubo un tiempo, ya lejano, en el que llegué a creer en la humanidad. Bueno, en realidad, no sabía exactamente lo que significaba esta palabra; de hecho, abarca una tal inmensidad que uno cae en una confusión tremenda y pierde todo contacto con la realidad. Y por si esto fuera poco, no es fácil llegar a vislumbrar una determinada imagen que, de alguna manera, dé una vaga impresión imaginativa. Lo mismo sucede cuando utilizamos otro vocablo de tan amplio espectro: Universo. Por cierto, observo que todos los filólogos -por lo menos los españoles- tienen montones de dudas sobre el empleo de mayúsculas o minúsculas en dichos términos. O sea que, visto lo visto después de diversas consultas, creo que estoy en condiciones de utilizar lo que esté más a mi alcance en cada momento.
Bueno, al grano: durante el período de tiempo en que creí en la Humanidad, pensaba que en esta masa colosal de individualidades despersonalizadas, la tendencia general tiraba hacia el concepto de bondad, igual que la cabra tira al monte. Me parecía impensable -o como mucho, poco pensable- que todo lo que escondía este magma de personas que habitaban el planeta Tierra no fuera un cesto de virtudes. La Humanidad tiene que ser buena, por definición; no cabe la maldad o la imperfección; no puede ser.
Con los años, he ido viendo que en todas partes cuecen habas y eso implica, desgraciadamente, que la Humanidad es, también un coladero de malos, de imprudentes, de irresponsables, de locos y de gilipollas, así, tal cual. Cuando me di cuenta de esta verdad incontestable mi autoestima cayó en picado. Gran desilusión. La misma que tuve con la Naturaleza (otra palabra que admite el uso de mayúsculas o minúsculas, indistintamente) cuando comencé a darme cuenta de la existencia de todas las catástrofes posibles -sobre todo las que llaman “naturales” que se producen en este nuestro mundo: desbordamientos brutales de ríos, terremotos, maremotos, “tsunamis”, rayos que incendian bosques (cada día más grandes y sucios por la dejadez con los cultivos), granizadas, volcanes y un largo etcétera. Una verdadera desgracia.
Pues bien, en estos últimos días del estío, la humanidad me ha vuelto a defraudar. En plena pandemia por la cruel extensión del denominado corona-virus, siguen habiendo imbéciles que no se colocan la molesta mascarilla para circular por el mundo interior y exterior. Y un tanto por ciento de los que la llevan, la usan malamente; con la nariz desnuda.
Me parece insólito y no deja de sorprenderme que tal cantidad de energúmenos irresponsables se queden tan anchos con tamaña exhibición de poca vergüenza social. Ya sé, perfectamente, que las masas son un refugio para el cobarde anonimato y que, la universalidad cuenta también con la presencia de idiotas andantes. Seguramente, son los mismos que van a merendar a la orilla de un riachuelo paradisíaco y, al acabar la fiesta dejan el paisaje hecho un auténtico asco: botellas rotas, fundas de patatas fritas, papeles, colillas y otras menudencias.
Creo que voy a volver a rezar a la Madre del Amor Hermoso para intentar que me conceda el placer de ver desaparecer de la lista de la Humanidad a dichos individuos que carecen del mínimo concepto de educación o de urbanidad (aunque sea en parajes rurales).
En la próxima vida (en la que seré, casi seguro, una simple ardilla) me daré de baja de la Humanidad; ténganlo por cierto. Romperé el carnet, que es lo que se lleva hoy en día.
Con la Humanidad hemos topado…
… yo creo en la Humanidad, aunque sea imperfecta… es la que ha creado las bases de la sociedad, para que todos podamos vivir lo mejor posible, es la que ha implementado normas de convivencia y leyes por las que regirnos, es la que ha creado el respeto mutuo, la moral y la ética… la Naturaleza no es una entidad consciente y además va a su bola, simplemente pasa… queda el recurso de los simplones y desinformados, los que sueñan con paraísos perfectos y mundos de Yupi, quedan los freakies que acaban por rezar a unos dioses inventados para autoprogramarse su propio mundo de Matrix para perderse dentro… esos me dan pena, son patéticos…