Hoy es jornada postelectoral en Andalucía y son muchas y variadas las lecturas que se han realizado y se realizarán a raíz de los resultados. En trazos gruesos estos resultados dibujan una victoria del Partido Socialista, que ha logrado mantener el número de diputados en el Parlamento, con 47 escaños obtenidos, el hundimiento del Partido Popular e Izquierda Unida, que pierden 17 y 7 diputados respectivamente, y la irrupción de Podemos (15 diputados) y Ciudadanos (9 diputados) en el hemiciclo.
Mucho se ha hablado ya en Menorca de Podemos, formación que ya tiene un recorrido en nuestra isla, con círculos en diferentes localidades, candidatos a nivel insular y autonómico, y la aparición de las primeras divergencias. De Ciudadanos, sin embargo, no se ha chistado prácticamente, entre otras cosas, porque no tenemos nombres ni caras bien definidas para hacerlo ni tampoco la seguridad de que lleguen a la cita electoral del próximo mes de mayo con una propuesta mínima capaz ganar la confianza de los menorquines.
Vaya por delante que quien escribe tiene una simpatía especial a esta formación por la sencilla razón de que su secretario de Comunicación fue uno de sus compañeros de máster, una persona inteligente, vitalista y risueña, capaz de transmitir ilusión por todo lo que hace. Convendré con ustedes que la valoración de un partido no puede realizarse en base al “buen rollo” que transmiten sus miembros, pero no debe despreciarse tampoco el detalle, nada insignificante, de que los partidos los forman personas y el talante de esas personas determina, a su vez, el del partido.
Simpatías aparte, Ciudadanos lo ha hecho muy bien. Lo está haciendo, discreta, esforazada y eficazmente bien desde que nació allá por 2006. Y pese los recelos que despierta la formación nacida en Cataluña bajo el liderazgo de Albert Rivera (que, sí, no fue nada discreto en su cartel electoral de 2006 donde aparecía desnudo), creo que está consiguiendo una proyección de cambio solvente y posible que resulta esperanzadora, dicho sea con la boca pequeña dados los sustos a los que nos tiene acostumbrada la clase política.
Obviamente, Ciudadanos no es la única formación que aboga por el cambio que todo el mundo está pidiendo, pero sí los que parecen transmitir de una manera más clara que el precio a pagar por él es asumible. Estar dispuestos a trabajar por conseguirlo desde la oposición, renunciando a formar gobierno- así se han manifestado Rivera respecto de Andalucía-, sería un especie de aviso a navegantes: el cambio no llegará de hoy para mañana, habrá que trabajárselo discreta, esforzada y eficazmente.