El cielo llora, llora y llora desde ayer. Es una coincidencia pero en Menorca la noticia del accidente aéreo en los Alpes franceses y todas sus repercusiones- labores de rescate, investigaciones, luto oficial, minutos de silencios … – se está viviendo bajo un cielo gris y una lluvia persistente, con la tramontana soplando con fuerza y aumentando la sensación de gelidez en una primavera aún por estrenar.
Cualquier viaje, incluso si es de vuelta, tiene su aliciente. Incluso los que se emprenden en los peores momentos, la enfermedad o la muerte de un ser querido, tienen, al llegar a su destino, un abrazo de bienvenida y de complicidad, el reencuentro con otros seres que amas, tal vez con las calles y las plazas de tu infancia. Viajamos por necesidad o por placer, pero siempre esperamos disfrutar, o como mínimo, aprender, extraer de la experiencia alguna enseñanza que nos haga crecer como personas.
Lo que no esperamos nunca es que será un viaje sin retorno. Nadie lo pensó ayer cuando cogía el vuelo de Germanwings o hace seis años y medio cuando embarcaba en el de Spanair que se accidentó en Barajas, nadie lo pensó en otros vuelos que también despegaron para no llegar a ninguna parte. No esperamos que nuestro será el vuelo que abra catastróficamente los informativos ni tampoco esperamos que lo sea el de nuestro familiar o nuestro amigo, pero, a veces, pasa.
En este momento, muchas personas estarán sufriendo porque tienen que volar o ha de hacerlo alguna persona cercana o estarán maldiciendo su suerte si para desplazarse dependen sobre todo de los aviones, caso de los isleños. Y muchas también estarán preguntándose ¿por qué? ¿Por qué les ha tocado a ellos no poder recibir a los suyos con un abrazo y una lluvia, esta vez, de besos.? Es, sobre todo, para estas personas para quien enmudece la vida, siquiera un minuto, en un día como hoy. Para ellas, nuestro silencio, nuestro afecto y nuestra solidaridad.