Hay realidades que son tercas en la vida. Por mucho que no queramos verlas o por mucho que no quieran que se vean. Por mucho que algunos nos digan que estamos trasnochados. Por mucho que nos digan que las cosas son como son y que no pueden ni deben cambiarse. Pero la realidad es terca, como digo, y la república está cada vez más cerca. Sí, la republica está cada vez más cerca. Y luchamos por ellas y la reivindicamos. Queremos la III república, no la pedimos, la conquistaremos, pacíficamente, pero la conquistaremos, como la conquistaron ahora hace 90 años nuestros abuelos y bisabuelos. Un 14 de abril de 1931 en el que el rey de entonces tuvo que huir, sorprendido de que lo que él llamaba sus súbditos no le quisieran.
Ahora no deben ser tiempos de nostalgia los que nos han de mover. Podemos recordar y rescatar del tiempo histórico la idea que impulsó la república que no era otra que sacar de la pobreza y la ignorancia a amplias capas de la población de aquellos años. Fue un tiempo de esperanza y fraternidad que truncaron los de siempre, los mismos que ahora vuelven con sus tambores de odio y desprecio.
Pero no, no son tiempos de nostalgia. Celebramos el 14 de abril, pero no con la melancolía de lo que pudo ser y no fue, de aquello que nos arrebataron con sangre, cárcel y dolor. No, vivimos en el siglo XXI y debemos construir ahora una sociedad fraternal, democrática y solidaria que puede verse reflejada en la tercera república. Una república que supere definitivamente la anomalía democrática que es la monarquía, un régimen anacrónico al servicio del capital, de las componendas entre élites productivas y financieras, a la cabeza del cual se encuentra una familia, la de los Borbones, que nunca estuvo con las clases trabajadoras, con los colectivos más vulnerables de la sociedad, pero que sí frecuenta en cambio la compañía de los poderosos siempre parapetados tras sus siglas empresariales. Un rey cuyo padre huyó de manera vergonzante y que trata de llegar a acuerdos con Hacienda para regularizar una fortuna de dudosa procedencia. Un rey que no respeta la pluralidad nacional y cultural de los pueblos que conforman el estado en el que vivimos. Un rey, cuyo padre como sabemos fue designado por un dictador genocida, un rey que jamás ha citado, que no ha tenido el más mínimo gesto de compasión y humanidad con los más de 114.000 asesinados, desaparecidos en las cunetas del olvido.
La monarquía es una institución protegida. Véase sino como ha sido rechazada por el Tribunal Supremo las dos querellas borbón, presentadas por IU, el PCE y el Foro de abogados y abogadas de izquierdas y a la que se ha sumado Omnium Cultural. La monarquía es el enlace con aquellos tiempos del horror y por eso la derecha, todas las derechas, le defienden, porque de alguna manera, esas derechas son también el enlace con aquellos tiempos de la ignominia. La derecha española desgraciadamente no es antifascista, como lo puedan ser otras de Europa que superaron el nazismo y abjuran de su herencia. Aquí la derecha, todas las derechas, gobiernan en comandita en Andalucía, en Murcia, en Madrid. Y no se puede gobernar con quien estigmatiza a las personas migrantes, con quien ridiculiza el feminismo o las personas trans, con quien llama gentuza a la gente trabajadora porque no estudian ni trabajan, como si eso fuera algo fácil en este país ahora, no se puede gobernar con quien quiere una educación separada por sexos y pide la implantación del pin parental. Y si se gobierna aceptando estas ideas, es que se está de acuerdo con estas ideas.
Vivimos tiempos complejos evidentemente agravados por una pandemia que, como viene diciendo el mundo científico, se origina en las actividades humanas de depredación de la naturaleza. La transmisión de enfermedades de los animales a las personas, lo que se llama zoonosis, es fruto de los cambios de usos del suelo, de las deforestaciones, de la destrucción de hábitats, de la agricultura industrial, del comercio global, de la contaminación entre otros factores. Todos ellos producidos por la necesidad imperante del sistema capitalista de aumentar la producción y el consumo para mantener su tasa de ganancias. Un sistema éste que nos está llevando a la catástrofe ambiental y social, con el aumento del calentamiento del planeta, con la pérdida de biodiversidad y las consecuencias sociales que suponen la pérdida de tierra fértil, el aumento del nivel del mar, las sequías, las inundaciones, los temporales recurrentes, consecuencias todas ellas que cuentan con repercusiones económicas y por tanto sociales.
Es la hora de cambiar el rumbo. Cambiar de modelo económico, político, social. Tenemos que iniciar una transición ecosocial que permita una sociedad justa, equitativa, democrática, fraterna. La república es una herramienta para ese objetivo porque es un proyecto de futuro, un proyecto basado en la pluralidad de sensibilidades humanas y territoriales, un proyecto inclusivo y participativo. No hablamos de cualquier república, hablamos de un nuevo marco de relaciones claramente delimitado, donde la horizontalidad se oponga a la jerarquía, donde se blinden los derechos sociales y las condiciones de vida dignas para la clase trabajadora. Estamos hablando de una república solidaria, fraternal, inclusiva, plurinacional, pluricultural, ecologista, feminista y laica. La República es un proyecto integral y renovador de país que abarca el conjunto de problemas, injusticias y anhelos de la ciudadanía, más allá del ámbito institucional. Por todo ello llamamos a todos los ciudadanos y ciudadanas que se sientan demócratas y progresistas para que se sumen a la construcción colectiva del republicanismo. Recordando a Julio Anguita termino diciendo, haciéndome eco de sus palabras: “Quiero hablar de la tercera república. Y no de cuando venga, sino de cuando usted y yo la traigamos”. Hagámosle caso y hagamos todo lo posible para traer, para construir todos, todas, la República. Visca la República.
Comment