Este domingo ha estallado una auténtica bomba atómica deportiva con el anuncio de la (posible) creación de una superliga europea de fútbol independiente, fundada por doce de los más importantes clubes europeos, seis ingleses: Arsenal, Chelsea, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham; tres españoles: Atlético de Madrid, Barcelona y Real Madrid, y tres italianos: Inter, Juventus y Milan, que pretenden añadir hasta tres más para formar un grupo cerrado de quince, a los que se unirían cinco más por “méritos deportivos”, lo que completaría una nómina de veinte participantes, divididos en dos grupos de diez.
Dicha liga se jugaría entre semana, sustituiría a la actual UEFA Champions League y sería compatible con los campeonatos nacionales, es decir, los clubes no abandonarían sus respectivas ligas, pero la federación europea, la UEFA, perdería el control sobre la principal competición continental, que quedaría totalmente fuera de su jurisdicción.
La noticia ha causado una reacción airada y virulenta por parte de la UEFA, así como de varias federaciones nacionales y también, aunque más matizada, por parte de la federación internacional, la FIFA. Desde la UEFA se amenaza a los clubes implicados con la expulsión inmediata de todas las competiciones, incluyendo sus ligas nacionales y también se amenaza a los jugadores con excluirlos de sus selecciones y, por tanto, de los campeonatos mundiales, de Europa y de los Juegos Olímpicos.
Incluso la Liga Profesional de Fútbol de España, por boca de su inefable presidente, el Sr. Tebas, ha calificado la idea de “ocurrencia de barra de bar a las cinco de la madrugada”, y ha amenazado a los tres clubes españoles con la expulsión inmediata de la competición. Estaría bien que el Sr. Tebas nos aclarase cómo piensa mantener los contratos de televisión sin la presencia de los tres principales equipos españoles.
La propia Comisión Europea ha realizado un comunicado en el que habla de que esa superliga iría en contra de la filosofía europea del deporte de competición y de la idea que en ella subyace de solidaridad entre las distintas categorías y niveles de las competiciones.
Hay argumentos en pro y en contra de la creación de esta superliga. Yo mismo, de momento, no tengo claro si me parece bien o mal, y tiempo habrá para meditar al respecto, pero una cosa está clara: los capitostes de la UEFA y sus paniaguados de las federaciones nacionales no son sino unos chupópteros que viven a cuerpo de rey a costa del desempeño deportivo de clubes y jugadores. Todos ellos y los de la FIFA, los de otras federaciones internacionales y europeas de otros deportes y los del COI. Muchos de ellos, además, son corruptos que aceptan sobornos por utilizar su influencia y su capacidad de decisión para favorecer la adjudicación de eventos deportivos a determinados países.
Pero incluso los que no son corruptos tienen unos emolumentos, dietas y regalías que les permiten una vida de lujo (auténtico) que acaba siendo un insulto para el común de los mortales y que no justifican con su real desempeño, que suele limitarse a reuniones y tareas de representación e intermediación.
La creación de una competición fuera de su control significa que no tendrán acceso al pastel económico que se genere, sobre todo de patrocinadores y derechos de televisión, y eso es lo que auténticamente les preocupa y les pone de los nervios, la disminución drástica de dinero a ingresar, repartir y repartirse. De todo el dinero que genera la actual Champions League, solo el 60 % llega a los clubes participantes, el resto se lo queda la UEFA. La idea “solidaria” es que ese dinero que se queda la UEFA lo reparte entre las federaciones nacionales para dedicarlo al deporte de base, al amateur y a las competiciones de las categoría inferiores, y seguro que una parte se dedica a ese fin, pero no es menos cierto que otra parte demasiado grande se dedica al “funcionamiento” ordinario de UEFA y federaciones.
Por otra parte, es discutible que el deporte profesional deba tener esa función de subvención solidaria del no profesional. Y tampoco es imposible llegar a un acuerdo con la Superliga para que un porcentaje de sus ingresos se dediquen a ese menester. Los que en cualquier caso perderían una parte importante de su momio serían los directivos de la UEFA, de ahí su rabia y desespero.
También resulta curioso que la Comisión Europea emita una opinión contraria. ¿Desde cuándo un grupo de entidades privadas como son los clubes no pueden asociarse libremente para crear una competición? Ya se ha hecho en el baloncesto, donde hace veinte años se creó la Euroliga independiente de la FIBA, que al principio también se opuso y amenazó con sanciones y expulsiones, incluso mantuvo su propia competición, que duró solo una temporada. Ahora, la Euroliga está plenamente consolidada, sus relaciones con la FIBA son relativamente buenas, los clubes siguen compitiendo en sus campeonatos nacionales, que no se han debilitado, al contrario, son más fuertes que hace veinte años, y los jugadores siguen acudiendo a las convocatorias de sus selecciones.
Insisto en que no estoy seguro de la bondad del proyecto, pero me parece lógico que los clubes en el punto de superprofesionalización al que ha llegado el fútbol y las ingentes cantidades de dinero que generan quieran controlar su gran competición y librarse de un intermediario parásito como la UEFA.