Vivimos tiempos de cambio, en los que muchas personas se sienten perdidas y sin rumbo fijo. Cada vez son menos las personas religiosas y las que tienen un sentido de vida. Hay un gran número de depresiones, de personas que viven con pastillas, antidepresivos, ansiolíticos…
Año tras año, aumentan los suicidios y el número de personas que admiten sentirse insatisfechas y que admiten que su vida no tiene sentido. Pero nuestro mundo parece hacer caso omiso a los gritos agónicos de las estadísticas silenciosas que piden un cambio en nuestra sociedad.
Son cuatro los puntos que tenemos que tener en cuenta para saber si vivimos una vida con sentido. En primer lugar, deberemos saber si tenemos la sensación de ‘pertenencia a una clase social, a una familia, a un grupo de amigos o una comunidad, y si nos vemos aceptados en ese grupo. Solo si nos sentimos queridos por nuestro entorno y aceptados, podremos dar sentido a nuestra vida.
En segundo lugar, necesitamos tener un propósito de vida, un ‘para qué’ me levanto cada mañana: para cuidar y educar a mis hijos, para enseñar, para sanar, para escribir… Necesitamos encontrar eso que hace que cada mañana nos pongamos en pie
En tercer lugar, necesitamos tener la sensación de trascendencia, de formar parte de algo mayor que nosotros mismos, de un universo que nos resguarda, de un Dios, sea como sea el que imaginamos que existe. Necesitamos saber que hay algo que nos sostiene por encima de lo que vemos.
Y el cuarto es la narrativa, la historia que nos contamos sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia vida, sobre quiénes somos. Es por ello que se acude a un terapeuta o se escribe un diario, para reafirmar aquello que estamos pensando sobre nosotros mismos, y, si no lo tenemos muy claro, para cambiarlo.
Esta última característica tiene un punto muy especial para nosotros, ya que, si somos capaces de trabajarla, podremos modificar nuestra historia cuando no estemos de acuerdo con ella. Podremos volver a reinventarla y empezar de cero cuando sea necesario.
Pero, aún teniendo un sentido de vida clarificado, puede darse el caso de no sentirnos felices del todo, ya que la felicidad es un estado transitorio, llevado más por las creencias del momento, de lo que creemos que deberíamos de ser o tener, que por lo que es.
También puede ocurrir que vivimos una vida con sentido, pero que nuestras circunstancias no nos permitan disfrutar de ella, debido a una enfermad, pobreza, falta de seguridad a la hora de vivir en este mundo y un sinfín de razones que nuestra sociedad nos dicta.
Esta última circunstancia solemos vivirla mucho los escritores, pintores, escultores y artistas en general, no pudiendo vivir del arte que nos da sentido a nuestra vida. Es por ello qué habrá que trabajar por encontrar ambas cosas en paralelo y aprender a disfrutar de esos estados transitorio de felicidad que nos hacen vivir una vida más plena.
Te invito a preguntarte: ¿mi vida tiene sentido? ¿Soy feliz?
… tu artículo se echó a perder en el minuto cero, en cuanto mentaste por vez primera a esa tontería que dices llamar “dios”… muchos somos los que vivimos perfectamente integrados en nuestra sociedad, sin necesitar en absoluto esa cosa rara que llamas divinidad, y no es otra cosa que una fantasía que actúa de placebo para otras personas que sí creen necesitar ese hilo invisible que dicen les guía… dar carta de verosimilitud a tal engendro, es penoso… seamos personas de verdad, vivamos una vida plena sin inventarnos fantasmagóricos y paternalistas guías espirituales, que somos adultos, vamos anda ya…