Es lo habitual. En verano, noches calurosas. Pero con una salvedad importante. Cada año se registran más. Empiezan antes en el calendario y se mantienen más tiempo. A parte de las noches tórridas, donde la temperatura es sofocante, las noches tropicales, que superan los 20 grados, incluso los 25, se están convirtiendo en habituales en Menorca.
Cuando predomina el viento del sur, acompañando atmósfera sahariana que deja lluvias de tierra, la temperatura no baja. Esa sensación de sofoco se mantiene a lo largo de la jornada y al llegar la noche no desaparece. Lo que nos planteamos es qué consecuencias tiene sobre la salud.
Acostarse a tan altas temperaturas tiene efectos muy nocivos para la salud porque producen un estrés térmico prolongado, al impedir que el cuerpo descanse y se recupere del calor del día. Si no dormimos bien, ni nuestro cuerpo ni nuestra mente descansan bien. Y si en lugar de que esto ocurra unos días pasa más a menudo, arrastramos un “mal descanso” del que cuesta sobreponerse.
En las Illes Balears se han registrado más de un centenar de noches tropicales consecutivas rompiendo el récord de 2018. Y en el futuro se van a incrementar por culpa del cambio climático. Las bajas presiones (DANA) que descargaron con fuerza en el centro de la isla dieron un respiro momentáneo a esta gráfica de noches calurosas, pero la lluvia ha pasado y podríamos recuperar de nuevo otra tanda de temperaturas medias altas.
Descansar bien es necesario para nuestra salud. Para entrar en la fase de sueño profundo, el cuerpo necesita bajar el pulso, pero no puede hacerlo porque está trabajando para bajar su temperatura. Según recientes investigaciones, la intensidad de las noches tropicales tiene un mayor impacto para la salud que su duración.
Sin necesidad de un estudio se entiende que tener aire acondicionado ayuda a dormir mejor cuando afuera hace calor. Otra cosa es lo que cueste mantener en marcha el aparato. La pobreza energética también afecta negativamente a la salud.