El duelo, que se suele entender como un proceso individual, es en el caso de pandemia un duelo colectivo y, por tanto, debe abordarse de un modo comunitario, como se ha hecho desde el Centro de Salud Comunitaria Marie Langer, que se ha centrado en compartir y reflexionar lo que se vive como dolor social, que trasciende el plano individual, con el fin de contribuir al desarrollo de alternativas de afrontamiento saludables. Así lo indica Elena Aguiló Pastrana quien estuvo durante los primeros meses de pandemia al frente del grupo de apoyo ‘EPI Emocional’, dirigido en concreto a los profesionales de la salud, que se vieron obligados a afrontar una situación sanitaria muy complicada manteniendo un esfuerzo sostenido con una importante sobrecarga y tensión.
En la iniciativa, que se prolongó hasta el pasado mes de julio, participaron cerca de 175 profesionales, que contaron con un espacio a través del cual expresarse y ver satisfechas sus necesidades emocionales.
La médica de familia da a conocer su experiencia en la Escuela de Salud Pública de Menorca, donde desde hoy lunes coordina el curso también titulado ‘EPI Emocional’, haciendo referencia a que, mientras que durante las primeras semanas de la pandemia los hospitales y centros de salud trataban de conseguir equipos de protección individual, se pasó por alto la protección emocional de los sanitarios.
En esta línea, destaca que desde el Centro de Salud Comunitaria Marie Langer percibieron esa necesidad y activaron un dispositivo de apoyo y atención a través del cual buscaban poner su grano de arena a una situación de emergencia médica y social que Aguiló califica de catástrofe.
“Como todas las catástrofes, es necesario realizar un abordaje comunitario, porque en la atención individual se pierde la fuerza de lo colectivo”, explica la experta, quien también participó en la atención de algunos colectivos durante los atentados terroristas del 11-M en Madrid.
La coordinadora del curso ‘EPI Emocional’ expone que los sanitarios sufrieron en un primer momento una situación de máxima tensión y ningún apoyo institucional. “Tenían un enorme sufrimiento silenciado y, sin embargo, debían sostener el dolor de la población”, remarca.
Asimismo, matiza que sus malestares psicológicos cambiaron a medida que evolucionó la pandemia. Durante los primeros meses sabían que era necesario esforzarse, pero tenían la ilusión de ser útiles, a pesar de que las condiciones eran muy deficitarias e inciertas. Sin embargo, con el paso del tiempo aparecieron sentimientos como la decepción, el cansancio y la frustración, junto a la necesidad de mantener el sobreesfuerzo.
Por otro lado, Aguiló lamenta que la salud mental ha quedado relegada a un segundo plano durante la pandemia y remarca especialmente el sufrimiento y la vulnerabilidad de los colectivos más desfavorecidos, entre los cuales incluye a las personas que se quedaron sin trabajo o las que tenían una situación familiar de tensión o violencia.