La pandemia de Covid 19 ha puesto al descubierto las carencias de nuestro sistema sanitario, carencias provocadas por los recortes en sanidad que vienen produciéndose desde la crisis económica que se inició en 2008, e incluso antes, puesto que ya desde la década de los noventa del siglo pasado nuestra sanidad padecía un claro estancamiento.
Las cifras son demoledoras. Según un estudio de Amnistía Internacional, de 2008 a 2018 el gasto sanitario público en España se ha reducido un 11,2 %, y la inversión per cápita en sanidad, un 10,5 %, mientras que el producto interior bruto ha crecido un 8,6 %. En estos años, el gasto sanitario público pasó de 75.527 millones de euros en 2009 a 68.270 en 2018, una pérdida de 7.256 millones de euros constantes.
En atención primaria es aún peor. La inversión se ha reducido un 13,1 % y el porcentaje de disminución del gasto sanitario público de las comunidades autónomas ha descendido del 14,4 al 13,9 %.
No es extraño, por tanto, que un sistema sanitario que se encontraba en el límite de su capacidad se haya visto superado por una situación inesperada de emergencia global como la pandemia. Los efectos han sido devastadores, ya que se han tenido que derivar la gran mayoría de los recursos a la covid 19 y ello ha provocado la desatención de gran parte de la asistencia ordinaria. Especialmente grave ha sido la incidencia sobre los programas de prevención, control y asistencia a las enfermedades crónicas, así como las cirugías programadas, como las implantaciones de prótesis y el diagnóstico precoz del cáncer.
Y aun así no era suficiente para combatir la epidemia, y se ha tenido que contratar a personal extra e invertir en tecnología y equipamientos. Este último hecho es positivo, siempre y cuando permanezca. El sistema necesita incrementar sus recursos, humanos, tecnológicos e inmobiliarios, para hacer frente a los retos sanitarios inmediatos y a medio plazo.
Hay una tarea ingente a realizar para retomar todos los programas sanitarios que han quedado interrumpidos o semiinterrumpidos por la pandemia, para recuperar todas las cirugías y los diagnósticos pendientes, y para seguir con la asistencia a la Covid 19, que no ha desaparecido, y a las consecuencias de las secuelas persistentes de la enfermedad, así como al tremendo incremento de problemas psicológicos y de salud mental que ha provocado.
La noticia de que algunas comunidades autónomas van a cancelar, total o parcialmente, los puestos de trabajo de profesionales sanitarios que se contrataron con motivo de la pandemia, es un movimiento nefasto en la dirección equivocada. El sistema sigue necesitando a esos profesionales, y más.
Afortunadamente, parece que, al menos de momento, algunas comunidades van a mantener a todos esos profesionales, entre ellas la nuestra, les Illes Balears. Es una buena noticia, como también lo es que la nuestra es la única comunidad que en 2018 había recuperado el nivel de inversión sanitaria de 2009.
Son pasos en la buena dirección, pero que no deben quedar ahí. Nuestro Govern y nuestra Conselleria de Salut deben ser conscientes de que esos pasos positivos son mínimos indispensables para que el sistema no siga deteriorándose, pero que hace falta invertir aún más para afrontar en condiciones los retos sanitarios de los próximos años, especialmente en atención primaria, cuyos profesionales se encuentran en una situación límite, sobre todo psicológica, debido al tremendo sobreesfuerzo que hace años que vienen realizando.
… durante la pandemia, los hombres de negro no estaban, pero nadie pensó en aprovechar sus ENORMES dependencias para aumentar habitaciones hospitalarias de planta, o montar algún quirófano en ellas… y ahora que poco a poco volvemos a la antigua normalidad gracias a las vacunas, volveremos también a tener que soportar a esos nefandos hombres de negro pululando en instalaciones hospitalarias como si nada hubiese pasado, usando dependencias desproporcionadas en comparación con los estúpidos servicios que dicen proporcionar, que ni el despacho del director del centro es ni la mitad de grande en comparación… si la pandemia ha servido para que los fumatas dejen de molestar en las terrazas de los centros de ocio, para regenerar un poco la naturaleza y al planeta, y para que nos demos cuenta de que no echaremos de menos las memeces de procesiones y ofrendas florales y bendiciones a diestro y siniestro, también debería servir para reorganizar la sanidad, y sacar a los hombres de negro de sus instalaciones… no los necesitamos… las garrapatas se han de eliminar