Cuenta la editora Ángeles Aguilar en “El País” que Joaquín Sabina denominó “Los Almudenos” al grupo de amigos de Almudena Grandes y que todos ellos se alegraron de contar con una denominación que los identificara. A buen seguro la alegría, que tanto definió a la gran escritora madrileña, se ha tornado en tristeza tras su fallecimiento este fin de semana en Madrid a los 61 años y se suma a la que siente “una legión de lectores apenados”, en palabras de Juan Cerezo, editor de Almudena Grandes.
Yo soy parte de esa legión, como lo es mi amiga Déborah, quien me comunica la noticia con presteza. Hemos conversado infinidad de veces sobre los libros de Almudena Grandes, ante la segura curiosidad de otros interlocutores, incapaces, quizás, de captar el porqué de nuestra mutua admiración por sus libros. Tampoco sé si fui capaz de explicarla a unos amigos reunidos recientemente tras el estreno de ‘Cuidando al sol’, una interesante coproducción hispano-boliviana, cuando me preguntaron qué libro me había cautivado recientemente y yo les hablé de Almudena Grandes.
Concretamente, de sus ‘Episodios de una Guerra interminable’, de ‘El corazón helado’, libros que permiten al lector asomarse a una página de la historia española, la de la Guerra Civil, la posguerra o la democracia titubeante que dejó la Transición, que se lee poco o nada en nuestro país. Como tantos otros y tan dispares como ‘Zona roja”, “La sonata del silencio”, “Lo que escondían sus ojos” o “Línea de fuego”, esos títulos de Almudena Grandes permiten entender lo que somos rescatando lo que fuimos, condensando pequeñas historias, errores, aciertos, anhelos y frustraciones, haciendo transitar al lector de la risa a las lágrimas, de la emoción profunda al sentido de honda injusticia que aún embarga a quien se asoma con sana curiosidad y sin prejuicios a buena parte de nuestro siglo XX.
Alegre y comprometida; amorosa con los suyos; atenta con los lectores, algunos de los cuales le proporcionaron claves fundamentales para sus libros; exquisita con la documentación y el contexto- en “La madre de Frankenstein”, por ejemplo, la autora nombra Sanatorio Esquerdo, un manicomio que fue pionero en materia de salud mental en España y ejemplifica porqué; rigurosa y tenaz, Almudena Grandes inspiraba un universo literario y vital extraordinariamente rico, un universo que palpita en las páginas de sus libros, en sus columnas, en sus intervenciones radiofónicas y televisivas, y que, gracias a las viejas y nuevas tecnologías, seguirá estando al alcance de quienes sin serlo, somos también ‘almudenos’.
Su nombre la retrata…”Pequeña Ciudad”(Almudena). Persona de verbo que hace del encuentro con otros su caldo seminal con ojo avizor.