A todo nos ha con-movido y re-movido el suicidio de una famosa actriz, que al parecer padecía graves depresiones.
Es conveniente aclarar que el cerebro humano tiene un límite. Es como la tarjeta visa: a veces, entra en quiebra total y el psiquismo se desborda como un gran tsunami (depresión, desamparo, desesperanza) o páramo emocional (desafección total por los que queremos) en el que se activan circuitos para la auto agresividad. No hay acto humano más enigmático que el suicidio. La complejidad de la mente humana contrasta con el volumen y el peso del órgano que rige nuestras vidas. El cerebro solo pesa un kilo y medio, pero está muy urbanizado y trabaja a destajo. Es un conectoma de cien mil millones de neuronas que establecen billones de interacciones. Algunas de ellas no tienen como objeto la autoconservación, sino la autodestrucción.
Hacer la autopsia psicológica de una conducta suicida es una tarea difícil y complicada. Descifrar las claves precisa analizar muchas variables. La autopsia psicológica de las conductas suicidas busca rastrear la intrahistoria que subyace en la conducta autodestructiva. Tenemos los hechos, pero desconocemos el guión. La clave siempre está en el manejo de dos elementos: individualizar y contextualizar el fenómeno a nivel interpersonal y social.
El análisis siempre debe de contener tres elementos: cuál era el pretexto, cuál ha sido el texto y cómo es el contexto. Las conductas autolíticas no son clónicas. Existen elementos comunes que nos permiten explicarnos por qué nuestro cerebro pone en marcha el circuito de la autodestrucción. La triada maligna es la depresión, con sentimientos de desesperanza y culpa y los duelos. Todo se complica, además, si aparece la soledad no buscada.
Los autorreproches culpabilizadores, que cual mafia mental extorsiona una y otra vez a nuestra autoestima, la solo-edad o déficit de vínculos de apoyo social. A veces no hay carencia, pero los sentimientos de culpa, vergüenza y de indignidad son tan abrumadores que no se pide ayuda, instalándose un nihilismo salvaje en el que el ‘no’, la nada y el ‘nadie’ tiranizan el resto de la actividad mental.
La depresión y la soledad nos conducen a situaciones de extrema vulnerabilidad e indefensión. Estamos preparados para soportar muchas cosas, pero la soledad psicológica (buscada en los pacientes gravemente deprimidos) es el peor de los tormentos, por encima de la muerte. Esa soledad que se construye con el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso, quién sabe por qué, a ese mundo de interacciones tiernas y profundas del que todos creemos idealmente que los convivientes disfrutan. Soledad es, pues, la constatación de que no se tienen las oportunidades y las satisfacciones de las que los demás participan.
Si existe patología psiquiátrica grave (sobre todo la depresión ) previa, el factor gatillo puede ser cualquier situación traumática y dolorosa o cualquier acontecimiento vital que nos genere miedo, pérdida, ansiedad e incertidumbre. ¿Cuál es la intrahistoria de una defenestración, una precipitación, de un ahorcamiento? Muchas veces no la conocemos. Hay muchas preguntas, pero, a veces, tenemos pocas respuestas. Hay que tener en cuenta muchos factores causales: la biografía, la personalidad, el contexto familiar, la existencia de antecedentes de patología psiquiátrica y, sobre todo, su estado mental en los días previos.
¿Padecía patología depresiva o psicótica? ¿Oía voces? ¿Tenía delirios paranoides? ¿Se comportaba de forma anómala o rara? ¿Se sentía perseguido o confuso? ¿Lo había intentado anteriormente? ¿Estaba en tratamiento psiquiátrico? ¿Tenia antecedentes de conductas impulsivas? ¿Estaba su estado mental tan alterado que anuló sus capacidades volitivas y conativas y condicionó sus conductas? ¿Consumía drogas? ¿Había sufrido duelos recientes? ¿Qué tsunami emocional arrasa la racionalidad? ¿Es la culpa persecutoria, la mafia extorsionadora de su mente, la que le hizo buscar la anestesia eterna a través del suicidio? ¿Por qué no decidió compartir su despido interno, su vulnerabilidad y su indefensión con otros? ¿Por qué no pidió ayuda?
Muchas preguntas y pocas respuestas.
El suicidio es previsible pero no siempre es prevenible.
Cuánto sufrimiento insoportable en la cueva inhóspita de la soledad. El agujero mental negro engulle los vínculos afectivos y la pulsión de muerte impera sobre la vida En la vida hay situaciones que son puñaladas traperas a la autoestima y que suponen una pérdida del significado vital.
Como dice el eminente grupoanalista vasco, el Dr. José María Ayerra “teniendo en cuenta que todo tipo de violencias: la individual, familiar, social e institucional se encuentran en permanente interacción, y que unas contienen y determinan a las otras, nuestro empeño debería de orientarse a humanizar un espacio social donde no se excluya a nadie y ahí es clave el papel de la familia, la escuela, la adecuación de los liderazgos sociales y los servicios de salud mental. Cuánto daño ha hecho y hace en la estigmatización de los pacientes que padecen trastornos mentales y la asociación mediática entre violencia y patología mental. Su tendencia generalizada es a hacerse daño a ellos mismos, no solo con el suicidio sino con su propia auto- estigmatización.
La prevención del suicidio es una tarea prioritaria en nuestra salud pública sobre todo en este contexto psicosocial que estamos viviendo. No solo hay que diagnosticar y tratar los trastornos mentales graves, es imprescindible la puesta en marcha de estrategias sociales, jurídicas y sobre todo políticas que reduzcan situaciones de riesgo, que son en la mayoría evitables No olviden que el vínculo con los demás sostiene nuestra propia vida, ya saben la pena compartida se divide por dos.
Sabemos que el Ranking suicida es: la patología dual (trastorno mental grave y conductas adictivas), la depresión con desesperanza, la depresión psicótica, el Trastorno bipolar (ciclos rápidos y mixtos), el alcoholismo, la esquizofrenia y el Trastorno límite de la personalidad.
Tratarlos con los recursos suficientes es clave para prevenir las conductas suicidas, para aliviar el sufrimiento de los pacientes y sus familias y para que no se cronifiquen, ya que muchas veces lo hacen porque no hay los necesarios y suficientes recursos adecuados para hacerlo.
Por eso hay que exigir que la salud mental debe de ser prioritaria en las políticas sanitarias a nivel nacional y autonómico. Es decir hay que aumentar y priorizar el presupuesto en la salud mental. Hay que aumentar las ratios de los profesionales, ya.
Ya basta de palabras y retoricas, hay que dejar de hacer discursos perversos y engañosos. Como botón de muestra, el presidente Sánchez anuncia a bombo y platillo un plan nacional de Salud Mental, amplificado por las terminales mediáticas, pero invierte 90 millones en tres años. 0,50 euros al año por habitante.
Sin comentarios.
Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.
Feliz navidad.
… bueno, si renuncio a mis cincuenta céntimos, otro lo podrá utilizar… y como yo muchos, no somos todos los habitantes de este país los que necesitamos de ese presupuesto, ahí te has colado… En fin, sólo comentar que olvidaste el tema de la inducción al suicidio, y en ese peligroso tema cabe mencionar… a las confesiones religiosas!! sí, no sería la primera ni la segunda vez que santones o gurús de sectas destructivas se quitan de en medio, pero llevándose por delante a todo un séquito de fieles que como borreguitos les van detrás… triste… y de la iglesia católica otro tanto, miles de años con su cuento de que después de la vida hay otra beatífica realidad paralela -para lelos- que no sería raro que muchos creyentes hayan traspasado el umbral para comprobarlo… recuerdo la anécdota que me contaban de una monja que aleccionaba niños diciéndoles que si supiesen lo maravilloso que es el cielo, se matarían enseguida para alcanzarlo cuanto antes… irresponsables religiones, la peste de la sociedad…