Ahora que acaban de empezar los juegos olímpicos de invierno de Pekín se ha recrudecido la polémica sobre la candidatura de Barcelona-Pirineos para los que se celebrarán en 2030.
En la propia Catalunya existe un intenso debate entre las posturas partidarias y contrarias a los juegos, empezando por las instituciones implicadas, puesto que mientras la Generalitat es favorable a la presentación de la candidatura y, consecuentemente, a la celebración de la olimpiada caso de conseguir su organización, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, parece decantarse por el rechazo, aunque no se define con total claridad, probablemente por no molestar demasiado a sus socios de gobierno socialistas que sí son proclives a los juegos, entre otras razones porque la idea inicial de solicitar unos juegos de invierno fue del alcalde socialista Jordi Hereu. La señora Colau ha sostenido públicamente la conveniencia, casi obligatoriedad, de celebrar un referéndum en Barcelona, o incluso en toda Catalunya, para que los ciudadanos se definan sobre los juegos.
Dada la importancia decisiva de Barcelona, de la ciudad y del nombre, para los juegos, el hecho de que su alcaldesa no sea una entusiasta defensora de los mismos, sino más bien lo contrario, no juega precisamente a favor. Parece que Ada Colau está más interesada en convertir a sus conciudadanos en conejillos de indias de sus experimentos de probaturas urbanísticosociológicas cumbayeras, tan de su gusto y del de sus correligionarios “en comú”.
La polémica también se ha instalado en el territorio de los Pirineos catalanes, donde el Govern de la Generalitat sí va a celebrar una consulta para conocer la opinión de sus habitantes. Aquí ya se ha desatado un pandemónium de declaraciones y manifiestos a favor, los menos, y en contra, la mayoría, lo que no quiere decir que los contrarios sean mayoritarios, sino que se mueven más. Las críticas son múltiples y variadas, empezando por la propia delimitación territorial de la consulta, ya que hay tres comarcas que se consideran afectadas, quizás con razón, la Garrotxa, el Ripollès y el Berguedà, que no están incluidas, pero también a los aspectos económicos, ecológicos y sociales implicados.
La crítica más justificada, sin duda, se refiere a la ausencia de un proyecto claro y definido, que de momento no ha sido expuesto por los promotores, lo que hace muy fácil la argumentación a los detractores y muy difícil a los defensores. La otra crítica más recurrente es la de la previsión de falta de nieve por el cambio climático y el excesivo gasto que conllevaría la celebración de los juegos.
Pero por si no había suficiente enredo interno en Catalunya, Aragón se ha unido al alboroto. Parece ser que para la celebración de todo el programa de las disciplinas de esquí alpino no bastan las instalaciones catalanas y se ha de contar también con las del Pirineo aragonés. Ello no debería ser un problema, sino, al contrario, un motivo de buena colaboración entre todos para mutuo beneficio. Pero ahí ha surgido el inefable presidente de Aragón, el señor Lambán, añadiendo su granito de arena a la algarabía, cancelando una reunión que tenía programada con el presidente catalán, aduciendo un trato vejatorio e insultante desde Catalunya.
Parece ser que el gobierno aragonés pretende una organización conjunta en igualdad de condiciones y que, todo lo que no sea eso, se considera un desprecio, un desaire, una vejación de Catalunya hacia Aragón. Resulta sorprendente, cuando las candidaturas a los juegos olímpicos las presentan ciudades, que pueden tener subsedes, pero el núcleo fundamental es la ciudad candidata. En este caso, la candidatura la presentaría Barcelona con subsedes en el Pirineo, catalán y eventualmente aragonés, por lo que parece que la imposición del gobierno de Aragón de organizar los juegos en igualdad total resulta una imposición desmesurada.
En cualquier caso, el anticatalanismo feroz del presidente Lambán es bien conocido y se podría sospechar que lo que realmente pretende es boicotear y hacer imposible la opción a los juegos. Esta impresión se refuerza con las indecentes declaraciones del exbiministro de Interior y Justicia y exalcalde de Zaragoza, el señor Belloch, que manifestó su apoyo al señor Lambán y continuó desvariando diciendo que el independentismo catalán es peor que el terrorismo vasco. Es decir, que un movimiento civil pacífico que no ha provocado ni un muerto es peor que otro armado que provocó casi mil muertos. Resulta repugnante, especialmente viniendo de un señor que es magistrado y que fue ministro de Interior, nada menos.
Pero, para acabar de mejorarlo, añadió que su padre ya siempre decía que el verdadero peligro para España eran los catalanes. El señor Belloch, igual que su padre y el señor Lambán, han dejado claro su anticatalanismo, no solo antiindependentismo, que comparten con una buena parte de los aragoneses, no todos, por supuesto, pero sí una buena parte. Es una lástima, teniendo en cuenta los vínculos que durante siglos unieron a ambos territorios, que comparten historia, bandera y el menosprecio secular del estado castellano español.
Dado que, en último término, la candidatura ha de ser avalada por el Comité Olímpico Español y el mismo gobierno central, no sería de extrañar que finalmente se descartara aduciendo razones de falta de cohesión de los territorios involucrados. Y, por supuesto, todos, incluyendo la brunete mediática, culparán al independentismo catalán.
A continuación, lo más probable es que todas las instituciones y fuerzas vivas del estado se lancen a preparar la candidatura de Madrid para los juegos de verano de 2036. Y ahí sí que irán todos a una y, si ganan, cosa muy probable, seguro que no repararán en gastos para convertir a la capital de España en el escaparate fastuoso, lujoso, opulento y fastuoso del país, una ciudad castizocosmopolita llena de majos y chulaponas postmodernos, con toda la potencia cultural de sus museos y sus infraestructuras tecnológicas y de transportes de última generación, que hemos pagado y pagamos entre todos, y teniendo en cuenta que disponen de todos los recursos que fagocitan del resto del país, no tendrán ningún problema.
Y, mientras tanto, la señora Colau aspira a convertir Barcelona en una ciudad cutrecosmopolita, capital europea de los mercadillos de baratillo.