Los que tengan buena memoria recordarán cómo en 2007, a las puertas de la crisis de la burbuja inmobiliaria y con una inflación sobrevenida, un portavoz del Gobierno español recomendó comer conejo. Hay que situarnos en los días previos de las fechas navideñas. Aquello fue muy comentado. Se recibió casi como un insulto al consumidor medio.
La receta para capear la inflación y las espectaculares subidas que registraban algunos alimentos tradicionales durante la Navidad tenía como solución escoger otras carnes. El secretario general de Agricultura y Alimentación, Josep Puxeu, aconsejó a los consumidores elegir alimentos que no sufrieran la subida de su precio como el conejo, “una carne sana, ligera, muy apetecible y barata”, dijo entonces.
Con datos de inflación que apuntan récord y con la suma de factores en contra de era post-covid, en situación de guerra a las puertas de Europa y con bloqueos en la distribución de mercaderías (alimentación incluidos) por los precios disparados de la energía y los combustibles; ¿qué carne nos deberían recomendar hoy?
Quizás no deberíamos ser tan alarmistas pero los incrementos de precios en los fertilizantes, en los piensos, en los alimentos en general va a exigir de los consumidores que nos planteemos adaptar nuestros hábitos de consumo.
Ya no sólo se trata de ver si en la estantería están los productos que compramos habitualmente si no si estos los podemos pagar. Si rediseñamos la cesta de la compra, la fórmula del conejo puede ser que vuelva. O que tengamos que buscar otros alimentos que, como decía Puxeu, sean sanos, ligeros, muy apetecibles y baratos.
Para resumir, según los datos que publica la FAO (Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas), el aumento de precios es en todos los ámbitos; cereales, carnes, aceites vegetales y demás.
El precio de los alimentos básicos se ha situado en febrero y marzo de 2022, tras la invasión rusa de Ucrania, en el nivel más alto de la historia. Aquí tenemos un nuevo máximo histórico en los principales productos, excepto en el azúcar, que se mantiene más estable.
Desde Naciones Unidas advierten que, lejos de acercarse a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible por lo que a la alimentación se refiere según los criterios de la Agenda 2030, se está haciendo más difícil cumplir con lo previsto; los conflictos armados en Ucrania y la escalada de precios en energía y combustibles está pidiendo a gritos alternativas en los mercados alimentarios.
Vamos para acabar, con la parte más práctica. Se estila “salvar comida“. Cada vez más establecimientos de comida preparada o alimentos frescos ponen un horario de venta específico para aquello que no han vendido y está maduro o cerca de su fecha límite de caducidad. Comprar in extremis es razonablemente más barato y más ecológico (no se tira la comida).
Por otro lado, en el lado de la alimentación, menos carne y más verdura ayudará al saldo final de la compra. Además, será más saludable. En cuanto a proteínas, en lugar de carne, las legumbres (mucho más baratas) o los huevos (ideales como fuente de proteína) pueden ayudarnos a paliar el aumento del precio de la cesta de la compra sin que apenas lo notemos.