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Desde Rusia a Menorca con amor

La relación entre nuestra isla y Rusia ha dejado una huella destacada en monumentos y lápidas

Acuarela de La Mola con la flota de Catalina La Grande
Acuarela de La Mola con la flota de Catalina La Grande
Foto: Museu de Menorca

Corría el año 2008 cuando el entonces director del Museu Militar de Menorca, el coronel Francisco Fornals, se preguntó qué relación podía tener una acuarela conservada en el Museo Estatal de Historia en Moscú con la isla de Menorca. El cuadro, de autor desconocido, fue comprado en París por el coleccionista ruso Piotr Shchukin, quien en 1905 lo entregó al museo moscovita. Con el mismo ímpetu que hoy miramos cuadros como los que inspiran la exposición Magatzem de histories en el Museu de Menorca, en la acuarela hay pistas de un episodio de la historia común de Rusia y Menorca que merecía ser desvelado. Se observa una vista panorámica de la Mola de Mahón, un obelisco con el águila bicéfala a la derecha y un epitafio en la parte baja firmado por el cónsul francés de Baleares, Froment de Champlagarde. En su inscripción el diplomático afirmó que el monumento fue levantado en memoria a los marinos rusos fallecidos en el puerto de la Mola.

Las pistas que sigue Fornals en su investigación le llevan a descubrir que estos marinos formaban parte de la escuadra del almirante Spirídov que llegó a finales del año 1769 al puerto de Mahón. Fue Catalina La Grande, la misma que anexionó Crimea y la parte sur de Ucrania para el imperio, y que en aquel entonces venía del mar Báltico haciendo escala en los puertos británicos (como el de Menorca en aquellas fechas). Venía a combatir contra el Imperio turco, en una de las muchas trifulcas que tuvo con este Estado.

La flota rusa, dirigida por el almirante Grigori Spirídov, ganó la batalla de Chesma en junio de 1770 y derrotó al Imperio otomano. Esta victoria fue crucial para poner fin a la primera guerra ruso-turca (1768-1774). Como resultado, los otomanos proveyeron al Imperio ruso su primer acceso directo al Mar Negro, además, otorgaron a Catalina II dos puertos de Crimea (de Kerch y de Enikale).

La victoria de la flota rusa se produjo a pesar de que la tripulación sufrió numerosas muertes en el puerto de Mahón. Los archivos militares confirman que hubo unos 367 enfermos (supuestamente de escorbuto) dentro de la escuadra de Spirídov, pero se desconoce el número exacto de los fallecidos que pudo haber superado un par de cientos de marinos.

Entre los que fallecieron se encontraba también el hijo del almirante, Andréi Spirídov, un joven de 19 años que, como todos los marinos de la escuadra, estaba a las órdenes de su padre.

Todos los fallecidos fueron enterrados en unas cuevas en Cala Figuera, pero el hijo del almirante fue sepultado en la Iglesia de la Concepción que hasta hoy conserva una lápida en honor a este joven. El pintor italiano Giuseppe Chiesa hizo un cuadro que evoca el entierro de Andréi Spirídov y actualmente forma parte de la colección del Ayuntamiento de Mahón.


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