Nos desplazamos con el Ferry de Baleària que hace el trayecto Alcudia a Ciutadella para visitar al protagonista de esta semana.
Nos citamos en la cafetería Viena, dejando atrás la Plaça des Born, la Catedral de Santa María, la Plaça del Roser y al entrar en la bocacalle del “Mercat des Peix”, oí una voz que me llamaba desde una ventana de enfrente…
¡Eh, Xisco! estoy aquí arriba, enseguida voy y me tomo café con vosotros en el Viena. Os aconsejo que probéis el bocata especial de tortilla con “cuixot”, allí en Mallorca le llamáis Camaiot.
Y eso fue lo que pedimos Francisca y yo. Si vais a Ciutadella no os olvidéis, solo se me ocurre tildarlo de excelente.
Marc Jesús Vives Murtra nace en Ibiza el 15 de julio de 1966, el mismo año en que la Sociedad Deportiva Ibiza jugaría la fase de ascenso a la Segunda División. Se celebraba en Dakar el Primer Festival Mundial de Arte Negro, The Beatles lanzaban su álbum Revolver y tres semanas después tocaban su último concierto en Candlestick Park de San Francisco, se iniciaba la construcción del World Trade Center, se elegía en Cleveland (Ohio) al primer alcalde negro en una ciudad estadounidense, fallecían; Walt Disney, Montgomery Clift y André Bretón, nacían; Pau Donés, Mike Tyson, Romario, Halle Berry, Miguel Ángel Nadal, Samatha Fox, entre las apuestas literarias; A sangre fría de Truman Capote, en cine; La jauría humana de Arthur Penn, En bandeja de plata de Billy Wilder, ¿Quién teme a Virginia Wolf? con una magistral interpretación de Elizabeth Taylor y el espagueti western más famoso; El bueno, el feo y el malo con Clint Eastwood, en música; Simon and Garfunkel editaban Los sonidos del silencio, en televisión; El túnel del tiempo, La isla de Gilligan, El Superagente 86, Noche del sábado, Historias para no dormir, y en el terreno plástico se presentaban; Invierno en Finnmark de Eva Bergman, La Caseta de Guillermo Silveira y Escudos de Barcelona de Josep María Subirachs.
Hijo de Ramón Jesús Vives de profesión pintor, natural de Sant Pere de Riudabitlles y de Carmen Murtra de profesión decoradora, nacida en Barcelona. Tuvieron una hija y dos hijos.
Salimos de la cafetería y justo en el portal de delante está su estudio. Subimos por una escalera, Marc abrió y nos acomodamos alrededor de una mesa de trabajo.
¿Recuerda cuando comenzó a pintar?
Sinceramente no, porque mi padre era pintor y yo me fijaba en él desde no sé a qué edad seria, pero era muy pequeño.
Háblenos de su infancia
Aunque nací en Ibiza, con un año y medio nos marchamos a Barcelona y por tanto mi infancia concurrió allí en el barrio de Montbau. Aquella fue una época feliz, sin reloj, ni móvil, con todo el tiempo del mundo para jugar. Una zona de casitas blancas, de funcionarios, junto al Hospital Vall d’Hebron. Me gustaba que mi padre me pidiera que le ayudase a iluminar las litografías, era una especie de juego, reconfortante para mí.
¿Fue buen estudiante?
No, en absoluto, más bien un desastre. Yo solo quería dibujar, hacer carteles, siempre con un lápiz como otra extremidad y tan solo en matemáticas me defendía. Fui a la Escuela Baloo y años después hice un FP1 en bisutería, mecánica, diseño y grabado, aprendí joyería y bisutería.
La Escuela Baloo que hoy en día es pública, en los años 70 era una cooperativa de familias y maestros del Col.lectiu d’Escoles per l’Escola Pública Catalana y en una inspección franquista de aquellos años, separaron a niños y niñas en el patio.
Algún detalle de su adolescencia…
Viví un periodo duro en Barcelona, coincidiendo con el consumo de droga que había aterrizado en muchos barrios. Eso cambió el carácter, dañó individualmente y a las familias que veían como entraba ese monstruo en casa y no había forma de eliminarlo.
Cuando tenía catorce años participé en el concurso de Cómics y gané el Premio Ciutat de Palma. A esa edad aproximadamente, mi padre participó en 1984 en una regata que se celebraba en Menorca y le gustó tanto que aquel año vinimos en verano de vacaciones y al siguiente ya nos quedamos a vivir en la isla y aquí seguimos desde entonces.
¿Cómo ocurre lo de comenzar a pintar? – Me sonríe y comenta que es una curiosa historia…
Había aprendido a ser joyero con Platko en el Port de Pollença. Ya tenía el título oficial y estaba haciendo unos broches de diseños especiales con figuras de mujeres. El artista vasco Juan Elorduy que además ha sido profesor de dibujo y gestor cultural vio esos bocetos y me aconsejó presentarme al Premio Sant Antoni de Ciutadella, uno de los más considerados de la isla. Llevé dos obras y obtuve una mención y un Primer premio, con el que me correspondió una cantidad económica y el derecho a una exposición en este caso en la Sala Sant Josep. La obtención de este reconocimiento me hizo recapacitar y pensé en esa primera exposición de mis pinturas. Convertiría las joyas en acuarelas.
Al principio mi padre me decía que usaba unas tonalidades de colores muy fuertes, pero yo buscaba diferenciarme de su pintura. No porque no me agradasen sus paisajes, sino porque no me apetecía que nos comparasen. Durante años había absorbido de su arte y le admiraba pero no podía dejar que me contaminase su pintura.
Hasta que llegó esa oportunidad en Menorca, yo tenía claro mi objetivo, algún día sería artista y pasé unos años complicados, un tiempo difícil en el que me llevaba mis obras en un book, pateando las galerías de Barcelona y no vendía nada.
Y en 1992 llega ese primer enfrentamiento con el público, la primera exposición.
Fue una muestra de mis acuarelas y sorprendentemente se vendieron todas. A partir de ahí, me vi en la obligación de exponer en Mahón donde también coloqué mis primeras esculturas, siendo grabador de bisutería dominaba con facilidad los materiales. Por ahí veraneaba Alberto Cornejo de la Galería Bat de Madrid en la isla y al ver mis piezas, me propusieron ir a la Feria Estampa y me llevaron también a Arco con cuadros y esculturas. Sería un ensayo inolvidable.
De repente rememora, un viaje a Hamburgo en 1996 que supuso un cambio en su estilo, decidió suprimir efectos y veladuras superpuestas.
¿Qué tiene de diferente vivir en Menorca?
Qué sin darte cuenta te conviertes en un elemento de su naturaleza, poco a poco, caminas, respiras, miras el mar y aprendes a moverte con sus cadencias, un imán transparente que va de la tierra a tu cuerpo y de cuerpo a la tierra, una filosofía sedimentada en la calma, no exenta de energía y de resplandor poético y eso es lo que se desprende de cada una de esas piezas y de la bonanza de sus mares.
Está casado con Sonia Moll nacida en Ciutadella y son padres de cuatro hijos; Eduard con 24 años, Sergi 22, Gerard 18 y Ricard 11.
¿A qué hora se levanta?
Muy pronto, a las seis de la mañana. Cojo la bici de montaña y me hago unos setenta kilómetros, me ducho y voy para el estudio.
¿Y cómo es un día cualquiera en su vida?
Soy disciplinado con mi trabajo, de otra forma no cumpliría con todos los compromisos. Inicio una obra y no me paro hasta que la termino. Cuando era jovencito comenzaba tres o cuatro a la vez, ahora no. Soy anárquico, sin normas, sin prisas, disfruto enormemente de lo que hago, de pintar, de esculpir, de reflexionar y de pensar en nuevos proyectos, eso sí, desde una perspectiva de calma y razonada. El estrés no favorece la creatividad, bueno el estrés no favorece nada, las cosas llegan por si solas.
Me recuerda una frase filosófica que dice: lo que sucede, conviene. Curiosamente durante la mañana, nos acercamos a la Galería Vidrart donde cuelgan algunas de sus obras y ocurrió uno de esos hechos. Una pieza suya de gran formato que llevaba unos dos años colgada en la pared frontal, de repente llegó la visita de un señor y aquel tríptico paradisiaco se iría de Ciutadella para ocupar un espacio en Australia.
Es imprescindible preguntarle por uno de sus iconos más reconocibles; ¿Por qué las mujeres azules?
Quizá estar en Menorca ha influido para que el color azul añil penetre en mi cabeza y en mis pinceles. Comencé a pintarlas de blanco, alguna vez en blanco y negro, al final me decidí por usar esa tonalidad, aunque debo aclarar que no pinto mujeres azules, pinto momentos agradables y únicos.
¿Qué puede decirnos de sus esculturas?
Es el mismo lenguaje, con proceso diferente ya que las elaboro fuera del estudio. Al ser tridimensionales hago uso de un efecto que no proporciona la pintura. Mirad, apagamos la luz y colocamos esta escultura sobre una mesa, le dirigimos un foco de luz, de manera evidente su sombra se refleja en la pared y como observáis le da otra dimensión.
Efectivamente, así era, la transparencia que se conseguía con el foco, permitía una segunda lectura de las proporciones y del volumen de aquella estructura plana de hierro forjado.
Es aficionado a la mountain bike, al esquí, a pescar, a tomar cervezas con los amigos, al contacto con la naturaleza.
Entre sus artistas favoritos destaca a Guinovart. Cuenta que en cierta ocasión visitó una exposición del artista y es la única vez que le ha pasado, llorar de emoción. Lo cierto es que admiro a muchos artistas por detalles, valoro el esfuerzo y el trabajo de cada uno, por la manera de interpretar, de describir. Por ejemplo a mi amigo Marcos Palazzi.
Le gustan películas como Forrest Gump y Captain Fantastic, de la música aprecia casi todo con la excepción del reggaetón, se decanta por Joan Miquel Oliver, Antonia Font, por el grupo Manel. Me apunta que sus padres son amigos de Serrat y de Pi de la Serra entre otros.
Cada una de sus obras dispone de un mensaje, de una metáfora. Y a cada una le otorga un título.
En 2019, fue el encargado de realizar el cartel de Historia de Grandes Artistas de Barcelona y le llenó de orgullo ver que entre otros estaba el nombre de su padre; Ramón Jesús Vives.
¿Qué ha significado para usted la campaña con Estrella Damm que todavía continua, después de seis años?
Un antes y un después. En principio querían algo representativo para las Fiestas de Sant Joan, luego la cosa tomó otro rumbo. Mi carácter tranquilo y sosegado no se ha visto influido pero no voy a negar que particularmente me he sentido conmovido al ver mis obras en vallas publicitarias de distintos tamaños, en tantos soportes, en televisión y cines en Baleares, en la península y a nivel internacional, las campañas especiales en Londres, Dubai, Barcelona, en las barras de bar de los Festivales de Música de Cruïlla y del Sónar, la difusión y repercusión ha sido de tal magnitud que eso ha provocado que mucha gente que no me conocía, me identifique y se interese por mis trabajos.
¿Cómo actúa cuándo le hacen un encargo?
Soy estricto en eso. Acepto un encargo siempre y cuando quien me lo solicita entienda que voy a entregarle un trabajo mío, no permito que nadie me dirija. Tomo nota de detalles vinculados al perfil de esa persona y si encajan las convierto en complementos. Un faro, un pájaro, una canción, entran en el escenario, la coreografía deberá estar adaptada a mis interpretaciones.
Veo que existe una línea de productos de merchandising ¿Es válido cualquier soporte?
Por supuesto que no. Solo hay una tienda en Ciutadella provista de autorización para vender productos escogidos y seleccionados por mí. Llevamos un estricto control, nos lo miramos con lupa. Lo cual no quiere decir que de cara al futuro no incorporemos algunos artículos nuevos pero me da cierto pánico, no quiero que sea contraproducente. A la gente le agrada llevarse una obra mía en cualquier formato y yo no permitiré que se me escape de las manos. No obstante, hay que contemplarlos como conceptos diferentes a los trabajos plásticos.
Su talento ha recorrido galerías y museos de todo el mundo, en algunos lugares ha repetido en numerosas ocasiones; Barcelona, Zaragoza, Murcia, Madrid, Jaén, Hamburgo, Almería, Mallorca, Taiwán, Nueva York, Honk Kong, La Habana, Girona, Bélgica, entre tantos.
¿Recibe opiniones a través de redes sociales?
Sí, y me sirven como termómetro y tal vez para reflexionar, no soy autocomplaciente y suelo valorar las críticas aunque sean negativas. De casi todo se aprende.
Se considera un artista pragmático, optimista y sereno. Una de sus frases: “El placer de no hacer nada”
Nos cuenta que se arrepiente de que en cierta ocasión, destruyó y quemó un cuadro y ahora le gustaría tenerlo.
Además de crear sus propias obras, le agrada probar como en la música, haciendo versiones, adaptando obras conocidas, como por ejemplo; El rapto de Venus que lo presentó a un concurso y no se vendió. El galerista lo descolgó y la transportó caminando. En el trayecto, un desconocido le paró y se quedó con el lienzo.
Sus obras han estado en Nueva York, pero él no y por eso tiene pendiente esa visita entre sus prioridades.
Se sintió complacido en la exposición Ramón Llull que tuvo lugar en Hong Kong representando a Menorca y a las Illes Balears, convocando a distintos embajadores de países asiáticos y ofreciendo un aperitivo de quesos, sobrasada y cuixot, tradicionales, antes de la cena de gala.
¿Qué puede contarnos de su intervención para el Mercat de la Boquería y para la Estación de metro Gaudí?
Qué fue una vivencia incomparable a ninguna otra. Mi relación con Barcelona se vio ampliada con la decoración del techo de la Boquería con mis mujeres azules y un mural de 100 metros x 2 metros con motivo del aniversario de Gaudí, en la Estación de metro Gaudí, en Diagonal.
Mujeres de piel azul representadas siempre de perfil o de espalda, un idioma ingeniado por Marc Jesús que dejó atrás el erotismo para gesticular sensualmente sobre cada figura. Se le transparenta el alma que lleva cargada de aventuras, de viajes, de cosas pendientes, mientras sigue exaltando la belleza de su entorno con la simplicidad de una musa inspirada en la recreación. En el interior de sus ojos brillan el agua azul y la sal y él, se mueve pausadamente como un gigante surgido de las leyendas mitológicas del fondo del Mare Nostrum.
Nace en Ibiza, vive su infancia y parte de la adolescencia en Barcelona, pasa por Mallorca, y se afinca en Menorca. ¿De dónde se siente?
Del Mediterráneo.
Llegamos al final de esta entrevista y todo el tiempo había tenido la sensación de que vería pasar algún caballo engalanado, debía ser cosa de mi inconsciente porque para la Fiesta de Sant Joan todavía quedaban unas semanas.
Conocí a Marc Jesús en una de sus visitas a Palma para exponer en la Galería Zenitart propiedad del también pintor menorquín Carlos Quintana que fue quien nos presentó.
Debo confesar que ha sido un inmenso placer estar unos días en Ciutadella para compartir con él, parte de su historia personal y profesional.
Texto: Xisco Barceló
Fotografías: Francisca R Sampol