Las olas de calor, la facilidad de uso y utilidad para hacer circular el aire en cualquier lugar convierten al abanico en un complemento necesario en el verano menorquín. Además de la interesante historia del abanico, ahora conocerás lo que puedes comunicar con él puesto que según la manera de moverlo puedes decir mucho sin decir palabra.
Para hablar del origen del abanico tenemos que pasar por dos puntos geográficos distantes. Por un lado tenemos que ir a Asia, en concreto en Lejano Oriente sobre el siglo VII donde las alas de un murciélago o una leyenda sobre cómo una dama sofocó el calor que le suponía participar de la festividad de las antorchas con el antifaz que en aquel tiempo preservaba su intimidad frente a la vista de los hombres.
En el antiguo Egipto también conocían los abanicos, que utilizaban en pomposas ceremonias. Aquellos abanicos, grandes y alargados, como quien forrara de plumas el extremo de un palo de escoba y lo agitara, poco tenían que ver con los que conocemos hoy, más destinados al uso particular y más manejables.
En Europa se conoce desde el siglo XV desde que los portugueses lo trajeron desde sus rutas comerciales al lejano oriente. En el siglo XVIII se crea la Real Fábrica de Abanicos la cual convirtió a España en uno de los primeros productores de abanicos del mundo, rivalizando con italianos y franceses.
El “lenguaje del abanico” consiste en que según la posición en la que se situaba o el modo de agarrarlo se estaba transmitiendo un tipo de mensaje u otro.
Los abanicos se convirtieron en un elemento esencial de la moda del siglo XIX y XX. Las señoritas de la época iban a los bailes acompañadas de su madre o de una señorita de compañía que se encargaban de velar por su comportamiento. De este modo, se inventó un lenguaje secreto utilizando el abanico para poder comunicarse con sus pretendientes y pasar desapercibidas. Existieron varios tipos de lenguajes del abanico, pero todos ellos tenían en común la utilización del abanico situándolos en posiciones diferentes.
Según la Fábrica de Abanicos de Sevilla, estos son algunos de los gestos más representativos:
Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: sígame.
Sostenerlo con la mano izquierda delante del rostro: busco conocimiento.
Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz.
Dejarlo deslizar sobre la frente: has cambiado.
Moverlo con la mano izquierda: nos observan.
Cambiarlo a la mano derecha: eres un osado.
Arrojarlo con la mano: te odio.
Moverlo con la mano derecha: quiero a otro.
Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero.
Presentarlo cerrado: ¿Me quieres?
Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por favor.
Tocar con el dedo el borde: quiero hablar contigo.
Apoyarlo sobre la mejilla derecha: sí.
Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: no.
Abrirlo y cerrarlo: eres cruel.
Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos.
Abanicarse despacio: estoy casada.
Abanicarse deprisa: estoy prometida.
Apoyar el abanico en los labios: bésame.
Abrirlo despacio: espérame.
Abrirlo con la mano izquierda: ven y habla conmigo.
Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda: escríbeme.
Semicerrarlo en la derecha y sobre la izquierda: no puedo.
Abierto, tapando la boca: estoy sola.