Teniendo en cuenta que no creo en el gen vocacional la verdad es que elegir estudiar y ejercer la medicina ha sido siempre una decisión trascendente ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Como? ¿Es un medio de vida o un “modo” de vida”? Sobran estereotipos y lamentos neuróticos y falta introspección para interrogarse sobre ello.
La crisis profesional tiene múltiples dimensiones: frustración de las expectativas, demanda excesiva que superan las capacidades reales del médico, un clima social “acojonado” ante el envejecimiento y la muerte que reclama del médico una pócima mágica antinatural, organizaciones diversas que rara vez se adaptan a las necesidades de los profesionales, ritos tribales, creencias culturales, hostigamiento y acoso psicológico sobre el profesional etc..
Las presuntas preguntas hipocráticas ya no son las clásicas de qué le pasa? desde cuándo? y a que lo atribuye? – La demanda es “quiero un tac” “exijo que usted me cure” “deme antibióticos” etc… Es la llamada medicina del deseo. Estamos asistiendo a una psicologización, medicalización y psiquiatrización del malestar emocional, de la frustración intrínseca a la naturaleza humana y a la vida. Pronto se nos olvida que en la vida hemos venido a aprender y a aguantar.
Es decir se ha producido una deslocalización en la relación médico-paciente. Este factor y no otros son los que realmente alteran la relación médico paciente. Actualmente es urgente reflexionar sobre la relación triangular médico-pantalla del ordenador y paciente usuario. Hoy más que nunca hay que seguir mirando a los ojos de nuestros pacientes. La silla y el tiempo sigue siendo un elemento imprescindible en la consulta médica, ya que posibilitan la escucha activa, clave en la alianza terapéutica y en el efecto placebo.
No somos inmunes al dolor y somos vulnerables, tenemos que tolerar y adaptarnos a la impotencia de no poder curar, a la incomodidad de no saber qué responder y a empatizar con el contexto de vulnerabilidad, fragilidad e indefensión que conforman el contexto de nuestras de nuestras consultas. Cuánto podemos aprender de nuestros pacientes.
Médicos y pacientes somos humanos y nadie nos va a curar de serlo.
Muchas veces no sabemos lidiar con muchos conflictos y hay situaciones que nos desbordan y nos vienen grandes. Nadie da lo que no tiene, esa es la más grave consecuencia del desgaste profesional o del galopante burnout.
Los médicos tenemos que admitir que no lo sabemos todo y que tenemos que renunciar a esa autoexigencia tóxica que nos lo impone. Sólo desde la humildad del “no saber “, que posibilita el aprender se puede encarar el ejercicio de ser y actuar como médico. El principal enemigo es nuestra omnipotencia y la sobreactuación desde un disfraz de seudoseguridad con el que nos defendemos de nuestro dolor y malestar emocional.
Pero es bueno recordar que ante la tiranía de la vulnerabilidad se alza la esperanza de la resiliencia y de la compasión.
Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.