El camino no es fácil. Solo hay que ver cómo los índices de abstención han sido cada vez más elevados desde que pasamos la transición. La ciudadanía se cansa del bipartidismo, de la falta de eficacia, de los mensajes y discursos vacíos. Pero ahora que estamos en elecciones hay que ganar votos. ¿Cómo lo van a hacer estos perfiles que son nuevos en la primera fila de atención de los votantes? En Menorca, siendo una isla pequeña, casi podemos decir que todos nos conocemos pero, ¿es eso suficiente? No.
Si hay un factor que determine la consecución del suficiente número de votos para ganar, ese es el candidato. Es la principal herramienta de comunicación con la que cuenta una campaña, la cara más visible, pero también se puede convertir en el principal obstáculo, si no actúa acorde con su papel. Es la cara y la cruz de la misma moneda.
Es fundamental hacer un análisis de las debilidades, de las fortalezas, de las oportunidades y de las amenazas con las que cuenta el candidato. Hay que formularse toda una serie de preguntas. Dependiendo de qué contestemos, ya estamos ayudando a definir si nuestro candidato o candidata es el ideal ¿Es la persona idónea? ¿Cuenta con las suficientes cualidades como para ser el cabeza de lista? ¿De qué se arrepiente? ¿Qué volvería a repetir y qué no? ¿Cuál es su curriculum personal y profesional?
Ahora vamos a preguntas profundas; ¿qué vemos en el candidato? Frente al espejo, ¿Qué ve él o ella? En ocasiones, nada tiene que ver la imagen externa que del candidato se tiene con la autoimagen que tanto él como su equipo creen proyectar. No es tanto lo que dice, si no cuanto es lo que puede hacer sentir.
Hay que definir su misión, sus valores y principios, su liderazgo, su talento, su coherencia, su trayectoria personal y profesional…, servirán para que la ciudadanía encuentre en él un candidato honesto al que entregar su voto, porque, aunque a muchos les pese, la gente vota más al perfil de las personas que no tanto a sus ideologías. A quien conocen, a quien se acerca, a quien escucha, a quien atiende, al que ofrece su mano…, a ese votarán.
La máxima aspiración de un candidato es conseguir el más alto cargo del municipio y para eso es necesario hacerlo con toda suerte de ingenio, de cuidado, de esfuerzo y de dedicación.
Bien es sabido que una buena estrategia con un mal candidato al frente no suele ganar elecciones. Al revés, puede tener muchas más opciones. Y para ganar no hace falta ser el más inteligente, sino el más hábil, el más ingenioso, el más humilde y el más cercano. Porque, al margen de que el candidato pueda dar o no respuestas a los problemas de los ciudadanos, si puede expresar el problema en términos emocionales, desde los sentimientos y hacia los sentimientos, el electorado generalmente pensará que ese candidato siente como ellos. Esto produce cierta empatía entre ambos -candidato y elector- lo que terminará traduciéndose en número de votos a corto y a largo plazo.
Coger un bebé en brazos, subirse a un caballo, ponerse el mono de trabajo en la granja y hacer un queso,… todo cuenta para demostrar cercanía y tocar la fibra sensible de los posibles votantes. Demostrar su humanidad es mostrarse abierto, empático y sensible. Algo que (a los que no tengan decidido ya su voto) puede significar la diferencia entre otorgarle su confianza o no.