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“Bab el-Mandeb”

Un artículo de Emilio Arteaga

Bab el-Mandeb.
Bab el-Mandeb.

Por si no tuviéramos bastante con la postpandemia, la guerra de Ucrania, la guerra de Gaza, los movimientos migratorios masivos y el cambio climático, con todas las consecuencias humanas, sociales, ecológicas y económicas que acarrean, en las últimas semanas se ha añadido un nuevo punto de tensión internacional que nos perjudica seriamente: los ataques de las milicias hutíes del Yemen a los barcos de transporte de petróleo, gas y mercancías que siguen la ruta desde el Índico al mar Rojo y al canal de Suez.

El océano Índico conecta con el mar Rojo por el estrecho de Bab el- Mandeb, entre Yemen y Yibuti y es uno de los cuellos de botella o puntos de congestión en la ruta marítima de transporte desde extremo oriente y desde el golfo Pérsico hacia Europa y América. Al norte, el mar muere en dos golfos separados por la península del Sinaí, el de Acaba, al este y el de Suez, al oeste, pero este último se conecta con el Mediterráneo por el canal homónimo, lo que permite a los barcos evitar la circunnavegación de África, ganando días y ahorrando en costes de combustible y transporte.

Por otra parte, al fondo del golfo de Acaba Israel tiene una pequeña porción de litoral donde se ubica el puerto de Eilat, el único del país que no está en el Mediterráneo y que es una infraestructura esencial para su comercio y defensa. Desde que comenzó el ataque despiadado y desmesurado del ejército israelí contra la población de Gaza, los hutíes, musulmanes chiíes que controlan gran parte del norte del Yemen, han iniciado una serie de ataques sistemáticos con misiles y drones, incluso con tropas en algún caso, que han provocado daños en algunas de las naves atacadas y que han llevado a varias de las compañías de transporte marítimo más importantes a anunciar que, de momento, renuncian a la ruta de Suez y sus barcos pasarán a rodear el continente africano para llegar a Europa, o América, los que supone entre diez y catorce días extra e incrementa los costes.

Las milicias hutíes, musulmanes chiíes, combatidas a sangre y fuego por Arabia Saudita y sus aliados, están prohijadas y aprovisionadas por Irán, la gran potencia musulmana chií y forman una alianza con Hezbolá, los chiíes del Líbano y Hamás, la organización palestina que controla Gaza y cada vez más Cisjordania, aunque los palestinos no son chiís, así que todo parece formar parte de una internacionalización, o al menos una regionalización, del conflicto.

Para Europa puede tener efectos devastadores, no solo económicos, sino también en forma de desestabilización de toda la región, que provoque más oleadas de refugiados, así como atentados islamistas. Estados Unidos ha propuesto la implementación de una fuerza multilateral marítima que ataje los ataques, pero ello podría incrementar aun más la tensión en una zona ya muy tensionada.

Pedro Sánchez, a mi entender con buen criterio, como presidente del gobierno español y de turno de la UE, se ha negado a participar en esa fuerza, a no ser que fuera una misión bajo control de la UE o de la OTAN, no unilateral de Estados Unidos y con la condición de exigir un alto el fuego inmediato en Gaza, lo que el gobierno de extrema derecha supremacista judío de Netanyahu no va a hacer mientras cuente con el apoyo incondicional del gobierno americano.

Hace unos años Robert Kaplan publicó un libro titulado: La venganza de la Geografía, en el que exponía que, en último término, era la ubicación geográfica y climática de los países lo que ha definido y seguirá definiendo el desarrollo de los acontecimientos mundiales, con independencia de las tendencias globalizadoras económicas y sociales, que es lo que está ocurriendo en este caso.

Bab el-Mandeb significa en árabe “la puerta de las lamentaciones” y su situación geográfica es decisiva para el transporte marítimo mundial. Según como evolucione esta nueva crisis, las lamentaciones y las lágrimas serán nuestras.


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