Francisco Villar, un psicólogo clínico con más de una década de experiencia en la atención directa a familias con hijos menores de edad, se ha dedicado a estudiar cómo el uso de las pantallas afecta a la salud mental de los niños y jóvenes. A lo largo de los años, ha observado un cambio preocupante en sus pacientes: una creciente incapacidad para enfrentarse a los desafíos de la vida y una sensación de vacío cada vez más pronunciada. Aunque reconoce que las pantallas no son la única causa de estos problemas, considera que juegan un papel significativo en su desarrollo. El colectivo de padres y educadores preocupados en Menorca por estos efectos han ido organizando desde un manifiesto a una colecta de firmas y también ahora actos con los que quieren difundir y dar a conocer los riesgos (que consideran que hasta la fecha no se han tomado suficientemente en serio) de los efectos negativos que puede ejercer un mal uso de la tecnología.
Villar es claro en su mensaje: los padres no son culpables, pero sí se les ha vendido la idea de que el uso de pantallas es beneficioso, a pesar de las evidencias que demuestran lo contrario. Recomienda limitar estrictamente el acceso a las pantallas hasta los seis u ocho años, permitiendo solo ver películas en familia los fines de semana. Después de esta edad, sugiere un máximo de 30 minutos al día de uso de pantallas, con restricciones adicionales como evitar su uso por la mañana antes de ir al colegio o antes de dormir, así como durante otras actividades como comer. En cuanto a los móviles, Villar advierte sobre los riesgos y sugiere retrasar su uso hasta los 16 años, ofreciendo smartphones con medidas de control parental estrictas entre los 16 y 18 años.
El psicólogo, autor del libro “Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos” publicado en 2023, explica que las pantallas afectan a los niños desde diferentes perspectivas. No solo tienen un impacto directo en la salud física y mental de los menores, sino que también compiten con actividades fundamentales para su desarrollo. Además, los contenidos que se encuentran en las pantallas pueden ser perjudiciales para su bienestar emocional.
Villar destaca que la digitalización ha cambiado el panorama de la salud mental infantil, incrementando la prevalencia de problemas como la obesidad, el insomnio, la ansiedad, la depresión, entre otros. Aunque las pantallas no son la única causa de estos problemas, contribuyen significativamente a su desarrollo y agravamiento.
El psicólogo también señala que la hiperconexión provocada por las pantallas ha intensificado problemas como el acoso escolar y sexual, convirtiéndolos en situaciones que afectan a los menores las 24 horas del día. Esta realidad dificulta la identificación precoz y el abordaje de estos problemas, alejando a los adultos de la capacidad de influir y transmitir valores a los niños.
En cuanto a la recomendación de limitar el acceso a las pantallas antes de los seis años, Villar argumenta que, según múltiples estudios, no hay beneficios claros en el uso de pantallas para niños tan pequeños, sino más bien impactos negativos en su desarrollo. Su postura más restrictiva respecto a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud refleja su preocupación por los efectos nocivos que las pantallas pueden tener en los menores.