La capacidad de hacer peticiones y ofertas de manera efectiva es una de las habilidades más poderosas que hay. Irónicamente, también resulta de las más subestimadas.
Saber pedir y ofrecer no sólo facilita la comunicación, sino que también puede transformar nuestras relaciones, tanto en el ámbito laboral como en la vida personal. Imagina que estás en el trabajo y necesitas ayuda con un proyecto que se te está complicando. Sabes que tu compañero de equipo tiene las habilidades necesarias para ayudarte, pero no te atreves a pedírselo directamente. Al final, terminas abrumado y el proyecto no sale como esperabas y eso que disponías de todos los ingredientes del éxito.
Éste es sólo un claro ejemplo de cómo no saber hacer una petición puede afectar tu desempeño y tu bienestar, pero hay muchos más; cuando pedimos tiempo porque no podemos gestionar el volumen de trabajo que se nos exige, cuando exponemos a nuestra pareja, familiares y amigos nuestras necesidades para sentirnos felices y queridos o cuando vamos a negociar un aumento de sueldo o unas condiciones laborales distintas, todo ello son situaciones en las que hacemos peticiones.
Para hacer una petición, hacerlo de manera clara y específica es clave. No se trata solo de decir “necesito ayuda”, sino de detallar exactamente qué tipo de ayuda necesitas, cuándo la necesitas y por qué es importante. Por ejemplo, podrías decir: “¿Podrías ayudarme a revisar el informe final del proyecto? Me vendría bien tu ojo crítico para asegurarme de que no se me ha escapado nada. ¿Tendrías tiempo para hacerlo antes del viernes por la tarde?”
Otros ejemplos de peticiones son: “Me siento un poco abrumada y necesito un tiempo a solas para recargar energías. ¿Te parece bien si me tomo una tarde para mí misma este fin de semana?”, “Estoy enfrentando una decisión difícil en el trabajo y valoro mucho tu opinión. ¿Podríamos hablar un rato para que me des tu perspectiva?”.
Al mismo tiempo, saber hacer ofertas resulta igual de importante. Hacer una oferta significa poner a disposición tus habilidades y tiempo para ayudar a los demás. Esto no solo fortalece las relaciones, sino que también crea un ambiente de colaboración y apoyo mutuo. Para ello, es fundamental que yo misma sea consciente de cuáles son mis habilidades, reconocer el valor que puedo ofrecer.
En el ámbito laboral, un ejemplo concreto sería: “Sé que estás trabajando en la presentación para un cliente importante la próxima semana. Soy buena con las presentaciones y me encantaría ayudarte a pulirla si necesitas un par de ojos extra.”
¿Y en la vida personal? Estas habilidades no se limitan al trabajo; como decíamos antes, también son cruciales en la vida personal. Imagina que estás organizando una fiesta de cumpleaños para un amigo, pero necesitas ayuda con la decoración. En lugar de estresarte y hacerlo todo tú solo, podrías pedir ayuda: “Oye, ¿podrías venir una hora antes de la fiesta para ayudarme a decorar? Sé que eres muy creativo y tus ideas siempre son geniales.”
En cuanto a las ofertas en la vida personal, pueden ser tan simples como prestar un oído a un amigo que está pasando por un momento difícil. “Sé que has tenido una semana dura. Si quieres, podemos tomar un café y hablar un rato. Estoy aquí para escucharte.”
Para mejorar tu capacidad de hacer peticiones y ofertas, son importantes la claridad y la empatía. Asegúrate de ser específico en lo que pides o ofreces, y trata de tener siempre en cuenta la situación y los sentimientos de la otra persona. También es útil recordar que no pasa nada por recibir un “no” como respuesta. No siempre obtendremos lo que pedimos, pero eso no debería evitarnos pedir ni desanimarnos a seguir intentándolo.
Si no pido, mi mundo de posibilidades se limita a lo que los demás ven de mí.
Al final del día, saber hacer peticiones y ofertas es una herramienta poderosa que puede mejorar significativamente nuestras interacciones y relaciones. Nos ayuda a ser más claros en nuestras necesidades y a ofrecer nuestro apoyo de manera significativa.
Te invito a pensar en las necesidades que no expresas. ¿Sabrías decirme cuál es el coste de no hacerlo?
… el ser humano es muy pedigüeño, desde siempre… pero porque vivimos en sociedad, y nos hemos acostumbrado a apoyarnos en la colectividad… otra cosa son aquellos freakies que se dedican a intentar pedir a la divinidad inexistente, porque eso les da cierta tranquilidad placebo, aunque en realidad no sirva para un pepino eso de rezarle a alguien que no existe y siempre está silente, pasando de sus files siervos… hay creyentes que piden por las cosas más estrambóticas, incluso siendo víctimas de las sectas, que mercadeando con ellas, les piden óbolos a cambio de atención preferente de los ectoplasmas… es increíble… lo dicho, las peticiones, siempre a nuestros congéneres, que son reales y tienen más empatía que la de un personaje de ficción…